Puerto Rico pasa por la peor crisis económica desde los años terribles del treinta. Tiene una deuda impagable.
En Wall Street están preocupados porque el gobierno no puede pagar ni tan siquiera los intereses de esta. En Borinquen los políticos les preocupan que el crédito de la isla este reducido a cero y ellos no puedan tomar prestado. Los corruptos tiemblan.
La memoria (la corta y la larga) siempre nos ha fallado a los puertorriqueños. Nos han atosigado las bondades de la docilidad a través de una educación mediocre. Se nos ha hecho creer que gozamos de una economía primer mundista cuando somos pura chatarra. Nos predican las bienandanzas de nuestros sistemas y la realidad es que esto ha sido un espejismo que nos vendieron hace mucho tiempo y para mantener esa fantasía nos endeudaron el alma. Cuando nos damos cuenta y nos molestamos, entonces entra la despiadada fuerza bruta o nos encierran con complicadas fórmulas legales o calculados despidos.
No importa el sitio: puede ser en una esterilizada corte o una sacra escuela rural o en las puertas de un recinto universitario. Los sicarios llevan uniformes distintos, pero el propósito de intimidar, de reducir a la sumisión a los que exigen cambios es el mismo de siempre.
El único valor del sistema “democrático” es mantener silencio. A los de arriba les da lástima las vicisitudes de los de abajo, pero desde la comodidad de arriba: los de abajo, los pobres, que se jodan.
Mencionar las carpetas de los gobernantes de los últimos 73 años seria largo, tedioso y tenebroso. Los nombres cambian, pero el dulce amargo es el mismo. La píldora la adornan, pero el veneno es igual. La gente corriente y común siempre esperando los “próximos cuatro años”; “ejercer el voto” ha sido el elixir para la enfermedad que nos destruye: poco a poco. El “duérmete nene” de los políticos de turno se repite todos los días.
Para ese pueblo adormecido la esperanza estaba a la vuelta de la esquina, pero se han doblado muchas esquinas y no llegan los elusivos cambios.
Puerto Rico es colonia de los EEUU, cumpliéndose 123 años de esa degradante condición. Nuestro archipiélago tiene una larga historia de persecución violenta al que se nos ha sometido durante esa larga vida colonial, pero hay otra, igualmente violenta, donde sutilmente se ha intentado destruir nuestra identidad, nuestra autoestima y nuestra cultura.
La asimilación se da cuando un inmigrante se muda de su país de origen a otro y se asimila a este. En el proceso de transculturación, el ser humano asimila costumbres ajenas a su cultura en su país de origen. Se podría generalizar que los que emigran pasan por el proceso de asimilarse al país que se mudan. Con la transculturación los puertorriqueños no tienen, ni han tenido la libertad de determinar tan siquiera la clase de educación que necesitan, ni lo que pueden escuchar o lo que pueden ver. Ha sido un proceso impuesto, directo o indirectamente, con el criminal propósito de destruir nuestra propia cultura doblegándonos a convertirnos en dóciles clones de otra nación. Los mensajes de los estadounidenses, desde el primer día de la invasión nos han descrito en forma peyorativa, rebajante, demostrando un racismo craso o una insolencia inaceptable.
Todos reconocen la importancia de obtener una buena educación. Los gobernantes han optado por mantener a los pueblos en completa ignorancia, excepto aquellos que son fieles a sus caprichos.
Hay gobiernos que glorifican mitos y sistemas más con el objetivo de controlar que de educar. Otros fomentan el pensamiento crítico, creando conciencia ante las vicisitudes que nos afectan a todos y buscando alternativas para hacer de este mundo uno vigoroso, de mayor equidad y justicia para todos.
En todas las épocas han existido demagogos en los sistemas educativos con el único fin del lucro personal. Han creado instituciones universitarias que parecen fábricas de productos al por mayor que de instituciones respetadas.
Vemos a empresarios convirtiendo en ganancia la mediocridad que ellos mismos promueven. Vemos a los docentes y no docentes en el sistema educativo batallando, no con los estudiantes, sino con un sistema de incompetentes y corruptos que poco les importa la catástrofe educativa.
La solución no son los gastos en costosos programas que no resuelven nada. La educación es para promover mayor equidad y que se valorice al ser humano.
Educadores invertebrados no aportan nada a la discusión inteligente del tema, demostrando, repetidamente, ser desconocedores de la estructura y funcionamiento de una escuela típica puertorriqueña.
Desafortunadamente para los puertorriqueños las metas de los gobiernos no coinciden con los más elementales criterios pedagógicos de lo que constituye una educación de calidad.
No se trata de cambios cosméticos.
Una buena enseñanza genera cambios radicales y profundos. Esto tiene el respaldo de profesionales en la educación: maestros, psicólogos, trabajadores sociales y demás trabajadores que elaboran día a día en las escuelas públicas del país para impedir el apoderamiento de los embaucadores de la nación.
La periodista Wilda Rodríguez nos recordó en el pasado que se debería “fundamentar la revolución educativa en el pensamiento hostosiano…, el de la educación como proceso de liberación individual y colectiva. Una educación cuyo fin es la formación de los seres humanos del país, no útiles de un sistema económico que ni siquiera funciona”. “Hostos creía en una pedagogía basada en … los valores fundamentales como la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, la responsabilidad, la justicia y la paz.”
Hostos en su inmensa sabiduría creía en la escuela como el lugar para preparar la conciencia que escudriña el conocimiento para crecer y hacer un mejor país.
“Hostos da y sobra para un sistema educativo nacional propio.” reafirmó Rodríguez.
A ver si los ambiciosos lo entienden.