Jesús enseñaba regularmente en parábolas, con este método ilustraba verdades espirituales a través de la narración de historias sencillas de la vida cotidiana en Palestina. En cierta ocasión, narró a una gran multitud la siguiente parábola: “El sembrador salió a sembrar; y al sembrar, parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en pedregales donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó porque no tenía profundidad de tierra; pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron. Y otra parte cayó en tierra buena y dio fruto, algunas semillas a ciento por uno, otras a sesenta y otras a treinta. El que tiene oídos, que oiga». (Lc. 8:4–8).
Cuando Jesús concluyó, los discípulos, viendo que la gente se iba sin comprender el relato, le preguntaron: “¿Por qué les hablas por parábolas?”, y Él les dijo: “Porque a ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no se les ha concedido (…). Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden” (Mt. 13:10; 13).
Aquella gran multitud no podía comprender las verdades espirituales sobre el reino de los cielos porque sus ojos, sus oídos y sus mentes estaban conectados al sistema de creencias terrenales, negándose así a la verdad de Dios. Esas personas no mostraron disposición de ir hacia Cristo y tratar de comprender lo que Él les estaba enseñando. Después de escuchar la parábola, se fueron del mismo modo en que llegaron, en total oscuridad.
La incredulidad, la dureza del corazón y el apego a los pecados son los grandes obstáculos que impiden discernir las verdades eternas. Los discípulos de Jesús sí tenían sus oídos dispuestas para oír. Ellos se acercaron a Jesús en privado y le preguntaron el significado de la parábola. Dios debe ver en nosotros la actitud correcta. Si ve un corazón hambriento por su Palabra, Él quitará el velo que cubre nuestro entendimiento y nos dejará ver, escuchar y comprender las verdades eternas del reino de los cielos, así como lo hizo con sus discípulos.
Explicación de la parábola del sembrador
Los cuatro tipos de terrenos representan el corazón de los seres humanos. la semilla, representa el evangelio, y el sembrador es la persona que predica el mensaje glorioso de salvación.
Jesús dijo que hay personas con corazones endurecidos por el pecado. Son las que oyen el evangelio, pero la semilla no germina porque cae junto al camino. Estas son personas incrédulas, indiferentes e insensibles a la Palabra de Dios. Cristo dice que “el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón” para que no crean y se salven.
Hay otro grupo de personas que oyen la Palabra de Dios y la reciben con alegría, pero solo temporalmente. No tienen raíces profundas, porque la semilla cae en pedregales. Cuando llega la persecución y el sufrimiento a sus vidas por causa de la Palabra de Dios, se olvidan de lo que han escuchado y se apartan del Señor.
Hay otro grupo, en quienes se sembró la semilla entre espinos, estos son los que oyen el evangelio, pero las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la Palabra, y no dan frutos. Son personas que aman más los bienes materiales, la prosperidad y la vida cómoda que a Dios.
Y hay otro grupo de personas, en quien se sembró la semilla en tierra buena. Estos son los que oyen la Palabra y la entienden. Son los que buscan a Jesucristo con sinceridad. Tiene corazones hambrientos y sedientos de conocimientos. Estas personas no se apartan del Señor, aunque llegue la persecución y el sufrimiento. Ellos sí dan buenos frutos.
Toda persona que esparce el evangelio es un sembrador. Los sembradores no distinguen el terreno. No pueden ver el tipo de corazón de las personas a quienes les predican. Dios es quien conoce el corazón de los seres humanos. Él es quien prepara el corazón de las personas para que crean y se arrepientan de sus pecados, pero debemos tener claro que cada persona individualmente es responsable de creer y arrepentirse.
Así que el éxito o el fracaso de la predicación no depende del sembrador, depende del tipo de corazón donde haya caído el mensaje. Por lo tanto, sigamos siendo fieles, continuemos esparciendo la semilla, entendiendo que es Dios quien produce el resultado.
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