El 2 de abril entraron en vigor nuevos aranceles impuestos por la administración Trump, marcando un giro decisivo en su política comercial. Estas medidas, orientadas a proteger la industria estadounidense, han generado tensiones internacionales y abierto un debate sobre sus posibles repercusiones económicas a nivel nacional, global y en el comercio bilateral, ya que aplicó aranceles a 185 países y territorios; para unos más para otros menos. En el presente se propone abordar algunos aspectos de consideración sobre el particular.
La medida tomada ha hecho que la incertidumbre vuelva en escena, por la posibilidad de que escale a una guerra arancelaria; que como tal preocupa a directivos, pequeños empresarios y consumidores. Esta política supone un distanciamiento y el fin del sistema comercial multilateral que Estados Unidos puso en marcha después de la Segunda Guerra Mundial.
Muchos han calificado de una verdadera locura la decisión tomada por el presidente Trump, otros analistas e investigadores no le encuentran sentido. Lo cierto es que no se trata de un acto necio o de un arranque de locura o como algunos coloquialmente señalan que “el día anterior se había tomado la pastilla equivocada”, sino que tiene una coherencia y una gran cohesión. Mientras que otros analistas ven más allá y se han preguntado; ¿se trata de una revancha arancelaria o estrategia monetaria encubierta? ¿y si detrás radica un objetivo de reducción de deuda y déficit público?
Cuando al menos el presidente Donald Trump, con la imposición de aranceles a una gran cantidad de países en el mundo; busca: La devaluación del dólar (lo está consiguiendo), someter a los países para que le compren deuda, la reindustrialización (hacer que las empresas produzcan más en USA en lugar de importar), reducir el déficit comercial (acortar la cantidad de dinero que envía al exterior), así como ejercer presión geopolítica, forzar a China y otros países a negociar en términos favorables. Se debe tener en cuenta su propuesta de “América First”; los aranceles van alineados con su discurso nacionalista y proteccionista, buscando priorizar la economía de EE.UU. sobre el libre comercio global.
La pregunta del millón es si le va salir bien o no; porque hay que recordar que el país del “Tío Sam” es una competencia compradora, más que vendedora. No creemos que aguante mucho en mantener tal política.
Hay que señalar también que el discurso dado el 2 de abril es uno de los más falaces que ha dado hasta hoy el actual presidente; cuando dice que los países del mundo han saqueado y robado a USA es totalmente falso. Cuando mencionó que los aranceles eran aplicados en reciprocidad no es cierto, es totalmente falso; porque EE. UU. Aplica un arancel mucho más alto, no calza ningún arancel en reciprocidad, sólo por citar; el hecho que se diga que China está aplicando aranceles del 67% a Estados Unidos es falso; que se diga que la Unión Europea aplica aranceles del 39% es falso.
El único beneficio que podría tener es que haya empresas que se plantean la posibilidad de venir a producir en USA; porque les saldría más con cuenta trasladarse, que producir en sus países e importar en las actuales condiciones arancelarias.
Ahora ¿quiénes son los grandes perdedores? Nosotros, los consumidores. Castiga a los hogares de ambos lados del Atlántico y las empresas que compran insumos que provienen de otros países, porque quien paga el arancel (impuesto), es el comprador (importador); que tiene que pagar un 20%, un 30%, un 67% más y eso lo traslada al consumidor. A nivel de países el más perjudicado es China; con la aplicación del arancel el 2 de abril del 34%, sobre el 20% aplicado inicialmente; estamos hablando de un 54% y peor aún con la aplicación del 104% que entró en vigencia el día 09 del presente, ante la “renuencia” de China de mantener un 34% de aranceles a los productos de USA. Al cierre de día 9 del presente; la cifra es de 84% de parte de China para Estados Unidos y de éste del 125%. La Organización Mundial del Comercio (OMC) ha alertado que estas tensiones comerciales entre las dos primeras potencias económicas del mudo, pueden contraer un 80% el comercio bilateral.
Las consecuencias hasta hoy son alarmantes, excepto la recuperación momentánea en el mercado de valores; pero la confianza del consumidor se ha hundido, las expectativas de la inflación se han disparado, reajustes en la estimación del PIB con una fuerte alarma de recesión; entre otras consecuencias que con un poco de mayor claridad se abordará en la siguiente edición.