Aaron Bushnell, de la Fuerza Aérea estadounidense, cometió un suicidio simbólico, y súper espectacular, enviándole un poderoso mensaje a quienes tengan oído para oír, que oigan.
El domingo, vestido de guerrera, Bushnell se paró frente a la embajada de Israel en Washington, se roció gasolina, se prendió fuego. Mientras se quemaba, gritaba que no participaría en el genocidio de Israel contra Gaza y varias veces dijo: “Libertad para Palestina”.
Esas protestas-inmolaciones tienen serias consecuencias históricas. En 1963 un monge budista se prendió fuego en Saigón, inspiró a cientos de miles que ingresaron al Frente de Liberación de Vietnam.
El domingo, vestido de guerrera, Bushnell se paró frente a la embajada de Israel en Washington, se roció gasolina, se prendió fuego. Mientras se quemaba, gritaba que no participaría en el genocidio de Israel contra Gaza y varias veces dijo: “Libertad para Palestina”.
Esas protestas-inmolaciones tienen serias consecuencias históricas. En 1963 un monge budista se prendió fuego en Saigón, inspiró a cientos de miles que ingresaron al Frente de Liberación de Vietnam.
La nación tiene tensiones y divisiones militares por la política fronteriza del presidente Joe Biden.
Hace poco la Suprema Corte de Justicia autorizó a que Biden removiera alambradas de púas que la Guardia Nacional de Texas colocó en la frontera.
Biden no envió soldados federales a enfrentar a los de Texas, evitó ese enfrentamiento militar directo, interno. Hace poco el gobernador de Missouri, Mike Parson, anunció que su Guardia Nacional arrestará y deportará inmigrantes, “protegiendo la frontera”.
Hoy guerreamos indirectamente con Rusia en Ucrania, bombardeamos Yemen apoyando a Israel, y nos preparamos para guerrear con China.
Los militares son más necesarios que nunca, pero la auto-inmolación de Bushnell sugiere un posible malestar militar profundo.
Mal de fondo
Los militares viven en condiciones económicas precarias, y ofrendan sus vidas en las guerras que arman los políticos por razones económicas, según un informe.
En los 20 años desde la invasión estadounidense a Afganistán, hasta el 2021, el gasto militar superó los $14 trillones.
Esa alucinante cantidad se reparte entre cinco grandes contratistas armamentistas, Lockheed Martin, Boeing, General Dynamics, Raytheon, y Northrop Grumman.
La organización Responsible Statecraft reveló que entre las familias de los militares activos, hay deprimentes realidades.
La mayoría tiene problemas de vivienda, salud y desafíos financieros. Un 25% padece de inseguridad alimenticia (pasan hambre), pagan 60% más de lo que pueden por sus viviendas. Un 20% no tiene $500.00 ahorrados para una emergencia, el 75% está súper endeudada.
Cualquier noche, hay 40,000 veteranos de guerra sin un lugar para dormir en los Estados Unidos que defendieron con sus vidas.
Esa desgarrante realidad, contrasta con los trillones que gana la industria armamentista, como muestra de bestiales, violentas desigualdades económicas.
Bushnell, prendiéndose fuego, nos obliga a revisitar dos famosas antorchas humanas, que cambiaron la historia.
Tres fósforos
El 11 de junio de 1963, en Saigón, hoy Ciudad Ho Chi Ming, Thich Quang Duc, un monge budista se roció gasolina, se sentó, y encendió un fósforo. Se quemó tranquilamente, sentado en posición de loto.
Eso inspiró a los vietnamitas a unirse al Vietcong para luchar contra los invasores, hasta que los Estados Unidos huyeron de Vietnam.
El 17 de diciembre del 2010, Mohamed Bouazizi, vendía vegetales en Sidi Bouzid, Túnez, cuando una mujer policía le confiscó su balanza y lo escupió. Bouazizi intentó recuperar su balanza, pero nadie le hizo caso.
Buscó gasolina, se roció y encendió un fósforo, iniciando la mayor protesta mundial de la historia, los tunecinos se levantaron y tumbaron el gobierno.
Las protestas regionales tumbaron varios gobiernos, se llamó la Primavera Árabe, siguieron los indignados de Madrid y el movimiento Occupy Wall Street, que cubrió el planeta.
Algunos “hechos aislados” cambiaron la historia, el arresto de “ladrones” en el Comité Nacional Demócrata (DNC) en 1972, terminó con la renuncia del presidente Richard Nixon, en 1974.
Nadie sabe qué consecuencias tendrá el tercer fósforo, el que convirtió a Bushnell en antorcha humana frente a la embajada de Israel, esto puede llegar bien lejos.
Quizá vengan muchas cosas que hoy nadie imagina y nunca conectarán con la auto-inmolación de Bushell.