“No hay denuncia verdadera sin compromiso de transformación, ni compromiso sin acción”. Paulo Freire
No se trata de una de esas repeticiones idiotizantes de propaganda comercial o política a la que escuchamos diariamente. Esta insistencia en la búsqueda de la verdad es un intento de crear conciencia sobre la realidad que nos rodea. El poder reconocer los mitos que imponen los que se creen ser dueños del mundo, nos lleva a fin de cuentas a visualizar otras posibles soluciones.
Pero todavía el sol nace por oriente y se pone por occidente. Los pobres siguen siendo más pobres y los ricos más ricos. Los miserables se hacen más poderosos a costa de los más débiles. Los serviles continúan en su lastimoso rol de sometidos y los humildes existiendo en su estoico silencio ante sus penurias.
A través de nuestra vida se nos ha repetido ad náuseam las ventajas del sistema en que vivimos, proceso en el cual hemos sido domesticados a no pensar y cuestionar la raíz de nuestros problemas. El que piensa diferente, el que escudriña la razón, el que difiere de las líneas estrechas impuestas por trogloditas, son aislados como si estuvieran contagiados por un virus infernal. Para los seres humanos que tengan un genuino deseo de ejercer su derecho a tener una calidad de vida mejor es de extrema importancia poder reconocer el origen de sus dificultades. Necesitamos ese proceso de introspección para así comenzar la sanación. Mientras no logremos esto y optemos por vivir enterrando la cabeza en la arena seguiremos siendo víctimas de los caprichos de incapaces.
De las tragedias que vivimos podríamos culpar a las fuerzas naturales. Podríamos señalar la falta de prevención de los responsables y exigir que paguen las consecuencias. Podríamos señalar a los incompetentes y mediocres que no pueden enfrentarse a los retos de la vida moderna.
Podríamos hablar de esa joven y educada inmigración que es real y nos amenaza con dejarnos sin profesionales aptos o jóvenes vigorosos. Ya el desempleo no es problema, ahora es que no tenemos gente que sustituya a los que se van. Tenemos una educación dirigida por ineptos y charlatanes que con billones de dólares de presupuesto parecen velar más por los contratos con sus amigos del alma que con el deplorable estado en que se encuentra la educación. El sistema de salud parece seguir en manos de los desinformantes y el sistema de justicia continúa cogido de la mano a una repugnante inequidad y parcialidad. El crimen, los asesinatos, no hay quien los detenga. Los servicios de energía eléctrica están en manos de un grupo de jaquetones con salarios exorbitantes y con el peor servicio en los pasados 70 años. Tenemos una junta de estadounidenses que gobiernan la colonia y que no aseguran que el pueblo pueda mantener pensiones o salarios. Las amenazas a nuestro medio ambiente están en manos de un club de explotadores de nuestra belleza natural. La lista es larga y no hay espacio.
Se escuchan murmullos ensordecedores de los quejosos en todos los rincones de la nación. La gente aturdida y cansada no parece saber ni para dónde van ni de dónde vienen. Parecemos un rebaño de desesperados sin liderato y sin metas. Todos parecen saber que hay crisis, pero solamente parece que a un puñado les importa. En el desenfreno cotidiano parece que no tenemos tiempo a pensar, a entender el porqué de nuestra situación. Para la manada resulta menos irritante vivir en la obscuridad de las cavernas, siempre temerosos a buscar la luz de la verdad.
Podríamos continuar y llenar miles de páginas señalando lo que se debió haber hecho y no se hizo. Pero todo lo dicho es producto de una enfermedad más grave que hay que señalar o viviremos eternamente sujetos a repetirla.
Sería simplista decir que existe sólo un problema, pero hay muchos y complejos. La cantidad de variables para explicar las causas de los problemas que adolece nuestra nación puertorriqueña ocuparían muchas páginas de un periódico. Mi nación está en necesidad de comenzar a mirarse internamente, necesitamos desprendernos de un liderato y un sistema que por años nos han embaucado haciéndole creer a la nación su infalibilidad, burlándose del pueblo con sus mentiras y engaños.
Los políticos continúan acumulando en su largo historial sus repetidas y engañosas promesas. Las palabras de estos personajes solo tienen credibilidad en los anestesiados cerebros de una clase adormecida, atontada por falsos valores, deslumbrada por el brillar pasajero de unas pocas monedas doradas que se les escurren entre los dedos. Precio con que los usureros han conquistado el mundo y los serviles se lo hemos permitido.
Podríamos fingir que no vemos, no oímos y no hablamos, entonces, finalmente, nos habremos desterrado a vivir en el mundo de las sombras. No podemos permitir que la mediocridad del entendimiento nos robe nuestra riqueza material y moral.
Los quejosos se lo achacan a todo. Los más corruptos pretenden convencer a los burlados a que entreguen lo que les queda de dignidad. En el miedo del colonizado y con poca memoria histórica no buscamos la razón. Nos aterroriza ser libres y tratamos de explicar, aun cuando estas sean las más serviles excusas para entregarnos a la sin razón.
La esperanza está en que todos nos indignemos. Pero lo más importante es que nos comprometamos. Se necesitan líderes pensantes, de irreprochable conducta, liberados de los temores inculcados por el pasar de los tiempos. Se necesita de los trabajadores, de los intelectuales, de los ricos en espíritu, se necesita de todos los que tengan conciencia de que tenemos que poner el mundo a salvo de los depredadores que nos amenazan.
No podemos estar ni sordos ni ciegos a lo que nos rodea.