Numerosos creyentes malentienden el significado de la unción del Espíritu Santo. Algunos suponen que solamente los pastores y líderes cristianos han sido ungidos para cumplir un llamado específico de Dios. Inclusive, se ha difundido en muchas congregaciones evangélicas la errónea enseñanza de que nadie puede cuestionar a los ungidos del Señor. También vemos que la palabra unción es usada con frecuencia de manera errada. Algunos cristianos suelen decir: “Hoy hubo una gran unción”, “el pastor no está ungido”, “en esa iglesia no hay unción”.
Lo primero que debemos entender es que ungido significa escogido. La Biblia enseña que “Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y que él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hch. 10:38 RVC).
Después que Jesucristo subió a los cielos envió al Espíritu Santo (Hch. 2:33).
Todas las personas que creen en Cristo han sido ungidas con el Espíritu. Esto quiere decir que una persona ungida está llena del Espíritu Santo y tiene el poder de Dios para obedecer su voluntad. Dios no unge a creyentes especiales. Todos aquellos que han depositado su fe en Cristo Jesús reciben la unción del Santo (1 Jn. 2:20).
Pablo dice en su epístola a los Colosenses que Dios afirma a los creyentes en Cristo. Él nos ha marcado con su sello, y ha puesto en nuestro corazón el Espíritu Santo como garantía de las promesas que vamos a recibir (2 Co1:21-22). Por lo tanto, los líderes religiosos no son los únicos que tienen la unción para cumplir los propósitos del Señor. Todos los cristianos han sido ungidos para hacer las obras que Dios preparó de antemano (Ef. 2:10). También debemos comprender que la unción del Señor no nos ha sido dada para que realicemos las asombrosas obras que Jesús hizo, porque es imposible para el hombre realizar milagros y prodigios.
Dios ha enviado al Espíritu Santo para abrir los ojos de los ciegos espirituales y guiarlos a Su luz admirable. Él es quien nos da convicción de pecado, de justicia y de juicio (Jn. 16:8). El Espíritu Santo nos libra del pecado y de la muerte (Rom 8:1-2). Nos capacita para cumplir la ley de Dios (v.3-4). Cambia nuestra naturaleza (v.5-11). Nos empodera para tener victoria sobre la carne (v.12-13). Confirma nuestra adopción (v.14-17). Garantiza nuestra gloria (v.23). Y Él es quien intercede a favor nuestro para que se cumpla la voluntad de Dios en nuestras vidas (v.27-28).
Sin el Espíritu Santo no hay salvación. Es a través de la obra del Espíritu que nosotros recibimos y disfrutamos de la libertad que el Padre compró a través de Su Hijo Jesucristo en la cruz del Calvario.
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