“No tenemos otra alternativa que soñar…, con la esperanza de que ese mundo mejor tiene que ser realidad, y será realidad si luchamos por él. El hombre no puede renunciar nunca a las utopías. Es que luchar por una utopía es…, construirla”
Fidel Castro
Yo veo el mundo diferente aun cuando podríamos tener metas similares.
Fidel Castro no completo la utopía que soñó, ni Cuba tampoco, pero si habido alguna vez algún gobernante o nación en este mundo que se acercara a esa aparente inalcanzable meta, han sido los cubanos. Cuba no es perfecta y se han cometido múltiples errores. Pero los logros que ha tenido la Revolución Cubana no se pueden cuantificar, son demasiados. Castro y el pueblo cubano han sido responsables de ello.
La Cuba Revolucionaria que yo conocí es la de un pueblo de contagiosa alegría, ya fueran obreros, estudiantes, profesionales o atletas, jóvenes o no tan jóvenes. Todos ellos con un amplio conocimiento de su propia historia y una rica cultura envidiada por muchos que conozco. Bien informados de las noticias internacionales estos elocuentes conversadores hablan sin temor. Los quejosos, con una que otra excepción tienen un claro entendimiento de sus circunstancias y son definitivamente defensores del ausente comandante. Entienden la necesidad de cambios, pero no abrazan la idea de cambiar el sistema existente. Lo protegen celosamente y la defienden con contundente lógica.
Cuba no es el lugar de antaño. En Cuba se sembró la esperanza, no sólo para ellos sino para millones de personas alrededor del mundo. Ese mundo utópico al que él hizo referencia es construible. La tarea no ha terminado. Se escucha el eco una y mil veces de los cubanos que “falta mucho por recorrer, pero es alcanzable”, siempre creyendo en que lo imposible es posible.
Un poco de historia
En el 1959 Cuba era para todos los efectos parte de los Estados Unidos. Era en esa época en que los cubanos con el poder político y económico se ensañaban con los humildes y trabajadores. Los mayordomos de la mayor de las Antillas rendían culto a los estilos del norte siendo hábiles marionetas de los titiriteros estadounidenses.
Todos entendemos eso a cabalidad porque lo hemos vivido en nuestra propia tierra.
Castro fundamenta la revolución como “la revolución contra la esclavitud de la mente y del alma”. Es en ese marco precisamente que la revolución cubana se sostiene. Han podido mantener esos postulados rompiendo los miedos de la mente.
Pero esa tarea no la hizo posible un solo hombre, tampoco fue obra de un puñado de hombres. Esa revolución la parió el pueblo cubano, aislados, con escasez de recursos, constantemente amenazados, con extenuante dolor, a sabiendas que esa criatura iba a ser ejemplo para los que pretenden una mejor vida, para los que creen en que había que romper con la esclavitud existente.
Esa criatura creció superando todos los presagios, superando todas las calamidades, amamantándose de libertad, acariciado y mimado por sus creadores. Sus enemigos desde afuera, como Herodes en su palacio, pidiendo la cabeza del niño que ya daba señas de su sabiduría y del peligro que este representaba a la corrupción y enajenación de antaño.
Toda moneda tiene dos caras.
Mientras Castro entra triunfante en La Habana a principios del ’59, fuerzas estadounidenses salen del Líbano al que habían invadido. La lucha contra el racismo estaba en su apogeo en los EE. UU. y el presidente Eisenhower rechaza un acuerdo soviético para prohibir las pruebas nucleares. En menos de tres años a Cuba le cierran el 95% del mercado azucarero, los invaden, rompen relaciones con ellos y ven cuando mandan tropas a Laos y Líbano. No me imagino a un Castro tranquilo fumándose uno de aquellos famosos cigarros esperando que le pasaran el rolo por encima. Él hizo lo que tenía que hacer evitando ser estrangulados económicamente porque no cedía a las condiciones estadounidenses. Les dibujo este cuadro solo para señalarles que los EE. UU. mantenían una política agresiva y donde a pesar de existir el bloque soviético como contrapunto, los estadounidenses eran los “guapos del barrio”.
Fueron muchos los que señalaron que la política agresiva estadounidense empujo a Castro a decidir su futuro ideológico. Muchos acusan a Castro de ser un dictador desde el 1959. Honestamente he perdido la cuenta en 62 años de las veces que he escuchado que Fidel fue un dictador. Lo que pocos saben es que en Cuba se llevan a cabo elecciones, y se eligen personas para un congreso nacional. Personas humildes, envueltas en la política del pueblo. Tienen en Cuba un sistema de elecciones digno de copiarlo para todo el mundo. ¡Que Fidel fuera electo en alguna posición! ¡Seguro que sí! El porqué de esto solamente el pueblo, los que votan por él pueden contestar eso.
Bush “ganó” las elecciones con el voto de una Corte Suprema donde la mayoría de los jueces o eran amiguitos o habían sido nombrados por su papa. Esto lanza sombras sobre las llamadas “democracias” o sistema de elegir gobernantes.
Castro tuvo que decidir entre unos, que desde el primer momento le tiraron a la yugular y otros también conocidos, pero con una filosofía política más cónsona a la que él creía y a la que eventualmente Cuba se afianzo. Castro nunca fue igual a los “presidénticos” que han invadido el mundo en que vivimos.
Tú crees en la democracia, yo también. ¿Ahora de cual hablamos? ¡Estamos hablando acaso de la de Bolsonaro (! Qué asco !). La de Trump: (! Habremos perdido la memoria ¡) o la de Iván Duque: (! Repugna ¡)
Las democracias que hemos conocido o los intentos genuinos de los pueblos de liberarse han sido destruidos por los intereses estadounidenses. Por el contrario, la cantidad de dictadores apoyados por los poderosos intereses económicos y políticos en los EE. UU. me hace preguntarme una y mil veces: ¿Cuál es la democracia que yo busco?
Lejos de ser perfecto, el sistema en Cuba representa más que eso en la vida tumultuosa en que vivimos. Siguen siendo una esperanza y quizás la única esperanza de una vida nueva, de un hombre nuevo. Su ejemplo es para la humanidad.
Por el otro lado no podemos tolerar a las mismas sanguijuelas que se aprovechan del dolor y la angustia de los pueblos para tratar de destruirlos. Estos eternos lacayos que tienen un historial bien conocido por todos de abuso, de engaño y de mentira existen en la sociedad haciendo malabares para continuar su existencia como proxenetas de un sistema corrupto, insensible y desgastado. Me lleno de vergüenza ajena causándome profundo dolor que llamados líderes de algunas naciones se atrevan a hablar de justicia para un pueblo asediado por hordas de mercenarios que intentan borrar del mapa a una nación en crisis. No es la primera vez, ni será la última: no hay que ser un iluso para entender la hipocresía existente, ni tampoco que por su poder militar y económico trataran de imponer sus actos criminales. Traten a Cuba con decencia y justicia.