Trabajando a cien grados, construyendo casas de ladrillos, cambiando techos
Desde mi primer verano conocí las altas temperaturas de Connecticut, pero en grados Fahrenheit que tuve que traducir con dificultad al Celsius. Tenía problemas para leer los termómetros en casos de fiebre hasta que mal aprendí los secretos del complejo sistema de medidas ingleses y olvidarme del métrico decimal con sus más legibles kilos, metros, termómetros y barómetros.
Desde aquellos tiempos me llamaron la atención los trabajadores de la construcción que lidiaban con la pavimentación de veredas y calles en labores para mi insufribles ya que en uno de mis trabajos de emergencia al que me obligaba por estar en la lista negra de los esbirros de Pinochet que practicaban el genocidio laboral, trabajé unos dos meses en el verano acarreando ladrillos y preparando las mezclas de la arena, el agua y el cemento. Era joven, pero debido el calor insoportable, el supervisor nos permitía pequeños descansos siempre que no se diera cuenta el contratista ni el arquitecto.
Por eso, viendo a los trabajadores durante calurosos veranos, me sentí hermanado con personas mestizas de origen peruano, chileno o latino de espaldas al sol, aplanando superficies de concreto o con pala y chuzo abriendo la base para las nuevas veredas.
Hoy en el ardiente verano de 2025, estas imágenes se repiten, pero con un agravante. El gobierno de Donald Trump ha desatado una persecución contras quienes no seamos blancos, nos ha degradado llamándonos violadores, ladrones, corruptos, traficantes de drogas y yo pienso que el corrupto es él y todos los billonarios que le rodean haciendo trampas legales de las cual es un experto pero que le ha valido, gracias a Dios, 34 acusaciones en Nueva York de delitos financieros o “deals.”
Hoy, bajo este gobierno he notado algo nuevo que se traslucen en los ojos de los trabajadores de la construcción que llegan sudorosos a comprar hielo o botellas de agua a mercaditos del área. Es el temor, porque la MIGRA con sus matones enmascarados pueden aparecer a lugares de trabajo destruyendo con las detenciones la vida de una familia.
Reinaldo, uno de ellos, me dijo que el verano es una pesadilla porque la paga no es suficiente y si se quejan al contratistas éste sujeto les dice “no reclames, afuera hay otros esperando una vacante.” Estos explotados por la avaricia y prácticas ilegales de trabajo no se encargan de asegurar hielo y agua fría, ni proveen durante horas de trabajo al menos un tiempo necesario para que descansen y se repongan de las duras labores bajo el sol.
Recientemente algunos legisladores demócratas han manifestado su preocupación por este tipo de explotación laboral que es parte de la sacrificada vida de miles de trabajadores en Connecticut.
Le pregunte a Reinaldo y a uno de sus compañeros de trabajo si los contratistas les proveían tiendas para cubrirlos del sol en las áreas donde se desempeñan y se extrañaron de mi pregunta. “En invierno mal cubren los edificios en construcción con plástico y allí nos defendemos del frio. En otoño y primavera al menos la situación es más o menos soportable,” respondió Andrés añadiendo que el contratistas argumenta frente a peticiones que él “los protege si llega la Migra, así es que, “no reclamen.”
En ocasiones y en días cercano a los 100 grados, donó bolsas de hielo y agua entendiendo que sin una tienda de lona por sobre las cabezas de los trabajadores bajo el sol, sufren el peligro de derrames cerebrales o agotamientos.
Desde esta columna les doy las gracias y espero que concejales y alcaldes aboguen por los derechos de los trabajadores de la construcción y otros que se desempeñan en caminos y carreteras bajo el sol. La protección a quienes se exponen al sol es un derecho humano.
La estadísticas informan que entre un 50% a 70 % de la peligrosa insolación fatal ocurre en los primeros días de trabajo porque el cuerpo humano no ha recibido una exposición lenta al calor global.
Nota del Editor: 100 grados Fahrenheit representan 37.70 grados Celsius