Samaná está al este de la isla-nación, de frente a la bahía de su mismo nombre. Con sus hermosas playas, esta parte de dominicana se había convertido en un activo centro de refugio para todos en el mundo. En poco tiempo el samanes desarrolló un moderno centro de investigación científica acompañado de una moderna facilidad hospitalaria y una universidad de las mejores en el hemisferio. La cooperación de un sinnúmero de naciones amigas y de cooperativas locales que exportan sus productos agrícolas hicieron esto posible. Los nuevos mercados mundiales les daban preferencia a estos productos por la alta calidad de estos.
Allí mi familia se radicó. Con los giros que el mundo había tomado ante la crisis mundial, los países que sobrevivieron la gran debacle fueron los más pobres, irónicamente los más fortalecidos para una rápida recuperación.
A los antiguos problemas energéticos le dieron solución con generadores solares que facilitaban la energía a la creciente población. Contaban con un eficiente servicio sin contaminantes ambientales y libres de compromisos financieros con los depredadores petroleros.
Comienzo
Ya se acercaban las nueve de la noche en esta parte del mundo. Las estrellas se podían ver claramente desde la rustica terraza, en la parte posterior de nuestra pequeña casita. La iluminación era tenue pues
la población creo conciencia de las limitaciones que habían tenido en épocas no muy lejanas y ahorraban energía. A pesar de que la Cooperativa de Energía Caribeña pertenecía a los residentes de esa parte del país.
Era la hora 21, la BBC comenzaba sus transmisiones a tiempo y yo trataba de mantenerme informado de lo que ocurría en nuestro planeta. Los británicos, aunque extremadamente perjudicados por los sucesos mundiales, mantenían la puntualidad de sus transmisiones. Las transmisiones estadounidenses habían cesado en el ámbito internacional.
Escape
Comenzó en New Haven. Fue una travesía larga y tediosa ya que tuvimos que irnos por carreteras secundarias para evadir, lo mejor posible, las inspecciones rutinarias. Cruzamos la frontera en San Antonio, gracias a un viejo amigo que era supervisor de una unidad de la Agencia de Seguridad Nacional (A.S.N.)
Llegamos a Tampico, luego de un largo viaje, donde nos esperaba una pequeña embarcación que nos llevaría a dominicana. Mi primo Luis, ya radicado en tierra dominicana, me consiguió una bella casita para que mi familia residiera. Éramos sin ninguna duda, de los más afortunados.
Pasado Inmediato
Tenía grabadas en mi memoria la serie de sucesos que transcurrieron en ese pasado inmediato. Nadie en su sano juicio se hubiese atrevido a predecir lo que ocurriría en la tierra de las oportunidades.
Tampoco yo
Desde la rápida caída de Afganistán y la debacle en Ucrania, sucesos que los adormecieron a todos y al despertar, como en un sueño, todo había cambiado.
Todavía recuerdo como…
Primero fueron las pandemias, los centros de salud abarrotados, de personas muriendo. No existían recursos para atender a millones de afectados. Las compañías farmacéuticas multiplicaban sus ganancias y la población sus millones de muertes. Ante el caos existente la población comenzó a exigir de los gobernantes… Entonces comenzaron a suceder, casi con precisión matemática los desastres ambientales. Incendios forestales, inundaciones inesperadas, poderosas tormentas, costas afectadas, en fin, cambios climáticos que estaban transformando el globo terráqueo.
El silencio era sepulcral. Pocas personas caminaban por las calles y aquellos que se arriesgaban iban con un paso rápido, asustados de ser detenidos. El centro de la ciudad estaba totalmente desierto. Nadie se
acercaba a la una vez brillosos edificios, hoy callados monumentos de la tragedia de esa nación. Nada marchaba bien. No fue un ataque nuclear, ni fueron armas biológicas. Tampoco fue un acto de protesta. Fue algo como una nube imaginaria, cuando el pavor se apoderó de todos.
Se ausentaron los clientes de los centros comerciales, se cerraron fábricas. Se suspendió la transportación pública. Pocos automóviles transitaban y aquellos que lo hacían, cruzaban de un lado a otro como perseguidos por un fantasma. Las escuelas habían sido cerradas, los hospitales habían limitado todos sus servicios. El hedor a desperdicios amontonados se multiplicaba cada día que pasaba. Pocos supermercados quedaron abiertos. Contingentes de la A.S.N. velaban por que se mantuviera el orden, evitando el pillaje o el asalto a los que compraban los escasos alimentos que ofrecían estos mercados. Los alimentos frescos eran cosa del pasado. Ya el país no los producía. Los productos eran extranjeros, enlatados. De baja calidad, como lo que exportaban en ese pasado.
Primero fueron los avisos esporádicos de imaginarios actos terroristas. Luego las amenazas de invasiones. Ni una cosa ni la otra. Entonces vino el desmadre.
Primero fueron los “extranjeros”: los detenían en todos lados. Familias enteras fueron deportadas. Otros se cree que están en “campamentos” en Oklahoma o Montana.
Miles de trabajadores, comenzaron a emigrar. Los que trabajaban en la construcción, en la limpieza, en el recogido de basura, los que hacían el trabajo duro en la agricultura se habían ido. Cientos de miles de familias abandonaron sus pequeños negocios, sus casas.
Los perseguidos regresaron a la tierra de sus ancestros, unidos a nuevos emigrados, que habían aportado con su conocimiento y sudor al desarrollo de aquel desvalido Viejo Mundo.
Desterrados de su propia nación.
Los más acomodados habían salido en vuelos hacia Sur y Centroamérica, Asia y África. Los hospitales, las universidades, las grandes y pequeñas compañías que necesitaban de ingenieros, científicos, enfermeras, médicos, profesores quedaron virtualmente paralizadas.
El gobierno había enterrado la ponzoña de la duda cuestionando la lealtad de los diferentes grupos étnicos.
Esa horrible nube de desesperación cubría lo que fue una soberbia y productiva nación. Una nación que había dominado el mundo, cuya población representaba el 4% de la población mundial y consumía el
60% de sus recursos naturales. Una nación que predicaba igualdad y justicia para todos.
Una nación que simplemente cayó en la inexorable sentencia histórica de su propia destrucción.