JAKARTA, Indonesia (AP) — Los soldados de una región rural de Myanmar retorcieron la piel de un joven con pinzas y lo patearon en el pecho hasta que no pudo respirar. Luego lo provocaron diciendo cosas de su familia: “Tu madre ya no te puede salvar más”, le dijeron.
El muchacho y su amigo, detenidos al azar mientras iban a sus casas en bicicletas, soportaron horas de agonía adentro de un edificio municipal transformado en un centro de torturas.
“Voy a morir”, pensó el joven, mientras veía estrellas en sus ojos. “Te quiero, mami”.
Desde el golpe de febrero, los militares han estado torturando a los detenidos en forma metódica y sistemática en todo el país, según comprobó The Associated Press a través de entrevistas a 28 personas presas y liberadas en los últimos meses. A partir de evidencia fotográfica, bosquejos y cartas, junto con el testimonio de dos capitanes militares y un ayudante de un militar de alto rango, la investigación de la AP representa la mirada más profunda ofrecida hasta ahora a la situación en Myanmar y a un sistema de detenciones secretas con más de 9.000 presos.
Si bien la mayor parte de las torturas suceden en instalaciones militares, también se están empleando edificios públicos, incluidas oficinas municipales, según los presos. La AP identificó una docena de centros de interrogación en todo el país, además de las cárceles y las comisarías policiales.
Los presos entrevistados son de todo el país e incluyen desde una niña de 16 años hasta un monje. Algunos fueron arrestados por protestar contra los militares, otros sin razón aparente. Numerosas unidades militares y la policía participan en los interrogatorios y emplean los mismos métodos de tortura.
Los militares de Myanmar tienen un largo historial de torturas, sobre todo antes de que se iniciase una transición hacia la democracia en el 2010. Si bien antes la usaban en contra de grupos étnicos, ahora se la aplican a todo el mundo, de acuerdo con la investigación de la AP. Las técnicas descritas por los presos son similares a las del pasado: Descargas eléctricas, submarinos y constantes golpizas.
Esta vez, sin embargo, las torturas han adquirido una escala y una severidad sin precedentes, según la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos (AAPP), que lleva la cuenta de detenciones y muertes. Desde febrero, dice la organización, las fuerzas de seguridad mataron a más de 1.200 personas, incluidas al menos 131 que fallecieron durante sesiones de torturas.
“Los militares torturan a los presos, primero en represalia, después para conseguir información”, expresó Ko Bo Kyi, secretario adjunto de la AAPP y expreso político. “Creo que en muchos sentidos los militares se han vuelto más brutales”.