Vencer la apatía es fundamental para no caer en las garras de la depresión. La apatía no solo es una falta de emoción y entusiasmo sino un estado de indiferencia generalizado hacia la vida en el que nos faltan las fuerzas y las ganas. Nuestras metas pierden su sentido y nos sentimos paralizados, incapaces de encontrar la motivación necesaria para seguir adelante.
Apatía, una definición más allá de la falta de pasión Para comprender la definición de apatía debemos remontarnos a su origen etimológico. Esta palabra proviene del griego ἀπάθεια (apatheia), que deriva de “phatos”, y significa emoción, sentimientos y/o pasión. Por tanto, el concepto de apatía hace referencia básicamente a la ausencia de pasión y sentimientos. De hecho, cuando nos sentimos apáticos experimentamos un estado de embotamiento afectivo. No estamos deprimidos, simplemente nos falta la pasión y la pulsión de las emociones y sentimientos. Sin embargo, la apatía no es solo la falta de emoción y entusiasmo sino un estado de indiferencia generalizado en el que no respondemos a los aspectos de nuestra vida emocional, social y/o física.
En la mayoría de los casos, la apatía es simplemente una señal de que necesitamos descansar. Es una especie de “mecanismo de desconexión automático” para que hagamos un alto en la vertiginosidad cotidiana y descansemos. En otras ocasiones es un síntoma de un problema más profundo y expresa una insatisfacción con el estilo de vida que estamos llevando y las metas que nos hemos propuesto.
Si esa apatía solo dura unos días y desaparece tal como llegó, no es motivo de preocupación. Pero si nos acompaña durante varias semanas podría ser la antesala de la depresión. De hecho, numerosos estudios han hallado una correlación entre la apatía y la depresión, si bien no son lo mismo. Dado que no somos inmunes a ese estado, es importante saber cómo combatir la apatía cuando intenta instalarse en nuestra vida.
El tratamiento de la apatía para volver a ponerse en marcha:
1. Comprometerse con el cambio y creer que es posible Independientemente de las circunstancias que nos han llevado a sentirnos apáticos, lo cierto es que ese estado se mantiene debido a la perspectiva que tenemos ahora mismo.
2. Descubrir el origen de la apatía y hacer las paces con el pasado Un tratamiento de la apatía que no tenga en cuenta sus causas sería como poner una tirita sobre una herida abierta. Si no se dan puntos de sutura, la herida no cerrará bien y volverá a abrirse al menor descuido.
3. Echar mano a la fuerza de voluntad Cuando no hay ganas, hay que recurrir a la voluntad. De hecho, a lo largo del día realizamos muchas cosas movidas exclusivamente por la fuerza de voluntad y la disciplina, no porque tengamos ganas de hacerlas. Las ganas son importantes para construir la vida que queremos.
4. Pasar de la pasividad a la resolución de problemas La apatía nos encierra en una espiral descendente porque nos dificulta dar el primer paso que nos ayude a salir de ese estado. La buena noticia es que, una vez que ponemos el “motor en marcha”, es más fácil seguir avanzando.
5. Incorporar algo novedoso en la rutina cotidiana, Aunque hayamos entrado en un estado apático, es probable que tengamos que seguir adelante con nuestra rutina. Tendremos que trabajar igualmente, aunque rindamos la mitad, y tendremos que encargarnos de las labores domésticas, aunque no nos apetezca o cumplir con los compromisos sociales que no podemos cancelar.
Los principales síntomas de la apatía:
•A nivel físico nos sentimos más pesados, es como si pedaleásemos con el viento en contra, de manera que cada pedaleada nos cuesta una energía enorme. Nos sentimos completamente agotados y el descanso habitual no basta para reponer las fuerzas.
•A nivel cognitivo, no encontramos nada desafiante ni interesante. Todo nos da lo mismo. Ningún estímulo intelectual nos entusiasma. Ninguna idea nos convence. No sentimos la necesidad de explorar o conocer cosas nuevas.
•A nivel emocional nos sentimos completamente drenados. Nada tiene el poder de alegrarnos lo suficiente como para activarnos, pero tampoco nada nos enfada ni incomoda demasiado. Simplemente vivimos en un estado de letargia y aplanamiento afectivo.
•A nivel volitivo no encontramos la energía y la motivación necesaria para ponernos en marcha. Es como si nos hubiésemos quedado sin batería. Cada vez que intentamos hacer algo, sentimos que requiere un esfuerzo sobrehumano. ¿Cuándo sentir apatía se convierte en un problema? Sentir apatía no tiene que ser, necesariamente, la señal de un problema. De hecho, para los filósofos estoicos la apatheia era un estado mental en el que nos libramos de las alteraciones emocionales. Implicaba la eliminación de las reacciones emocionales a los eventos externos que escapan de nuestro control.
Quizá no lo descubramos inmediatamente, pero cuando conozcamos la respuesta, simplemente tenemos que hacerlo. Cuando nos ponemos en marcha y hacemos algo que tiene sentido o que nos hace sentir bien, la suma de esos pequeños esfuerzos va inclinando la balanza de la apatía hacia al interés. La indiferencia va dejando paso a la curiosidad y las ganas de vivir. Una vez que el “motor” se enciende, todo es más sencillo.
Fuentes:
Cathomas, F. et. Al. (2015) The translational study of apathy—an ecological approach. Front. Behav. Neurosci; 9: 241. • Ishizaki, J. & Mimura, M. (2011) Dysthymia and Apathy: Diagnosis and Treatment. Depress Res Treat; 893905. • Goldberg, Y. K. et. Al. (2011) Boredom: An Emotional Experience Distinct from Apathy, Anhedonia, or Depression. Journal of Social and Clinical Psychology; 30(6): 647-666.
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