Todavía seguimos atravesando esta Pandemia. Y cada vez son más y más los problemas asociados con la misma. Pero de todos, el precio más alto se paga dentro del hogar. Lamentablemente, es imposible no abordar este tema tan complejo sin dar espacio a la violencia psicológica contra la mujer. Si bien la agresión psicológica en la pareja también la puede realizar la mujer contra el hombre, la violencia del hombre contra la mujer es mucho más frecuente.
Lamentablemente, son solo aquellos casos en los que la manipulación psicológica degenera en violencia física los que son noticia, pero hay muchas situaciones que quedan en la sombra. El manipulador emocional puede llevar distintas máscaras (el desinteresado, la falsa víctima, el mentiroso crónico, el mentor, el parásito…) pero creo que la mejor y más eficaz clasificación es siempre la dictada por el Dr. Robin Stern: el intimidante, seductor y el buen chico.
El intimidador aprovecha las amenazas y apunta al apocalipsis emocional con escenas de gritos y ofensas. Tampoco faltan las amenazas de abandono y cualquier cosa que pueda llegar a
golpear las inseguridades de su víctima.
El seductor es inicialmente gentil y atento. No es fácilmente reconocible y a menudo se lo confunde con la pareja perfecta. Por lo tanto, puede engañar hábilmente a su víctima durante mucho tiempo con la única intención de satisfacer sus deseos. Desde fuera se le ve como una persona cariñosa y cuando la víctima se da cuenta del engaño ya es demasiado tarde. Las primeras señales de advertencia son la sensación de inadecuación o desatención.
El buen chico se presenta similar al seductor y logra engañar a su víctima y a todos los que encuentra en su camino, desde sus familiares hasta sus amigos. Por lo general, su técnica se basa en seguir los deseos de la víctima con palabras, pero luego adoptando comportamientos como boicotearlos con frialdad y falta de participación. Evidentemente, la responsabilidad se atribuirá exclusivamente a la mujer.
En dos de cada tres casos podemos ver fácilmente que la violencia psicológica contra la mujer es una forma tortuosa de maltrato, a menudo invisible y silencioso, donde la mayoría de las veces las mujeres ofendidas desconocen su condición de víctima.
Mientras que la violencia física, que desafortunadamente a veces resulta en feminicidio, es fácilmente detectable, la violencia psicológica vive en las sombras. Sin embargo, esto no es menos importante. Sus consecuencias a largo plazo son devastadoras y por ello es necesario reconocerlo a tiempo y encontrar una salida.
Manipulación emocional Cuando hablamos de violencia psicológica en pareja, hablamos de manipulación emocional. Crea una situación en la que las dos personas, por un lado, el manipulador y por otro lado la víctima, son complementarias.
De hecho, la mujer busca cariño, aprobación, poder confiar en alguien mientras que el manipulador busca el control y necesita tener siempre la razón. No es solo un problema que puede ocurrir dentro de la pareja, sino que también puede pasar por una manipulación emocional en el lugar de trabajo,
por ejemplo, por parte del jefe. Los primeros síntomas se manifiestan con una mayor ansiedad, una sensación de malestar y en la negación de la realidad para acomodar al manipulador.
LOS SIGNOS DE VIOLENCIA PSICOLÓGICA
El primer paso es reconocer si es víctima de violencia psicológica. A continuación, se muestran las señales a las que hay que prestar atención, tratando de hacer un autoanálisis lo más honesto y realista posible.
Actitudes pasivo-agresivas. Su objetivo es hacer que la mujer se sienta culpable, dudar de sí misma y de sus acciones. Se manifiestan con comportamientos ambiguos, caras alargadas, frases a medio romper, tonos de acceso sin ninguna motivación y toda una serie de actitudes que tienen como objetivo hacer que la mujer se sienta culpable por algo.
Silencio e indiferencia. Estas dos tácticas son las más fáciles de usar y tienen como objetivo hacer que la víctima se sienta abandonada a sí misma, sin ninguna consideración. Los sentimientos de ansiedad e incomodidad aumentan en la víctima.
Críticas y humillaciones. La crítica libre y la humillación constante tienden a devaluar la figura de la mujer tanto física como mentalmente. Son reconocidos porque son continuos y atacan a la mujer en muchos frentes, desde la simple vestimenta hasta el trabajo o su capacidad para criar hijos. El objetivo último es debilitar las defensas emocionales de la víctima, anular su autoestima, hacerla sentir inadecuada e inculcarle un profundo deseo de apegarse aún más a su verdugo.
Luz de Gas. Hemos visto antes esta técnica, que consiste principalmente en cuestionar las percepciones, la memoria y el sentido de la realidad de la víctima. El objetivo es aumentar el sentimiento de dependencia psicológica. Se realiza exclusivamente con palabras.
Inversión de roles. El perpetrador se convierte en víctima con el objetivo de transferir toda la responsabilidad a la mujer. Esta inversión de roles hace que la mujer se sienta culpable e intenta cumplir los deseos del manipulador para recuperar su confianza.
Celos patológicos. Esta condición que afecta al manipulador nada tiene que ver con sentimientos de amor o afecto. Para él, la mujer es de su propiedad y por ello está obsesionado con la posibilidad de que ella ya no lo satisfaga. Los celos patológicos se manifiestan con comportamientos obsesivos y reacciones violentas y exageradas, sin ninguna motivación real en la base.
Amenazas y chantajes. Estas señales son particularmente peligrosas porque pueden conducir a una violencia física real. Sin embargo, por lo general, la mujer manipulada simplemente satisface a su agresor y acepta sus demandas.
Desacredita a otros. El objetivo es aislar a la mujer de todos sus afectos y de todas sus amistades. Para ello, el manipulador desacredita a todas las personas que rodean a su pareja.