A lo largo de los años, he tenido la oportunidad de reunirme con muchas personas cuyos pesares parecen haberles llegado hasta lo más profundo del alma. En esos momentos, los he escuchado, y me he afligido con ellos por sus tribulaciones. He pensado en lo que podría decirles y me he esforzado por saber cómo consolarlos y apoyarlos en sus pruebas.
A veces, su angustia es el resultado de lo que para ellos parece ser un final; algunos se enfrentan al fin de una preciada relación, como la muerte de un ser querido o el distanciamiento de un familiar; otros piensan que afrontan el fin de la esperanza: la esperanza de casarse, de tener hijos, o de superar una enfermedad; otros quizás se enfrenten al fin de su fe, a medida que las voces confusas y conflictivas del mundo los tientan a dudar, e incluso a abandonar, lo que una vez supieron que era verdadero.
La situación de cada persona es diferente, y los detalles de cada vida son únicos; no obstante, he aprendido que hay algo que quitaría la amargura que experimentemos en la vida. Hay algo que podemos hacer a fin de que nuestra vida sea más dulce, feliz y hasta gloriosa. ¡Podemos ser agradecidos!
Tal vez suene contrario a la sabiduría filosófica, sugerir que la persona que esté llena de pesares le deba dar gracias a Dios. Sin embargo, aquellos que dejan a un lado la botella de la amargura y en vez de ello alzan la copa de la gratitud pueden encontrar una bebida purificante de sanación, paz y entendimiento.
En lo personal, solía frustrarme cuando las cosas no salían como deseaba, solía quejarme, incluso, hasta deprimirme. Pero entendí que mi felicidad no depende de lo que tengo o dejé de tener, no depende de las personas que me rodean; incluso, aprendí a ser muy selectivo y cuidadoso con mis amistades; ya que nuestra vida es un regalo de Dios, somos responsables de administrarla bien, y cada segundo es parte de nuestra valiosa vida, y hay que compartirla con personas que verdaderamente valen la pena y que nos aman incondicionalmente.
Aprendí que cada momento es único e irrepetible, y desde que amanece hasta que anochece trato de sonreír y ser agradecido con Dios y con las personas que me rodean y me han acompañado a lo largo de mi vida. Aprendí a ser agradecido en todo momento, y desde entonces, mi salud mejoró, me siento super bien física, emocional y espiritualmente; siento que soy una nueva persona. Ya que un corazón lleno de gratitud nos hace ver la vida diferente.
Tal vez el concentrarnos en qué es aquello por lo cual estamos agradecidos sea la manera equivocada de abordar el tema. Es difícil cultivar un espíritu de gratitud si nuestro agradecimiento solo es proporcional al número de éxitos que hemos obtenido. Es cierto que es importante “contar nuestras bendiciones” con frecuencia —y cualquiera que lo haya tratado sabe que son muchas— pero no creo que el Señor espere que seamos menos agradecidos en tiempos de dificultades que en tiempos de abundancia y comodidad. De hecho, en la mayoría de los pasajes de las Escrituras no se habla de estar agradecidos por las cosas, sino más bien se sugiere un espíritu o actitud general de gratitud.
Hay que considerar la gratitud como una disposición, un modo de vida que es independiente de nuestra situación actual. En otras palabras, en vez de estar “agradecidos por cosas”, nos concentremos en estar “agradecidos en nuestras circunstancias”, cualesquiera que sean.
Mucha gente tiene una mentalidad muy errónea de lo que es el concepto de la felicidad, piensan que para ser felices deben de tener dinero, sin embargo, existen muchos ricos que no son felices; con ello no digo que la riqueza es mala, sino lo malo es donde se pone el corazón, y si nuestro castillo se funda sobre la arena, entonces se derrumbará.
Recuerdo en uno de los videos motivacionales que subí en las redes sociales durante la Pandemia, en un momento bastante crítico para todos, siempre con mis clásicas frases: “No te rindas, sigue adelante, hay un propósito grande para tu vida…” Entre todos los comentarios, me llamó la atención uno que decía: “Tú hablas así porque tienes dinero. Ya que tienes tanto, mándame unos cuantos miles de dólares para que yo también sea feliz”. Pero en realidad , en ese momento yo no tenía ni un solo ingreso. Mucha gente tiene un concepto muy erróneo en cuanto a la riqueza, puede alguien ser muy rico económicamente, pero en lo interior estar en extrema pobreza. ¡La riqueza más grande radica en el corazón!
La decisión es nuestra; podemos decidir limitar nuestra gratitud, basándonos en las bendiciones que pensamos que nos faltan, o ser agradecidos en este mismo momento por la hermosa vida que Dios nos regala.
¡Qué bendecidos somos si reconocemos la mano de Dios en el maravilloso tapiz de la vida! La gratitud a nuestro Padre Celestial ensancha nuestra percepción y aclara nuestra vista; inspira humildad y fomenta la compasión hacia nuestro prójimo y hacia toda la creación de Dios. La gratitud es un elemento que promueve todos los atributos de nuestro Creador.
Ruego que vivamos cada día en acción de gracias, que permitamos que nuestra alma se ensanche en agradecimiento hacia nuestro misericordioso Padre Celestial. Que siempre y constantemente elevemos nuestras voces y demostremos, en palabras y con hechos, nuestra gratitud a nuestro Dios y a Jesucristo, quien por amor se entregó por nosotros. Nuestra gratitud para nuestro prójimo, a todas aquellas hermosas personas que nos rodean; mi agradecimiento por ti, mi amado lector, y mis oraciones para que Dios te bendiga y te guarde y te conceda los deseos de tu corazón.