¿Qué es la entropía psicológica? La entropía es un concepto que deriva de la termodinámica según el cual, los sistemas tienden a derivar hacia un estado de caos y desorden. En el ámbito psicológico, este concepto describe la cantidad de incertidumbre y desorden que existe dentro de un sistema. La Física y la Psicología no están tan lejos como uno puede pensar.
Una medida para evaluar el nivel de desorden de los sistemas, incluida nuestra mente, es la incertidumbre – el grado en que podemos saber cómo están dispuestos los diferentes componentes de un sistema en un momento determinado. Todas las cosas que componen nuestra vida se parecen a ese mazo de cartas. Es agradable tener la certeza de que nuestra pareja nos estará esperando en casa. Tener un trabajo seguro. Saber que las personas que amamos se encuentran bien. Conocer la hora exacta a la que partirá el autobús o el avión… Tener todo perfectamente organizado y planificado genera estabilidad y seguridad.
Sin embargo, las reglas del juego pueden cambiar en cualquier momento, como nos ha demostrado esta pandemia o como ocurre cuando nos mudamos a otro país. En esos casos, nuestros patrones cognitivos, el mapa mental que nos habíamos formado del mundo, no es suficiente para predecir lo que sucederá. Cuando no podemos predecir lo que sucederá y muchas de las cosas que ocurren pierden su sentido, solemos caer en un estado de máxima entropía mental. El caos exterior desorganiza nuestro mundo interior.
Como no tenemos asideros a los cuales aferrarnos, nos volvemos acríticos y consideramos todas las percepciones, desde el objeto más concreto hasta la ilusión más efímera, como representaciones igualmente válidas de la realidad. Cuando no tenemos certezas, todo es atendible y posible. A medida que nuestra visión se amplía también se desorganiza porque carece de los hilos conductores que habíamos utilizado para darle un sentido a la trama de nuestra vida y predecir el funcionamiento del mundo. Eso puede ser positivo o negativo.
Cuando no somos capaces de tolerar la incertidumbre porque esta ha erosionado las bases sobre las cuales habíamos construido nuestro día a día, el mundo interior perfectamente construido comienza a desintegrarse. Entonces tenemos dos opciones.
La primera de ella es sumirnos en el caos y permitir que reine la entropía, en cuyo caso es probable que terminemos desarrollando trastornos como la ansiedad, la depresión o incluso una psicosis. De hecho, una teoría psicológica indica que la incapacidad para revisar nuestras estructuras interpretativas después de sufrir un trauma conduce al desarrollo del trastorno de estrés postraumático. Ese trastorno sería el resultado de nuestra incapacidad para crear un relato narrativo coherente del trauma que vuelva a poner orden en nuestro mundo.
La segunda alternativa es esforzarnos por disminuir el nivel de entropía hasta llegar a un nuevo punto óptimo de equilibrio que nos permite tolerar la incertidumbre mientras desarrollamos percepciones del mundo lo suficientemente predecibles como para permitirnos continuar con nuestra vida.
La buena noticia es que la incertidumbre siempre nos plantea un desafío adaptativo crítico que, al menos en teoría, debería motivarnos a actuar para mantenerla en un nivel que podamos gestionar. Es precisamente en esos momentos, según Jung, cuando se producen los cambios más transformadores en nuestra vida.
Este psicoanalista creía que cuando experimentamos un evento importante que pone en tela de juicio algunas de nuestras suposiciones o creencias más asentadas, nuestro equilibrio sufre una oscilación violenta. Durante ese periodo, es normal que nos sintamos angustiados, ansiosos y/o desorientados. Es como si estuviéramos viviendo un terremoto psicológico.
Tras luchar contra esas nuevas ideas, percepciones o sombras, finalmente se forma una nueva actitud, sistema de creencias, forma de pensamiento o estilo de afrontamiento. Llegamos a un nuevo equilibrio que suele ser más enriquecedor que el anterior. Curiosamente, esa nueva formación será más sólida cuanto más difiera de la actitud original.
Una estrategia para minimizar el impacto de la incertidumbre y proteger nuestro equilibrio mental consiste en desarrollar mapas mentales flexibles de nuestro entorno que nos orienten en medio del caos para alcanzar nuestros objetivos más importantes. Cuando las condiciones cambian, obsesionarnos con los detalles hará que desperdiciemos una energía valiosísima. En su lugar, debemos reorganizar rápidamente nuestro mapa mental para centrarnos en las metas realmente importantes en la vida. Así tendremos un asidero en medio de la tormenta, un faro que nos guiará.
En cualquier caso, aunque todos necesitamos cierto grado de certeza cognitiva y previsibilidad en nuestra vida, también debemos aceptar que formamos parte de un ambiente natural y social que está supeditado a cambios constantes y que posee un componente intrínsecamente caótico e inestable. La entropía no es nuestro enemigo, es un rasgo más de nuestra mente, la naturaleza y el universo.
Los sistemas auto organizados – como nosotros – están involucrados en un diálogo continuo con el medio ambiente y deben adaptarse a las circunstancias cambiantes para mantener la entropía interna en un nivel manejable. Es decir, si no somos capaces de tolerar la incertidumbre del mundo, cada cambio nos desestabilizará psicológicamente. Por tanto, debemos aceptar que somos equilibrio y caos. Estabilidad y cambio. Asumir esos cambios forma parte de la vida y promueve un mayor bienestar. La clave consiste en aceptar lo que no podemos cambiar y transformarnos para adaptarnos mejor a cada demanda externa. Paradójicamente, cuanto más abracemos el caos, más cerca estaremos de la serenidad.