Por: Waldemar Gracia
Nos creíamos tan grandes y somos tan vulnerables y tan pequeños. Estamos todos cruzando en la misma barca. Pero no estamos solos. ¡Jesús está con nosotros!
El miedo, la preocupación y el estrés son respuestas normales en momentos en los que nos enfrentamos a la incertidumbre, o a lo desconocido o a situaciones de cambios o crisis. Así que es normal y comprensible que la gente experimente estos sentimientos en el contexto de la pandemia COVID-19.
Al temor de contraer el virus en una pandemia como la de COVID-19, se suma el impacto de los importantes cambios en nuestra vida cotidiana provocados por los esfuerzos para contener y frenar la propagación del virus. Ante las nuevas y desafiantes realidades de distanciamiento físico, el trabajo desde el hogar, el desempleo temporal, la educación de los niños en el hogar y la falta de contacto físico con los seres queridos y amigos, es importante que cuidemos tanto nuestra salud física como mental.
La OPS/OMS, junto con sus colaboradores, está brindando orientación y asistencia a la Región de las Américas durante la pandemia COVID-19, para ayudar a apoyar el bienestar mental y general de todas las personas, especialmente de aquellos que podrían necesitar apoyo adicional durante estos difíciles momentos.
¿Qué puede hacer la Iglesia?
- Dar esperanza y enfrentar el miedo con información precisa y aliento a través de nuestra fe.
- Mantener a la comunidad de adoración y más amplia conectada, si necesario a través de mensajes, teléfono y en línea, en caso de cuarentena e interrupción de relaciones físicas.
- Expresar la compasión y el cuidado de Dios a la gente afectada en nuestras comunidades, recordando que las que ya son más vulnerables serán las más afectadas.
Las Iglesias son, por supuesto, partes integrantes de sus comunidades y a menudo están en la primera línea de responder a los desastres, tanto de manera práctica como pastoral. La experiencia de epidemias anteriores ha demostrado que las iglesias están particularmente bien situadas para generar confianza y esperanza, para contrarrestar el miedo y para construir la resiliencia de la comunidad, así como la resiliencia mental y espiritual individual.
En medio de las guerras, crisis, enfermedades y la muerte, y cuando la lógica, la ciencia y la autosuficiencia del ser humano ya no dan más respuestas, el mismo hombre y mujer encaran su lado espiritual pidiendo auxilio divino. El enemigo del virus es invisible, una presencia que amenaza y que no vemos. Y por eso, tal vez, buscamos la respuesta también en el ámbito de lo divino que también es invisible.
Tenemos que pedir a Dios una fe que nos haga sentirnos un cuerpo con los demás, no sólo con los cristianos, sino con todo el mundo. Que nos dé la experiencia del cuerpo que Pablo pide a los corintios, en que “si un miembro sufre, sufren con él todos los miembros; si un miembro es honrado, se alegran con él todos los miembros” (1 Co 12,26).
Medidas preventivas
A todos los miembros de la Iglesia se les invita a seguir estas recomendaciones de salud durante esta temporada de resfriados y gripe. Estas precauciones incluyen:
- Lávese las manos regularmente y a fondo con agua y jabón o limpiarlas con un desinfectante para manos a base de alcohol.
- Evite el contacto cercano con personas enfermas (esto puede incluir evitar estrechar la mano u otros saludos habituales).
- Evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca.
- Quédese en casa si está enfermo.
- Cubra la tos o estornude con un pañuelo desechable, luego tírelo a la basura.
- Mantenga una distancia de al menos un metro entre usted y cualquier persona que esté tosiendo o estornudando.
- Limpie y desinfecte los objetos y las superficies, que tocan con frecuencia, con un spray o paño de limpieza doméstico.
- Siga las recomendaciones de la secretaría de salud pública local para usar una máscara facial.
Esta información está basada en las recomendaciones dadas por la Organización Mundial de la Salud y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos.
No podemos olvidar que “la fe que obra por el amor” (Gálatas 5, 6) o que “la fe sin obras está muerta” (Santiago 2, 17). En este momento la mayoría podemos poner en práctica estas recomendaciones y hacer sólo gestos sencillos, pero importantes. Deseamos concluir este articulo con la célebre Oración de San Francisco de Asís:
Señor, Haznos un instrumento de Tu paz.
Donde hay odio, que lleve yo el amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la unión.
Donde haya duda, que lleve yo la fe.
Donde haya error, que lleve yo la verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la luz.
Haz que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar; ser comprendido, sino comprender; ser amado, como amar. Porque es dando, que se recibe; perdonando, que se es perdonado; muriendo, que se resucita a la Vida Eterna. Amén.