“Dime de qué presumes y te diré de qué careces”
Nuestro presente es un pasado confuso y un futuro incierto. ¿Quién nos puede redimir de la ignorancia que nos envuelve y de las armas que afilamos contra nosotros mismos? De las armas que afilamos como el sentido de nuestra vida. La ignorancia es el enemigo interno: Sobre el poder de nuestro privilegio, y el privilegio de nuestro poder.
En el mundo hay una lucha por el poder, de lo contrario, no habría tantas guerras entre las naciones, tantos problemas en las empresas, personas capaces de todo por conseguir el puesto anhelado, sin sentir la más mínima empatía; y por qué no decirlo, el ser humano está lleno de conflictos internos que a muchos los lleva a perderse a sí mismos, a perder la humanidad y a lastimar a los demás.
El punto es que nunca estarán satisfechos, porque ya cuando alcanzan el poder, sienten que lo saben todo, empiezan a ver a los demás de menos; aunque creo que ya era un conflicto interno desde antes, pero ahora tienen el poder de hacerlo, pierden la poca empatía que quizá aún tenían, se enfocan en sus bienes personales, tratan de sacar provecho al máximo de los más vulnerables, aprovechándose de la inteligencia de otros para sobresalir, mientras la ambición sigue creciendo, al mismo tiempo que sus mismas almas y sus conciencias se corroen hasta desaparecer; solo piensan en sí mismos y en su propio bienestar, ignorando en totalidad las necesidades de los demás, pasando por alto las peticiones de las personas que están a su cargo, y sintiendo que todavía le hacen un favor al tenerlos con ellos, mientras los explotan sin piedad.
Sócrates pensaba que el hombre se comporta mal porque es ignorante, es decir, porque su inteligencia interpreta erróneamente y cree ver el bien donde en realidad no existe, o considera como bueno algo que en verdad no lo es.
La ignorancia total equivale a la negación de todo atisbo de racionalidad; es el sinónimo de la locura. El demente es el incompetente básico por excelencia; con respecto a él las medidas paternalistas no solo están permitidas, sino que son moralmente obligatorias. Nuestra “ignorancia” se basa en que no “conocemos” la realidad. Nos conformamos con las “sombras” que nos muestran, y no nos “disponemos a conocer” dicha realidad. (Ref: Alegoría o mito de la caverna de Platón).
Por otro lado, están los que no se quieren someter a ninguna ley, a ningún reglamento de una ciudad, o empresa, o jefe; siempre discuten, ya que piensan tener la razón en todo, y definitivamente, no darán su brazo a torcer, aunque sepan que están mal, porque quieren sobrepasar a los demás; no conocen el respeto, personas abusivas que no miden sus palabras, que a través de ellas pretenden manipular para sacar ventaja, a favor de su propio beneficio; disparan su veneno, y pasan sobre quien sea y como sea; son capaces de calumniar a los demás, incluso de matar para ocupar su lugar y obtener todo lo que este tiene.
Se dice que el significado de ser una persona ignorante es que carece de cultura o conocimientos. Creo que, sobre todo, carece de amor propio e identidad, son personas que han perdido el propósito, o que quizá adoptaron uno erróneo, confundidos del todo, no saben ni quienes son ni hacia donde van, y entonces, luchan sobre arenas movedizas, y es cuando al paso del tiempo, se hunden sin saber lo que pasa; caen en el mismo hoyo que han cavado para los demás, y luego, las consecuencias son desastrosas. Dígase justicia divina, la ley de la vida…, pero toda acción provoca una reacción, sea buena o mala; tal vez pueden escaparse y esconderse de la justicia del hombre, pero de la justicia de Dios, nadie se escapa.
La condición de ser ignorante es la falta de conocimiento. En ocasiones se le asocia el ser rudo, poco cortés e incluso estúpido. Las personas que carecen de conocimiento son identificadas como ignorasmus. La ignorancia tiene que ver con la ausencia de, o la incapacidad para comprender o reconocer el conocimiento.
La mayoría de personas se enfocan en lo que ven; solo miran el exterior de los demás, los juzgan sin conocer su interior, no ven las verdaderas intenciones o el corazón de estos; los lastiman, inventando cosas, sacan sus propias conclusiones, o toman como armas a su favor las historias de los otros, como cosas del pasado de esta persona, que quizá en algún momento le abrió su corazón y le compartió algunas de sus duras vivencias, pero en realidad no sabía que compartía sus sentimientos a una víbora, que después de escucharlo, lo morderá sin piedad por atrás para inyectar su veneno y matarlo en pausa, ya que su fin será destruir la paz y todo que pueda de aquella persona que odia sin razón alguna.
Yo le llamo a todo eso, “ignorancia en tercer grado”, ya que no solo quema la parte externa, sino traspasa hasta quemar en totalidad lo interno, lo cual podría causar enfermedades graves, incluso, la muerte. No tienen el suficiente conocimiento, pero, sobre todo, no tienen empatía para poder sentir las emociones de los demás, el dolor o la felicidad; en realidad, sentir lo que los otros sienten, ponernos en los zapatos de los otros y abrazarlos a todos, sin importar sus errores, ya que nadie es perfecto.
La ignorancia más perniciosa es aquella que carece de cercanía, de empatía y sensibilidad para ponerse en la piel del otro y donde, además, gusta de emitir juicios de valor cargados de desprecio. El nivel más elevado de ignorancia se practica cuando rechazamos algo de lo que no sabemos nada.
Todos sabemos que conservar la calma y la templanza ante una crítica o un reproche no es precisamente fácil. Según un estudio publicado en la revista “USA Today“, un 70% de las personas se sienten heridas ante una crítica, un 20% la encara y la rechaza con ira, y solo un 10% reflexiona sobre ella y la deja ir cuando no responde más que a la ignorancia.
En ocasiones, quien guarda silencio ante la crítica, la envidia o la provocación no es por falta de argumentos ni valentía. Lo que ocurre es que “cuando la ignorancia habla, la inteligencia calla, ríe y se aleja”. Porque, al fin y al cabo, la enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia.