“Un verdadero genio admite que no sabe nada”
Ser humildes en la vida es una forma de alcanzar una armonía con nosotros mismos y con los que nos rodean. Podemos llegar a la humildad de muchas maneras que solo implican algún pequeño cambio de actitud en nuestro día a día.
La humildad es la virtud opuesta a la soberbia, la desarrollan aquellas personas que logran tomar conciencia de sus limitaciones, estando conscientes de que en la vida nunca se termina de aprender.
La humildad ayuda a comprender que hemos venido a aprender y a tomar conciencia de que, por muy buenos que seamos, por muchos conocimientos, dinero o títulos que tengamos, siempre habrá alguien que será más o que tendrá más. Esto significa que nadie es perfecto y que nadie es más o menos que otros. La humildad nos ayuda a aprender cuando nos equivocamos y a pedir ayuda si la necesitamos.
Ser humilde es dar lo mejor de nosotros mismos sin llamar demasiado la atención. Es darnos a los demás, sin afán de impresionar, solo con la finalidad de sentir la alegría de dar. La humildad nos permite estar libres de prejuicios.
La humildad es una virtud que indica esa capacidad del individuo de conocer sus propias limitaciones y logros, sin envanecerse o vanagloriarse de ellos, siempre dispuesto a mejorar los aspectos menos ventajosos de su personalidad.
Alguien humilde conoce sus propios límites, no se siente por encima de las demás personas, o que sabe más, ni se siente mejor. Esta cualidad puede estar presente en cualquier persona, sea de la clase social y económica que sea.
La humildad es una virtud que no se practica mucho en nuestros días, ya que vivimos en una sociedad claramente competitiva que no nos permite en muchas ocasiones pensar en los demás. Pero ser humildes es un valor que deberíamos recuperar, porque puede hacer nuestra vida más feliz, así mismo, el de las personas que nos rodean.
A la hora de valorar a una persona, descarta hacerlo según sus posesiones o su posición social. Puede parecer una evidencia que a una persona no se la puede medir por sus logros materiales, pero a veces nos dejamos llevar por el entorno social, y nos perdemos de descubrir el valor real de dicha persona.
Ni el puesto de trabajo, ni la posición económica son valores reales que nos permitan determinar el valor de alguien. Fíjate mejor en cómo se comunica esa persona y en cómo trata y se relaciona con aquellos que tiene a su alrededor, porque esa sí será una información de verdadero interés para ti.
Un paso difícil de dar, pero muy necesario, es aceptar que no siempre tenemos razón, y que cuando nos equivocamos, debemos aceptarlo. Reconocer nuestros errores nos hace crecer como personas, además de hacernos ganar humildad. Descubrir que no poseemos la verdad absoluta acerca de nada nos acerca a los demás y nos hace entender diferentes posturas y opiniones sobre distintos aspectos de la vida, lo que nos enriquece y mejora nuestras relaciones sociales.
Ser agradecido con las cosas buenas que nos pasan en la vida es una de las claves de la humildad y de la felicidad. Cada vez que damos las gracias a alguien, sin necesidad de que sea por grandes cosas, logramos que esa persona se sienta bien, del mismo modo que a nosotros nos hace sentir bien la sensación de haber sido amables.
Del mismo modo, lograr ser generoso con los que nos rodean, tanto en lo material como en lo emocional, nos hace restar valor a las cosas que no tienen importancia. Si conseguimos esto, también habremos conseguido ser y mostrarnos accesibles a los otros, demostrando ser personas solidarias que están dispuestas a colaborar con quien lo necesita, siempre que esté en nuestra mano hacerlo.
Eso sí, ser humilde es el resultado de una conducta meditada y sincera, y no es necesario llevar esta actitud a ningún tipo de extremo. Siempre habrá situaciones que queden fuera de tu control y personas que no quieran aceptar tu ayuda, o que no la valoren. Y eso también debemos respetarlo y aceptarlo tal cual es. El camino que nos lleva a ser humildes no puede forzarse, sino que hay que descubrirlo y trabajarlo con el tiempo que necesitemos.
La humildad es una cualidad que te abre puertas al crecimiento y una característica que te hace consciente de tus fortalezas y oportunidades de mejora. Es estar en apertura para aprender y reconocer. Siempre aprendemos, todos los días y en todo momento, en menor o mayor medida. Incluso, siendo conscientes de nuestras habilidades, podemos ayudar a otros a brillar. Ser humilde no solo significa reconocernos, sino también reconocer las virtudes de los demás así como sus logros.
La humildad es un activo para la superación personal. Al vivir una vida humilde, reconoces las áreas de tu vida que necesitan trabajo. Solo con humildad e inteligencia emocional puedes permitir que estos encuentros impulsen tu crecimiento y capacidad de entrenamiento.
También necesitamos humildad para el bienestar interior. Sentirse frustrado y enojado por el fracaso viene con cualquier lucha en la vida. Es importante que entendamos la humildad para poder navegar mejor por esas pérdidas y recuperarnos después de las caídas.
Puede parecer contradictorio, pero cuanto más humilde eres, más resistente puedes ser. Si puede admitir y reconocer su parte en la caída, puede trabajar para cambiarla.