“El ser humano tiene una ciega obsesión a la hora contar sus problemas, pero pocas veces cuenta sus alegrías. Si los contara como debiera, nos proveeríamos de felicidad los unos a los otros”
Todos sabemos qué es la tristeza y la hemos experimentado, pero ¿qué pasa cuando me siento triste todo el tiempo? La tristeza es una emoción básica y nos da mucha información útil, pero no siempre sabemos entenderla correctamente. Además, es una emoción que se vive mal, como desagradable; no nos gusta estar bajos de ánimo.
Si estoy triste algún día concreto, es normal; sin embargo, cuando me siento triste todo el tiempo es que hay algo más. A veces esta sensación de “estoy triste” va acompañado de vacío existencial, y en esos casos acostumbra a ser un síntoma de alguna patología.
“Estoy triste” es una emoción que acostumbramos a relacionar con la pérdida, cuando se muere algún ser querido, cuando la relación de pareja se rompe o cuando algún amigo íntimo se va a vivir lejos. La emoción “estoy triste” nos indica que nos falta algo, y puede estar relacionado con alguna persona o con alguna rutina, actividad, afición, etc.
“El mensaje de ‘no hay salud sin salud mental’ ha calado mucho a nivel social, pero cuando hablamos de casos particulares, cuando se habla de un vecino, de un compañero o de un familiar, nos cuesta más. Parece que estar triste sin más es un atrevimiento. El ser humano tiende a juzgar aquello que no entiende y, aunque no solemos atrevernos a cuestionar un dolor de espalda, en el terreno psíquico la cosa cambia y con frecuencia escuchamos afirmaciones sobre cómo deberíamos sentirnos o si es legítimo sentirse así. Es como si tuviéramos que pedir permiso para estar tristes sin motivos obvios”, reflexiona la psicóloga clínica Brígida H. Madsen.
Esa tristeza que no se asocia a un contexto negativo o a una experiencia traumática existe. Y cada vez es más habitual. Que este estado no tenga un origen evidente no significa que haya que restarle importancia hasta hacerlo casi desaparecer.
Tal y como apunta el psicólogo José Elías, es una tristeza muy angustiosa “porque los seres humanos siempre necesitamos saber por qué nos pasan las cosas en nuestra vida, y más las negativas. El saber nos da seguridad y calma nuestras emociones”. Y cuando esa sensación de tristeza se produce en momentos en los que aparentemente todo va bien, “nos hace sentirnos alejados de la realidad, nos genera desesperanza e inseguridad y nos hace más vulnerables”, añade. Y también nos genera culpabilidad. “Cuando estamos tristes y las condiciones de vida que tenemos son buenas, pero nuestra forma de pensar es negativa y nos falta motivación, que los demás no entiendan que estamos tristes nos hace más daño, nos hace sentir culpables”, recuerda el experto.
Son muchos los motivos que pueden llevar a esta situación y en muchos casos tienen que ver con niveles altos de autoexigencia, estrés, expectativas no cumplidas o con la actitud que hemos tenido con nosotros. En ello la infancia juega un papel esencial y el aprendizaje que hemos realizado en esa etapa. También los miedos que no hemos afrontado y la percepción del pasado, sobre todo cuando es negativa. Las gafas de ver la vida no son iguales para todo el mundo y la percepción que se tiene de la misma realidad varía de una persona a otra.
“Cada uno es único y eso quiere decir que podemos estar tristes por motivos muy diferentes. Lo que puede generar mucha tristeza a una persona, puede no afectar tanto a otra”, señala Marta Calderero, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya.
Sea como fuere, es importante reeducarse socialmente para empatizar con los sentimientos ajenos. Es imprescindible aprender a no juzgar el dolor de los demás. Así evitaremos invalidar los sentimientos de la persona que lo está pasando mal. Hay que desterrar comentarios como ‘no tienes motivos para estar así’. Estar al lado de esa persona y transmitirle que estamos ahí para lo que necesite es el mejor apoyo emocional que podemos brindarle.
Practicar la escucha activa para que pueda externalizar sus pensamientos y expresar cómo se siente también es muy útil. La tristeza forma parte de nuestra vida, es necesario hacerle un hueco en nuestras conversaciones para que adquiera normalidad.
Cuando ese altibajo emocional llega, los expertos aconsejan “actuar a cámara lenta. La reacción emocional es muy rápida, por eso el primer paso es ralentizar la escena que estamos viviendo para analizarla. Se trata de observar la situación desde fuera para identificar los desencadenantes que nos han hecho sentir así y los pensamientos que invaden nuestra mente cuando nos sentimos mal. Y sustituir las conductas encadenadas a la tristeza por otras más funcionales. Si cuando te sientes triste cancelas tus planes puedes optar por hacer un plan más tranquilo. Así tienes en cuenta tu emoción, la aceptas y respondes de manera adaptativa y funcional”.
Para Brígida H. Madsen, “intentar negar o reprimir lo que sentimos, lejos de ayudarnos, nos predispone a que sea nuestro cuerpo el que lo manifiesta a través de síntomas somáticos”. Y como concluye José Elías, “lo importante es aprender a darnos cuenta de por qué sentimos esa tristeza, justificada o no socialmente, para afrontar la causa y poder aceptarla, procesarla e integrarla en nuestra vida, eliminando así los efectos negativos, ya sea solos o con la ayuda de profesionales, para aprender a vivir alegres.
Pero más allá de todo, el único que puede ayudarnos a cambiar el rumbo de nuestra historia es Dios, el ponernos en sus manos, aprender a descansar en él, nos transforma por completo, sabiendo que solo él puede cambiar nuestro lamento en baile, y es cuando de nuestro interior, fluyen los ríos de agua viva que sacia nuestra sed para siempre.