Stanley Barajh Klonopin se ha levantado de su lecho de soltero rodeado de una aureola de optimismo vital, exudando ese ánimo vigoroso y pujante que caracterizaría a un adolescente decidido a subir trotando los faldeos de la carretera que comunica a Hartford con el pintoresco New Haven.

  Tiene guardada en una carpeta de cuero de camello soltero un certificado que le acredita como administrador público, autorizándolo a mandar como capitán de navío los municipios, departamentos del Estado y agencias federales y; ¿porque no? Los partidos políticos.

  Después de asistir por un año y tres meses a un programa vespertino especial de una universidad virtual que prepara a personas ambiciosas con deseos incontenibles de mandar, dictar, decretar, ordenar, estipular y regir como sátrapas; logró franquear un examen con preguntas capciosas y ahora se siente un hombre nuevo e importante, un estadista. 

  Tiene 36 años, testosterona testicular en abundancia, una postura física de portero de hotel neoyorquino, una licencia adicional como experto en Recursos Humanos, y preparado emocionalmente para lidiar con cualquier situación dada sus nuevas credenciales de administrador de cualquier cosa, incluidos lenocinios y bienes raíces.

  Le han llamado para una entrevista acuciosa en un edificio de Washington D.C. donde ahora no trabaja mucha gente por lo de la Pandemia y está sentado en la sala de espera de una oficina que alguna vez fue la entrada de una fábrica de ollas a presión. 

  “Buenos días, señorita,” enarbola amablemente con una sonrisa.

  “Buenos días, señor.  ¿En qué puedo servirlo?”

  Le explicó que él es Stanley Barajh y tiene una entrevista con el jefe del Partido Por la Mitad Democrático (PPMD) para que se le considere como candidato a senador.

  “Muy bien señor, el siquiatra estará disponible en unos minutos,” le ha respondido la bella Blanca Nieves posando en su faz unos ojos verdemar de atardecer tibio del mes de mayo en un Ponce remecido por temblorcitos.

  “¿Un siquiatra?” ha preguntado Stanley pensando que se ha equivocado de oficina, le han confundido con un político de tercera mano, o le juegan una broma más pesada que un abrazo paquidérmico.

  “Si señor, un siquiatra.  Los líderes de nuestro partido están preocupados por una serie de hechos extraños acaecidos en algunos distritos electorales que muestran personalidades narcisistas, con espíritu de venganza visceral mala y agresividad, como la del que se fue. Por este motivo, antes de la entrevista formal con el Supremo Comité Central (SCG) de este Partido Por la Mitad Democrático, se requiere la entrevista con el Dr. Head, siquiatra,” le ha explicado la fémina. 

  En un momento dado, aparece el médico cuya cara demacrada de sicoanalista de la antigua escuela freudiana esboza una sonrisa de prematuro candidato a la jubilación o empleado del correo. 

  “¿Señor Barajh? Soy el doctor Sigmund Head asignado por el Partido Popular por la Mitad (PPM) para entrevistar a los ciudadanos interesados en postularse para candidatos, sea desde la arena municipal o la misma presidencial. Adelante lo tiene y por favor siéntese.”

  “Bueno, bueno señor Barajh. Le he citado para discutir con usted algunos rasgos de su personalidad que se reflejan en su letra,” le ha dicho el loquero.

  “¿Mi letra?” ha preguntado Stanley invadido por una curiosidad creciente y ya medio escamado.

  “Si, si, y también su firma. Todos estos son elementos muy valiosos en este proceso donde se debe elegir a una persona que será el representante del pueblo,” le ha dicho Cabezas que mientras habla, afloja y aprieta unas bolas de goma, de esas para relajar la tensión.

  “¿Se orinaba usted en la cama cuando tenía cinco añitos?” le ha preguntado el Dr. Head de sopetón.

  Una impresión profunda que ha surgido de la base recóndita de su alma, le ha golpeado con fuerza el entendimiento a Stanley que no puede creer lo que ha escuchado ya que más bien esperaba preguntas acerca de estrategias para maximizar la infraestructura urbana, ideología y doctrinas, resolución de conflictos, o leyes para lidiar con abusos sexuales o el vil soborno.

  “Doctor Head y con todo el respeto que se merece ¿está usted hablando seriamente o corriéndome la máquina? ha preguntado Stanley sintiendo que el corazón le palpita rápidamente y experimentado los deseos irresistible de estrangular al loquero en un arranque hormonal.

  “Señor Barajh, tómelo extremadamente suave con take it easy y déjeme que le explique. Su letra, especialmente las vocales “a” y “o” tienen una apertura en el borde superior lo que nosotros los médicos siquiatras y grafólogos interpretamos como un signo de inseguridad y agresividad latente que nos preocupa. También los ángulos de las jotas y las ge son extremadamente agudos por lo que percibimos que su libido es muy elevada, y nos preocupa su relación cruel o sobrepasada con las mujeres que ahora rechazan los besitos,” ha dicho Head que sigue apretando las bolitas y le muestra a Barajh el titular del New York Post, “Cuomo besaba a las empleadas en la boquita.”

  “Si es que me niego a comentar acerca de esas ridiculeces; ¿qué va a pasar?” se atreve a preguntar Stanley.

  “Bueno, confirmaría nuestra hipótesis de que usted es un sujeto maniático y vengativo. Cómo están apareciendo como setas en los vericuetos de existencia impredecible de tantos políticos problemáticos, tipos que dicen tener doctorados, políticos acosadores sexuales, déspotas y agresores emocionales; su solicitud sería rechazada, aunque puede apelar a mi decisión y pedir una segunda consulta al Instituto Siquiátrico de la Universidad de Yale donde le hicieron un diagnostico gratis al expresidente Trump,” ha dicho fríamente Head.

  Stanley se ha levantado ofendido de la silla con unos deseos irresistibles de arrojar al siquiatra por la ventana, pero ha logrado controlarse. Sin despedirse, ha salido raudo de la oficina del grafólogo y con sus ansias de ser político se va por la calle Orange mentándole la progenitora a los líderes del Partido por la Mitad.

Ramón se ha despertado y considera que su sueño es rigurosamente acertado. Un examen psiquiátrico a candidatos a cargos públicos seria lo mejor para que los países se libren de malhechores, embusteros, pillos, aficionados a armar guerras, egoístas, pancistas, utilitarios, amigos del dolo malo, mezquinos, avaros, ambiciosos y otros que buscan en la política y en sus partidos aumentar su peculio financiero con mordidas por debajo de la mesa, sobornos, extorsiones, amenazas y otras lisuras a las que nos acostumbró el que se fue y que ahora reside en Florida.   

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