Por: Waldemar Gracia
En psicología clínica, un “complejo de víctimas” o “mentalidad de víctima” describe un rasgo de personalidad de las personas que creen que son constantemente víctimas de las acciones perjudiciales de los demás, incluso cuando se les hace constar evidencia de lo contrario.
Hacerse la víctima consiste en “quejarse excesivamente buscando la compasión de los demás”, según el diccionario de la Real Academia Española, pero las quejas son solo la punta del iceberg del victimismo, un rasgo de la personalidad que abarca una variada gama de comportamientos no adaptados a la realidad.
La mayoría de las personas pasan por períodos normales de simple autocompasión, como parte del proceso de duelo, por ejemplo. Sin embargo, estos episodios son temporales y menores en comparación con los sentimientos perpetuos de impotencia, pesimismo, culpa, vergüenza, desesperación y depresión que consumen la vida de las personas afectadas por un complejo de víctimas.
Complejo de Víctima vs. Complejo de Mártir A veces asociadas con el término complejo de víctimas, las personas diagnosticadas con un “complejo de mártires” en realidad desean los sentimientos de ser víctimas repetidamente. A veces buscan, incluso alientan, su propia victimización para satisfacer una necesidad psicológica o como una excusa para evitar la responsabilidad personal. Las personas diagnosticadas con un complejo de mártires a menudo se colocan a sabiendas en situaciones o relaciones con mayor probabilidad de provocar su sufrimiento.
Rasgos comunes de las víctimas del complejo de víctimas
Las personas diagnosticadas con un complejo de víctimas tienden a detenerse en cada trauma, crisis, enfermedad u otra dificultad que hayan sufrido, particularmente las que ocurrieron durante su infancia. A menudo buscando una técnica de supervivencia, han llegado a creer que la sociedad simplemente “lo tiene para ellos”. En este sentido, se someten pasivamente a su “destino” inevitable como víctimas perpetuas como una forma de lidiar con problemas desde lo trágico hasta lo trivial.
Algunos rasgos comunes de las personas con un complejo de víctimas incluyen:
- Se niegan a aceptar la responsabilidad de lidiar con sus problemas.
- Nunca aceptan ningún grado de culpa por sus problemas.
- Siempre encuentran razones por las cuales las soluciones sugeridas no funcionarán.
- Ellos guardan rencor, nunca perdonan y simplemente no pueden “seguir adelante”.
- Raramente son asertivos y les resulta difícil expresar sus necesidades.
- Creen que todos están “dispuestos a conseguirlos” y, por lo tanto, no confían en nadie.
- Son negativos y pesimistas, siempre buscan lo malo incluso en lo bueno.
- A menudo son muy críticos con los demás y rara vez disfrutan de amistades duraderas.
El complejo de víctimas en las relaciones
En las relaciones, una pareja con un complejo de víctimas puede causar un caos emocional extremo. La “víctima” puede pedirle constantemente a su pareja que la ayude a rechazar sus sugerencias o incluso a encontrar formas de sabotearlas. En algunos casos, la “víctima” en realidad criticará erróneamente a su pareja por no ayudar, o incluso los acusará de intentar empeorar su situación.
¿Cómo Superar El Comportamiento Victimista?
Más temprano que tarde, la persona con complejo de víctima reclamará atención sobre sus sacrificios. Esa persona construirá una narrativa en la que desempeña el rol del mártir, que lo da todo por los demás, pero nadie la comprende ni la aprecia. Y, por supuesto, nadie puede ayudarla.
El problema es que la mayoría de estas personas no han aprendido a relacionarse de otra manera. Creen que solo pueden conseguir atención si se sacrifican por los demás. El martirio es su caballo de batalla y la manera de sentirse valiosos ante los ojos de los demás. Han dedicado años a construir su identidad entorno a ese rol, por lo que muchas veces prefieren sufrir que abandonar su papel de mártir.
Eso significa que puede llegar a ser muy difícil moverlas de ese guion preestablecido. Por eso, en una relación con un mártir, generalmente no queda otra opción que poner las cartas sobre la mesa, descubriendo la dinámica de victimización que se
ha establecido.
Puede ser útil seguir un guion básico:
- Reconocimiento. Reconocer el esfuerzo de la persona contribuirá a que baje sus defensas y se muestre más receptiva a tu mensaje. Puedes decir: “reconozco todo lo que has hecho por mí y te lo agradezco profundamente”.
- Problema/Solución. Es importante que dejes claro el problema, cómo te hace sentir esa situación, pero sin culparle. También puedes proponer una posible solución con la que estás dispuesto a comprometerte para que la relación funcione mejor. “Cuando te ofrezco mi ayuda, siento que la rechazas. Eso me confunde y me hace sentir mal porque no quiero que cargues solo con ese peso. Tampoco creo que sea justo, ni para ti ni para mí. Por eso te propongo que a partir de ahora te encargues solo de X mientras yo me encargaré de Y”.
- Validación. La persona con complejo de víctima necesita comprender que su valía o el amor no están condicionados a su entrega indiscriminada. Por eso, es importante brindarle validación emocional: “quiero que sepas que no es necesario que sigas haciendo eso por mí, yo te seguiré apreciando/amando/queriendo de la misma manera”.
En cualquier caso, no esperes ver un cambio milagroso de la noche a la mañana. A fin de cuentas, compartir las responsabilidades y obligaciones implica un gran cambio en la manera de ver y afrontar la vida para la persona con complejo de víctima. Ten en cuenta que la frase preferida de esta persona podría ser: «sufro, luego existo».
En práctica, le estás pidiendo que cambie el núcleo central de su identidad y su “misión” en la vida. Que se aleje de aquello que cree que le hace valiosa. Por tanto, dejar ir la narrativa del mártir
requerirá paciencia, hasta que esa persona comprenda que no tiene que sufrir y sacrificarse continuamente por los demás.
Referencia:
Kets de Vries, M. (2012) Are You a Victim of the Victim Syndrome? INSEAD Working Papers; 70.
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Las opiniones vertidas por Waldemar Gracia no reflejan la posición de la Voz Hispana. Nombres, lugares y circunstancias han sido alterados para proteger la identidad de los personajes citados en la historia.
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