Quien no recuerda aquella escena en la ONU en 2018 en la que Donald Trump provocó al-gunas risas no entre los líderes mundiales con sus afirmaciones es impresionante el con-traste ni una sonrisa es impresionante. Trump cambio la percepción global hacia él desde su primer mandato y la atmosfera silencio absoluto rostros; muy serios incluso después de una broma que hizo al principio sobre el teleprompter, y ciertamente tiene razón, el conte-nido de sus logros; sus críticas durísimas a organismos internacionales su relación con la ONU.
A sus 80 años, el consenso es cada vez más amplio: las Naciones Unidas deben refundar-se. El reconocimiento generalizado —explícito o implícito— es que el orden internacional que surgió tras la Segunda Guerra Mundial y, en consecuencia, la arquitectura institucio-nal que se creó para sostenerlo, están prácticamente agotados.
Esta organización, fundada para procesar institucionalmente los conflictos internaciona-les, ha fallado precisamente cuando su intervención era más necesaria. La invasión rusa a Ucrania y el recrudecimiento del conflicto en Oriente Medio son dos ejemplos recientes y tangibles de sus insuficiencias estructurales. No sólo fue incapaz de prevenir estas trage-dias, se ha reducido a ser un simple espectador al que parecen faltarle tanto los instru-mentos como la voluntad para actuar.
Sus agencias especializadas mantienen su relevancia: programas de educación, atención a la infancia o cooperación para el desarrollo siguen siendo indispensables para millones de personas. Sin embargo, las insuficiencias son innegables: dos tercios de los ODS de la Agenda 2030 están lejos de ser una realidad en los próximos cinco años. Lo más grave es que las Naciones Unidas han fracasado en su propósito más esencial, su razón central de ser: garantizar la paz y la seguridad internacionales.
Trump se presenta como el restaurador del orden perdido y a partir de ahí despliega una lista de lo que él considera logros significativos. Empieza con la frontera sur de Estados Unidos, afirma haber frenado una invasión colosal así llama a la Migración ilegal, esa de las caravanas, alcanzado la cifra de cero admisiones de extranjeros ilegales en los últimos cuatro meses, con los millones que entraban antes incluso personas de prisiones e insti-tuciones mentales, logra busca una imagen de eficacia total en la frontera.
Atribuye a sus políticas de mano dura es un mensaje tanto para su base, como para el mundo. Vincula esa seguridad interna con la posición de Estados Unidos en el mundo, sostiene que el país vuelve a ser respetado que ya no es el hazme reír y pone como ejemplo a la OTAN asegura que logró que los miembros se elevaran su gasto en defensa del 2% al 5% del PIB.
Presenta esta cifra como un éxito personal, no habla de negociación o consenso dice que lo consiguió a petición suya. Refuerza esa idea del líder fuerte que impone su voluntad y obtiene resultados concretos de los aliados, aunque sea a través de la presión; coherente con su estilo transaccional de negociar en política exterior.
Menciona la reconstrucción de alianzas en Medio Oriente Arabia Saudita, y una serie de acuerdos comerciales con socios clave en Europa y Asia. Refuerza la idea que quiere dar a la actividad diplomática y comercial en muchísimos frentes.
Agrupa diversas iniciativas bajo ese paraguas de la restauración de la influencia estadou-nidense. Da una impresión de dinamismo de éxito global, de un país que vuelve a liderar.
Trump, revela la ineficacia de la ONU para resolver conflictos, esos conflictos que él afirma haber resuelto unilateralmente y observamos su insistencia en la soberanía nacional y los acuerdos bilaterales que nos indica esto sobre cómo se percibe y podría evolucionar el pa-pel del multilateralismo.
Las reformas institucionales, aunque necesarias, son insuficientes. Imaginemos que la propuesta mexicana de apertura del Consejo de Seguridad a nuevos miembros se hubiera hecho realidad antes de febrero de 2022; es decir, que países como el nuestro, India o Ara-bia Saudita, por ejemplo, tuvieran membresía permanente en el Consejo. ¿Habrían podido alinear sus intereses, capacidades y disposición para cambiar el curso de la guerra en Ucrania? ¿Habrían logrado construir acuerdos para imponer sanciones más duras a Ru-sia?
La crisis de la ONU es una crisis del consenso sobre el orden internacional: su legitimidad, principios y valores, que son cada vez menos compartidos y cada vez más cuestionados. La democracia, los derechos fundamentales o la cooperación internacional ya no ofrecen un horizonte común.