La mayoría de las economías desarrolladas han salido con dificultades de la crisis provocada por la pandemia. Durante los últimos años, muchos países europeos han visto cómo sus tasas de crecimiento apenas rozaban el 1%. En algunos casos, como Alemania, el crecimiento fue negativo el año pasado.
Dentro del viejo continente, no obstante, hay una economía que rompe con esta tendencia. En 2024, España tuvo una tasa de crecimiento del 3,2%, una cifra excepcional comparada con sus vecinos. De forma más significativa, este crecimiento no era un dato aislado, sino la continuación de varios años de fuerte crecimiento económico. En 2023, España creció un 2,7%, también muy por encima de la media europea. Las previsiones para 2025 son que esta tendencia se mantenga.
Los medios económicos internacionales han dedicado numerosos artículos a explicar esta divergencia. España, al fin y al cabo, era un país que solía tener tasas de desempleo muchísimo más altas que el resto del continente. Tras la crisis financiera de 2008, más del 25% de la población activa del país llegó a estar sin trabajo; incluso tras años de recuperación, en el 2009 esa cifra aún se mantenía cercana al 14%. Era un país rico, ciertamente, pero su dependencia del turismo parecía condenarlo a ir a remolque de sus vecinos ricos del norte.
¿Qué es lo que ha sucedido durante los últimos años para explicar este cambio? Para empezar, una parte significativa de la economía se ha desplazado a sectores con mayor valor añadido. Por ejemplo, hay más gente trabajando ahora en telecomunicaciones y finanzas que hace diez años, y menos gente trabajando en el sector turístico.
Este cambio, sin embargo, solo explican parte del crecimiento. La verdadera arma secreta de la economía española durante estos últimos años, y muy especialmente a partir de 2020, ha sido algo mucho más sencillo y directo: la inmigración.
Desde la pandemia, España ha añadido más de un millón de trabajadores venidos de otros países, pasando de dos a tres millones de extranjeros en su población activa. Los inmigrantes representan más de un 14% de la mano de obra legal del país. En algunas regiones, como las Islas Baleares, casi una cuarta parte de los empleados son nacidos fuera de España.
Los oponentes de la inmigración, cuando ven cifras así, suelen exclamar que los trabajadores extranjeros hacen que los locales se queden sin trabajo. Nada más lejos de la realidad. Aunque el desempleo sigue estando por encima de la media europea, el país está creando tantos puestos de trabajo que va camino de bajar del 10% por primera vez desde 2007.
Además, el enorme aumento de la inmigración ha venido acompañado de un acusado descenso de la tasa de criminalidad. Aunque España ha pasado de tener 3,7 millones de inmigrantes en 2005 a más de siete millones dos décadas después, el país es hoy más seguro que en cualquier otro momento de su historia.
Lo fascinante, además, es que las autoridades han hecho un esfuerzo considerable para que los inmigrantes estén legalizados una vez dentro del país. España pone relativamente pocas pegas o dificultades para conseguir permisos de trabajo y residencia a sus residentes. En el caso de inmigrantes llegados desde América Latina, incluso da bastantes facilidades para nacionalizarse españoles. Como consecuencia, el porcentaje de indocumentados es relativamente pequeño (menos del 10% del total), así que quien está en el país suele poder trabajar con plenos derechos.
Por supuesto, hay también algunos problemas. Los salarios reales han crecido con mucha lentitud durante los últimos años, en parte debido a la inflación. Aunque el sentimiento antiinmigración no es tan fuerte como en otros países, Vox, un partido de ultraderecha que se opone a la inmigración, está rozando un 20% en los sondeos.
Pero esos son problemas comparativamente menores. La historia de la inmigración en España y sus efectos sobre la economía es una historia de éxito, hasta el punto de que los partidos conservadores están pidiendo ser más selectivos por países de origen (dando prioridad a América Latina), pero no cerrar la puerta a nuevas entradas.
Paradójicamente, hasta el año pasado había otro país desarrollado que estaba combinando inmigración y fuerte crecimiento económico de forma similar a España.
Ese país era Estados Unidos.