Vivimos un tiempo donde todo parece cambiar rapidísimo, a una velocidad increíble. La pregunta de cómo Y por qué por qué se transforman nuestras ideas, nuestros valores, esas costumbres que a veces damos por sentadas. La respuesta la encontramos en la batalla cultural un término que se escucha mucho últimamente.
Un buen punto de partida es definir que entendemos por cultura. La palabra es amplísima, está la visión antropológica más amplia donde casi todo entra desde cómo hablamos hasta que comemos. Hasta las hamburguesas son cultura material.
Pero también hay una idea más acotada, más ligada al arte al saber formal y quizás también un poco más elitista para hablar de batalla cultural, ese tejido de costumbres valores, normas, lenguajes e ideologías, le da forma a cómo vivimos juntos.
No estamos hablando de solo ir a un museo o de leer un libro, sino de esas reglas no escritas. De las ideas que compartimos día a día, ese es el terreno. Algo que se resalta y llama la atención es como nuestra relación con el cambio. Antes las ciudades más tradicionales no cambiaban, la estabilidad era la norma, pero la modernidad del cambio se volvió a la norma, casi el motor de la vida social y política.
El cambio no es algo excepcional, ahora se habla de una aceleración de ese cambio. Actualmente, más recientes en la posmodernidad, todos los sólidos se disuelven en el aire.
Es clave entender que no todo cambio es igual. Una cosa son los reajustes, digamos cambios menores dentro del sistema. Que se ajusta una tuerca aquí otra ya, pero la máquina sigue siendo la misma, como pequeñas adaptaciones.
Otra cosa muy distinta, son esos cambios profundos, con la estructura misma de la sociedad, de cambios de paradigma. Son esos que realmente alteran las bases de cómo hacemos las cosas.
Aquí hacemos un alto en el camino y nos preguntamos: ¿Antes que frenaba, esos cambios?, ¿por qué costaba tanto que las cosas se movieran? Una respuesta es que históricamente había barreras espaciales como el aislamiento geográfico, las comunidades vivían más retiradas, las ideas no viajaban tan fácil, y el peso enorme de la tradición del siempre se hizo así, lo que son las costumbre, la conformidad social y también la presión de los grupos de interés. De aquellos que se benefician que la de las cosas mantengan el estatus quo.
Actualmente es alarmante, ver el rol de la tecnología como catalizador, la globalización el internet, las redes sociales. Todo esto pulveriza el aislamiento, las ideas, novedades, modas viajan a la velocidad de la luz por todo el planeta.
Las tradiciones que antes parecían de piedra ahora son desafiadas constantemente desde muchísimos frentes. El cambio está mucho más presente en nuestra vida cotidiana.
La batalla cultural, pone el foco directamente en la dimensión cultural de la vida. Hablamos de los valores centrales, las tradiciones y normas de convivencia que nos identifican.
No es solo que la cultura recibe influencias de la política o la economía cultural. Es más profundo la batalla se da en la cultura misma. Es en este campo de batalla, el terreno de juego y a menudo también es el premio, el objetivo final lo que se busca es cambiar o defender cómo la gente ve el mundo; qué considera bueno o malo; correcto o incorrecto deseable o indeseable.
El dominio cultural lo que se busca es influir de manera decisiva en los modos de ser de pensar de sentir que predominan en una sociedad qué lenguaje se usa, y cuál se considera correcto que costumbres se valoran y cuáles se marginan qué normas morales rigen las relaciones qué creencias qué visiones del mundo se consideran legítimas la cultura es como decías el terreno, pero también en cierto modo el botín de esta disputa.
No es un choque cultural espontáneo implica estrategia tácticas liderazgos visibles movilización de recursos hay una aplicación deliberada de fuerza que no tiene por qué ser física claro para imponer una visión cultural sobre otra. Esto lo vemos en los Congresos Legislativos, pero también en las instituciones dedicadas a producir y reproducir cultura, en las instituciones, universidades, escuelas, iglesias y organizaciones religiosas, la prensa tradicional hasta las redes sociales hoy en día que son un campo de batalla.
El mundo del arte. Las editoriales que deciden que publicar, los rotativos y todos los lugares donde se crean y circulan ideas y valores son los espacios clave donde se debate se difunde y se intenta moldear qué ideas y qué valores van a ser los dominantes. Continuaremos.