Es muy difícil vivir con alegría en un mundo donde los problemas y las calamidades nos asaltan. La vida parece cada vez más complicada. Pero aun en medio de las pruebas y aflicciones, Dios ordena: “gozaos… y alegraos” (Lc. 6:23).
La Biblia está llena de exhortaciones al gozo. El apóstol Pablo animó a los creyentes de Filipos diciendo: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Fil. 4:4). Pero ¿cómo podemos estar siempre alegres? ¿Puede alguien alegrarse cuando fallece un ser querido, cuando está enfermo de gravedad, o cuando el cónyuge le ha pedido el divorcio? Son innumerables los problemas que afrontamos en esta vida.
No obstante, debemos comprender que cuando Pablo escribió esta epístola, animando a la iglesia a regocijarse, no estaba en la playa tomando el sol. Se encontraba encarcelado en Roma por causa de la predicación del evangelio. Sin saber cuál sería su suerte, si sería ejecutado o liberado, Pablo se mantuvo alegre en Cristo.
El propósito de su carta era agradecer a sus amigos la ayuda económica que oportunamente le enviaron y animarlos en el gozo que no depende de las circunstancias, porque tiene sus raíces en la gracia de Dios. Pablo expresó: “Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad” (Fil. 4:12 LBLA).
¿Cuál es el secreto del gozo?
Con suma humildad, el apóstol alentó a sus hermanos filipenses a seguir su ejemplo. Los invitó a vivir contentos, aun cuando estuvieran enfermos, encarcelados, empobrecidos, perseguidos, expatriados…, porque Jesucristo es el secreto del gozo.
Un creyente pierde el gozo cuando pone sus ojos en las cosas del mundo, y no en las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (Col. 3:1.2). El dolor se vuelve el centro de sus pensamientos y olvida las sinceras promesas de Su Señor.
Mantener la mente enraizada en Cristo produce gozo. El gozo que proviene del Espíritu Santo (Gál. 5:22) y que ubica a Dios, no a los problemas, en el centro de nuestras meditaciones. Aunque Pablo se hallaba privado de su libertad, sufriendo penurias, no se quejó ni culpó a Dios por sus apuros, él se regocijó.
El gozo del creyente no depende de las circunstancias, porque no tiene su fuente en las cosas temporales de este mundo sino en una relación con Cristo. Como dice hermosamente William Baclay en su comentario bíblico: “El gozo del cristiano es como dos amantes que están siempre felices cuando están juntos, no importa dónde. El cristiano no puede nunca perder el gozo porque no puede nunca perder a Cristo”.
Sea cual sea la situación, los creyentes nos gozamos en el gran amor de Dios y en la alegría de Su salvación (Sal. 13:5). Nos gozamos en el perdón de nuestros pecados y en la vida eterna que Cristo compró con Su sangre en la cruz (Jn.10:28). Nos gozamos añorando el glorioso día cuando Jesús vuelva para destruir el dolor y la muerte para siempre (Ap. 22:20). Y nos gozamos en nuestra amistad con Cristo (Jn.15:15).
Jesús enseñó el secreto del gozo: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto” (Jn. 15:9-11 LBLA).
Aquellos que permanecen en amor y obediencia a la Palabra de Dios, experimentan el mismo regocijo que tuvo Cristo en sus padecimientos. “…quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz” (He. 12:2 LBLA).
Jesús vino del cielo y sabía lo maravilloso que era. Por eso cuando padecía tenía su mirada en las cosas de arriba: en la gloria del Padre (Jn. 17:24), en la recompensa (Lc. 6.35), en la herencia (He. 1:2). Si nos concentramos en el amor de Dios y cumplimos Sus mandamientos, Su gozo perfecto siempre estará con nosotros.
Si quieres leer más artículos, sígueme en mis redes sociales:
Facebook: Reflexiones Cristianas Vive la Palabra
Instagram: @lilivivelapalabra
Blog: Vivelapalabra.com