Hace más de dos mil años, el Dios creador de todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles (Col. 1:16), se despojó de su gloria celestial para hacerse semejante a los hombres. “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:7).
La llegada de Jesús trajo luz y esperanza a un mundo en tinieblas. Dice Juan en su evangelio: “En Él estaba la vida y la vida era la luz del hombre y la luz brilla en las tinieblas” (Jn. 1:4).
Este sorprendente acontecimiento fue anunciado por los profetas del Antiguo Testamento. Isaías anunció: “El Señor mismo les dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Is. 7:14). “El pueblo que andaba en tinieblas ha visto gran luz; a los que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz ha resplandecido sobre ellos” (Is.9:2).
Hoy numerosas personas celebran la Navidad sin tener un conocimiento claro y fidedigno de quién es Jesucristo y para qué vino a este mundo. Jesús es la segunda persona de la Trinidad. El Dios eterno. Creador y sustentador de todas las cosas. En Jesús están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Y en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Col. 2:3,9).
Narra la Biblia que Dios hizo un mundo perfecto donde todo era bueno en gran manera (Gn. 1:31). Sin embargo, los primeros seres humanos creados por Dios (Adán y Eva) pecaron. Por causa de su trasgresión el pecado y la muerte entraron al mundo (Gn. 3:6; Rom. 5:12).
Desde ese momento todos los seres humanos nacen en pecado. (Rom. 5:12). Esto significa que las personas que no han creído en Jesucristo para salvación están muertas espiritualmente; viven esclavizadas al pecado y están bajo la ira de Dios (Ef. 2:1-3). Pero como Dios es bueno y grande en misericordia creo un plan para salvar al hombre de sus pecados y reconciliarlo consigo mismo. Para eso Jesús bajo del cielo.
Cristo vino para ejecutar el maravilloso plan de salvación. “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hch.4:12).
Cristo vino a derramar su amor sobre la humanidad. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Jn. 3:16).
Cristo vino a revelar al Padre. “Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer” (Jn.1:18).
Cristo vino a dar testimonio de la verdad. “Para esto Yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha Mi voz” (Jn. 18:37).
Cristo vino a redimir a la humanidad. “Ustedes saben que Cristo se manifestó a fin de quitar los pecados, y en Él no hay pecado” (1 Jn.3:5).
Cristo vino a destruir las obras de Satanás. “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito para destruir las obras del diablo” (1 Jn. 3:8).
Cristo vino a reconciliar a los hombres consigo mismo. “Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió con Él mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (2 Cor. 5:18).
Cristo vino a regalar vida eterna. “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 8:23).
Cristo vino a dar ejemplo de cómo vivir para la gloria de Dios. “Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: «Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y que me siga” (Mt. 16:24).
En estas festividades no olvides que el verdadero motivo de la Navidad es Jesucristo. Si aún no conoces a Dios, lee y escucha Su palabra. “El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3:18).
Desde esta tribuna, les deseo a todos nuestros lectores ¡Feliz Navidad! Oro al Dios del cielo para que cumpla sus buenos propósitos en cada uno de ustedes. ¡Gracia y paz les sean multiplicadas!
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