NORWALK.- Desde hace casi dos décadas la Diócesis de Bridgeport dio todos las facilidades y permisos para que en la parroquia de Saint Mary (Santa María) se celebre la Misa Tradicional en latín tal cual como demanda el ritual sagrado, incluyendo sus cantos gregorianos y el aroma del sahumerio; que hoy por hoy, no solo es una devoción de los fieles del centro de la ciudad, lugar donde se encuentra la iglesia, sino de feligreses que vienen desde New York y de otros condados de Connecticut, por ser único en su género.
¿Por qué en la iglesia de Saint Mary se realizan misas en latín y no en otras parroquias de la Diócesis de Bridgeport? Acorde con el Padre John Ringly, párroco de esta parroquia, se debe a que es una costumbre venida desde el siglo II (D.C) que la iglesia usa el latín como un idioma universal, lengua que se entendía en el mundo aun cuando sus fieles tengan idiomas nativos diferentes. “Y la Diócesis de Bridgeport tuvo a bien darnos todo el apoyo necesario para sacar adelante este proyecto”, repuso.
Por eso, según los documentos del Concilio Vaticano II celebrado en la década de los sesenta, se enfatizó que el canto gregoriano tenga un lugar especial dentro de la liturgia porque la intención de la Misa Tradicional es ofrecer un sacrificio sagrado a Dios y no convertir ni al sacerdote ni a los cantores en estrellas de rock, sino que se mantenga como un canto “llano” (sencillo) y sagrado.
Para el teólogo colombiano Jaiber Hurtado, aún se celebra la misa tradicional en latín porque es el idioma original de la iglesia y de la liturgia. “Es el llamado lenguaje de los ángeles”, repuso, considerando al latín como la forma más exacta y sin errores con la que se podría celebrar un momento sagrado de conexión con Dios.
La vulgata, que es la traducción que se hizo en hebreo y arameo, es la versión más exacta de la traducción de la Biblia en el siglo IV escrita por San Gerónimo de Estridon, por orden del Papá San Dámaso. “Es decir, la liturgia se alimenta de su primera fuente que es la Palabra de Dios y nada mejor que de su fuente original”, expresa el teólogo Hurtado y hasta hoy aún se celebra las misas en latín para tratar de conservar el olor y el sabor de la fuente, por eso aspira el olor a sahumerio (perfume) durante todo el ritual.
Aunque en los últimos años la comunidad inmigrante de Norwalk ha crecido vertiginosamente, sin embargo, el número de fieles amantes de la misa tradicional en latín han mantenido sus números en ascendencia en un estimado de 250, curiosamente, en mayor proporción de los fieles que acuden a la misa en español que escalan a 160 y muy por encima de los 70 que acuden a la misa en inglés.
La Misa en latín en la parroquia de Saint Mary, ubicada en 669 West Avenue, en pleno centro de la ciudad, adyacente al área turística de Norwalk, apenas a dos cuadras de la estación de buses, cerca de la biblioteca, el correo, el mall, etc., es una joya única no solo para sus feligreses, sino para fieles que viven en New York o en el condado de Litchfield o pueblos y ciudades aledañas como: Greenwich, Stamford, Darien, Ridgefield, New Canaan y Wilton.
Durante la homilía en latín del sábado a las siete de la noche, el Padre Ringley informó a sus fieles sobre lo recaudado en la colecta de la semana y mencionó que la Sociedad Santa Cecilia, encargada de recaudar fondos para costear los salarios de los músicos de la Diócesis había logrado llegar a la meta de su recaudación, gracias a la generosidad de los parroquianos de la Diócesis.
Al preguntarle a cuánto ascendió la recaudación para los músicos de Saint Mary, el sacerdote repuso que la Sociedad Santa Cecilia, logró juntar dentro de sus propios fieles, la cantidad de cuarenta mil dólares, el monto que se necesita para pagar el salario del coro y el organista, considerando que son músicos profesionales que leen partituras y cantan en gregoriano (una mezcla de griego y latín).
Rosa Carolina Balderrama, tiene 25 años de edad, nació en Bolivia, reside en Norwalk desde cuando tenía dos años, tomó su bautismo, primera comunión y confirmación en esta parroquia y poco a poco, sin darse cuenta, empezó a frecuentar la misa tradicional en latín. Ella, admite que ese momento eucarístico le produce una felicidad imposible de descifrar con palabras y aunque no comprende totalmente el ritual sagrado que realiza el sacerdote durante la misa, simplemente es feliz de vivir un momento contemplativo de contacto directo con Dios.
Deisy Barba, es nativa de Michoacán, México, vive en Norwalk desde hace dieciséis años, tiene cuatro hijos que han estudiado la catequesis y tomado los sacramentos en esta parroquia; a igual que Rosa Carolina, ella y sus niños vienen a la Misa Tradicional en latín del sábado a las siete de la noche o la del domingo en la mañana; y narra el mismo sentimiento: “Gozo espiritual que no se puede explicar pero que produce plenitud”.
Fanny Zamora, nacida en Ecuador, con 28 años en Norwalk, es católica de toda la vida, no comprendía todo lo que ocurre durante la homilía hasta que empezó a asistir a la misa tradicional en latín. “Ver al sacerdote mirando al altar en lugar de a la congregación, la solemnidad y reverencia de la liturgia, incluyendo la forma en la que los feligreses reciben la hostia sagrada, le lleva a un plano sobrenatural más allá de una explicación humana”, dijo.
En estos últimos años el Papa Francisco restringió el lugar en donde los grupos pueden celebrar la misa en latín; también exigió que los sacerdotes que quisieran celebrar la misa obtuvieran el permiso de sus obispos y que los obispos obtuvieran la aprobación del Vaticano porque al Papa le preocupaba que la Iglesia estuviera retrocediendo, en lugar de mirar hacia adelante; pero para Rosa Carolina, una joven estudiante universitaria del College de Boston en Massachusetts, y que viene quincenalmente a Norwalk para asistir a misa en latín, es necesario comprender mejor el atractivo del tradicionalismo católico en una época laica muy liberal donde la libertad es confundida con libertinaje.
“Creo que hay personas que nos gusta la forma tradicional de la misa porque nos conecta directamente con Dios. Necesitamos anclarnos y dejar de vivir en forma acelerada. Bastante tenemos con el mundo loco que vivimos, que estos espacios religiosos son un bálsamo obligatorio”, dijo Balderrama.