Digamos entonces NO a la falsa conexión con los teléfonos celulares en los salones de clases y en la familia
Hay una extrema preocupación en la sociedad estadounidense del siglo veintiuno y esta es la ausencia de conexión, ligazón o vinculo de los niños y jóvenes con ese algo importante para su futuro. Esto es la enseñanza, las lecciones que tradicionalmente se imparten en los salones de clases, la socialización cara a cara con sus compañeros o compañeras de clases, el aprendizaje.
Este fenómeno, de acuerdo a investigadores no es necesariamente debido a la terrible Pandemia-Covid 19 cuando se cerraron las escuelas, centros de la comunidad e iglesias, sino que en muchos casos y ya a través de décadas, es la intromisión de la tecnología en todas las esferas de la sociedad.
Una diminuta cajita electrónica que reemplaza al tradicional teléfono compite hoy con lo que intenta dar a conocer el maestro o maestra en un salón de clases. Este instrumento resultado del progreso humano se ha convertido en un extraño que distrae al niño con vibraciones que le dejan saber que tiene una llamada de su amigo o amiga.
La tecnología ya evita el campanilleo y los maestros de clases escuchan risas, o estudiantes que con audífonos se entretienen totalmente desconectados de temas importantes como las lecciones de inglés, el álgebra, estudios sociales, biología.
Los estudiantes están conectados, pero con elementos ajenos a su desarrollo intelectual, social y cívico. Un falso elemento de distracción ya no se utiliza para dialogar, entender y desarrollar el comportamiento social cara a cara con el prójimo
Recuerdo que el intento de evitar el uso de celulares en los salones de clases fracasaba cuando madres o padres indignados reclamaban por lo que consideraban un abuso. En las escuelas de Hartford las razones que daban estos padres eran la necesidad de estar siempre en contacto con sus hijos o hijas quienes, decían, se sentían solos o atemorizados.
Cuando se descubría que Rosa o Carlos tenían encima y funcionando un celular, era imposible revisar a los estudiantes para hallarlo porque habría significado una forma de atropello y con el tiempo vino la abierta rebelión de encargados o padres apoyados por activistas a esta “intromisión en los negocios privados del niño o niñas.” Algunos llegaban con abogados o políticos del barrio. Esta ha sido una lucha a través de décadas.
Es verdad, los niños están desconectados, pero no solamente en la escuela, sino que, en el seno de sus propias familias, porque el celular es el nuevo integrante del hogar y cada uno vive en su propio mundo según cálculos estadísticos entre cinco o siete horas al día y se ha convertido en una peligrosa adicción.
Estudios realizados en Europa con voluntarios privaban por seis horas a personas jóvenes de sus celulares y la ausencia de este tipo de “conexión” significaba ansiedad e incluso ataques de pánico.
La prohibición absoluta de traer teléfonos celulares a salones de clases y a la escuela recibirá aprobación, pero también criticas por lo que algunas personas consideran un atentado a la libertad y privacidad.
En la actualidad y a iniciativa del gobernador Ned Lamont está en marcha este proceso que se espera se convierta en ley, pero que han sido ya aprobado a nivel del estado y serán implementadas por los sistemas de educacionales de pueblos y ciudades.
Pronosticamos resistencia por parte de estudiantes que han usado sus celulares durante el periodo de vacaciones y que se quejaran del no contar con esta distracción en la escuela, pero debemos acostumbrarlos a concentrar su energía, dedicación y concentración a sus clases, llevar a cabo sus asignaciones en el hogar y limitar el tiempo al celular.
Por más de 30 años, Eugenia Cruz trabajó como maestra en escuelas del sistema escolar de Hartford. Su trayectoria fue en niveles elementales e intermedios y con el paso de los años una porción importante de su tiempo fue la de imponer disciplina, más que transmitir conocimientos.
En este comienzo del año escolar 2024-2025 la tarea de los educadores lidiando con el tema de los celulares debe ser reconocida y apoyada por padres y líderes de la comunidad a través de sus ejemplos en los primeros días de clases. Es posible no utilizar celulares y ser feliz, aumentando los programas deportivos y recreacionales después de las horas de clases como lo indicara el alcalde Arunan Arulampalam durante su campaña electoral.
En las escuelas se deben establecer reconocimientos a salones en los cuales sus estudiantes vayan mejorando sus resultados académicos alejándose del falso conector: el celular.