El voto, en democracia, es la mejor herramienta que tenemos para enviar un mensaje a nuestros políticos. Es mediante el voto que le decimos a nuestros líderes si han sido merecedores de nuestra confianza o si queremos que se vayan a casa. Todo nuestro sistema de gobierno está construido sobre la amenaza de que podemos despedir a quien no haga bien su trabajo.
Aunque es una herramienta poderosa, el voto es un instrumento un tanto imperfecto para enviar mensajes, especialmente en un sistema político basado en distritos uninominales donde basta una mayoría simple para ganarse el puesto. Nuestra elección es casi siempre binaria entre dos candidatos, y votar a uno significa decir que no al otro, pero poco más. Es un mensaje de aprobación o rechazo, no uno que permita contarle al político qué queremos que haga.
En Connecticut, sin embargo, tenemos una pequeña ventaja: nuestro sistema electoral permite enviar mensajes algo más claros a los políticos, diciéndoles explícitamente qué esperamos de ellos. Nuestro estado funciona bajo el sistema de voto fusionado, que permite que una misma persona se presente candidata al mismo cargo por más de un partido.
Un ejemplo: el ocho de noviembre, cuando acudamos a las urnas, en las papeletas tendremos al gobernador Ned Lamont apareciendo como candidato varias veces. Lamont es el candidato demócrata para revalidad su cargo al frente del ejecutivo, y podemos votarle en esa casilla. También es el candidato del Partido de las Familias Obreras de Connecticut (WFP, el Working Families Party), que le apoya en estas elecciones.
Lo bonito, y útil, del voto fusionado es que cuando alguien marca la casilla de Lamont en Working Famlies ese voto forma parte del total recibido por Lamont. Durante el recuento, se sumarán los votos que reciba como demócrata a los que recibe bajo WFP, y esa cifra agregada es la que se usará para decidir el ganador, es decir, no se desperdicia ningún voto. Por añadido, y de forma más relevante para aquellos de nosotros interesados en enviarle al gobernador un mensaje, cada voto bajo WFP es una petición explícita de una agenda política progresista durante el segundo mandato.
Cuando un candidato recibe un voto en la casilla de WFP, sabe que ese votante le esta pidiendo ir más allá. WFP es un partido progresista, comprometido en luchar por la igualdad y justicia social en el estado. Queremos vivienda asequible, que todo el mundo tenga buenos colegios y un buen trabajo. Queremos un estado donde todo el mundo, no importa de dónde venga ni el color de su piel, sea tratado con respeto. Y queremos que los políticos den prioridad a estas medidas, no el habitual centrismo bonachón de los demócratas en tiempos recientes.
Un político, para aparecer como candidato de un partido, necesita que este decida apoyarle. En el caso de Lamont y WFP, la decisión se basó en un análisis en profundidad de sus muchos logros durante este primer mandato (bajas pagadas por enfermedad, salario mínimo de $15, expandir HUSKY para inmigrantes menores de edad…) y en su promesa de que no va a ser tímido y seguirá avanzando los derechos y libertades de las familias trabajadoras del estado. Cada voto en la casilla de WFP es un recordatorio, en papel, concreto y directo de que debe cumplir esa promesa. Es un mensaje que ya basta de medias tintas, y que debe trabajar en solucionar los problemas de raíz.
Así que este noviembre cuando votéis recordad que podéis decidir no sólo si os gusta un candidato o no, si no enviarle un mensaje claro y explícito sobre qué esperáis de él. Si sois de la opinión, que comparto, de que es hora de que los políticos en Connecticut se pongan las pilas y aprueben las reformas necesarias para construir más vivienda, mejorar las condiciones laborales de nuestros trabajadores, eliminar la segregación racial en nuestras ciudades y escuelas y subir a los impuestos a los ricos de una vez, marcad la casilla del partido de las familias trabajadoras, WFP, para el gobernador y cualquiera que aparezca bajo este partido. Si os gusta que todo siga igual, con parches y reformas a medio gas, podéis votar demócrata.
La verdad, creo que es hora de ser ambiciosos.