A decir verdad, la economía estadounidense no está marchando a “toda máquina” como propuso la gestión actual al asumir el mando del país el día 20 de enero del presente año. En esta ocasión hablaremos de uno de los indicadores sobresalientes, que revela la percepción de los ciudadanos norteamericanos sobre la economía del país; que recobra especial importancia en el contexto marcado por una inflación en incremento, una deuda pública que acaba de batir récord, un mercado laboral moderado y un crecimiento económico limitado. Hoy abordamos la “confianza del consumidor” que elabora la Universidad de Michigan, por ser uno de los referentes más seguidos por economistas, analistas e inversores; porque de alguna manera sirve como un termómetro del ánimo que tienen los ciudadanos ante la economía.
En síntesis, la confianza del consumidor es una medida que da a conocer el grado de optimismo o pesimismo que tienen los hogares sobre su propia situación financiera, así como la situación general de la economía y sus perspectivas de gasto. Se construye al realizar 600 encuestas mensuales a los consumidores, que contienen alrededor de 50 preguntas referente a su situación actual y futura (investopedia). Incluye interrogantes como: ¿cómo considera su situación financiera personal respecto al año pasado? ¿Cómo la espera dentro de un año? ¿Cómo ve los negocios en general? ¿Y las condiciones de compra de bienes duraderos en este momento?
El mencionado indicador; mide dos dimensiones fundamentales: la situación actual, respecto a cómo perciben los consumidores sus finanzas, empleo, economía doméstica, condiciones de compra en el momento; y las expectativas futuras, como qué pasará con sus situación personal, con la economía nacional y condiciones de compra en los próximos meses y años. Obtenido el dato sirve como un indicador adelantado del gasto el consumidor, una clara señal del ciclo económico, influye en los mercados y en la política económica del país, como también es una herramienta para el sector empresarial (ajustes de inventarios, marketing, inversiones, etc.).
A lo largo del 2025, el indicador se ha comportado con una tendencia a la baja. En enero se inició con una lectura de 71,1 puntos y actualmente en noviembre registra un 50,3 (dato preliminar – investing.com & Bankinter); habiendo caído en relación al mes de octubre más del 6%. Este valor es uno de los más bajos de la serie, apenas por encima de los mínimos históricos registrados durante crisis anteriores. El sub-componente de “condiciones actuales” cayó a 52,3; mientras que la de expectativas bajó a 49,0 en este mes, lo que indica un fuerte pesimismo tanto con respecto al presente como al futuro (Advisor Perspectives).
Entre los factores que explican este desplome se encuentra la persistente preocupación por la inflación a 12 meses (4,7% – Bankinter), pérdida de tracción del mercado laboral, cierre más largo del gobierno, incertidumbre sobre la política económica, tensiones comerciales, y una serie de datos macroeconómicos que no transmiten tranquilidad.
Ahora ¿qué implicancias tiene la debilidad de la confianza del consumidor para la economía real en el 2025? Riesgo de desaceleración, como es notorio; inflación persistente; retraso de compras de bienes duraderos (autos, electrodomésticos); y presiones para la política económica del país.
Hay que precisar, que la confianza del consumidor no es un dato de gasto real (no mide cuánto se gasta hoy) sino una medición del “ánimo” de los consumidores, que luego puede traducirse en cambios de comportamiento. Ese indicador por ahora se encuentra en terreno de advertencia, que nos muestra que los hogares están notablemente menos confiados tanto respecto al presente como al futuro, lo que podría traducirse en menor consumo, menor crecimiento y mayor vulnerabilidad ante nuevas perturbaciones.