Con la disonancia cognitiva propia de algunos medios de comunicación que durante el Conclave sembró dudas y formulaban pronósticos erráticos con pleno desconocimiento de la vida de la Iglesia Católica. Proponían lecturas erráticas acerca del 267 Sucesor de San Pedro, con el lenguaje propio en términos ideológicos y categorías simplistas y reduccionistas como si se tratase de un líder político, que, según su procedencia de origen, plantearía un escenario en términos de cálculos geopolíticos y anticipaban un Papado Progre.
Se descolocaron tras la elección del nuevo Papa, con dos nacionalidades: peruana- americana, que dijo “sí” desde su vocación de Misionero, teniendo al mundo por hogar.
Eligió León XIV como nombre, que remite a León XIII, el Papa de la “cuestión social”, pero también el Papa preconciliar que condenó la masonería y el liberalismo; o sea, el Papa que combatió las ideas programáticas que se sostienen desde ámbitos progresistas.
Sus primeras palabras, saludó con las palabras de Cristo Resucitado a sus discípulos: “La Paz este con Vosotros”, que repitió Jesucristo siete veces, pidiendo a sus apóstoles que no tuvieran miedo, porque él estaba ahí con ellos.
Es significativo el lema elegido por León XIV: In Illo uno unum (que seamos uno en el Uno). Con esta expresión de San Agustín subraya la importancia de que el Papa sea instrumento de la comunión interna en la Iglesia, en torno a una misma fe, sin permitir que las ideologías mundanas provoquen divisiones internas entre nosotros y así reconstruir la Iglesia.
La clave de su pensamiento agustino es una grata impresión, viene de una gran línea de espiritualidad que tienen claro el orden en el amor -ordo amoris-, el orden de la caridad, el cual consiste en amar a Dios como lo más importante y desde ahí se ordena lo demás.
En su personalidad afloran actitudes de anteriores pontífices. Ha mostrado su intención de asumir la “valiosa herencia” de Francisco (opción preferencial por los pobres, justicia social, ecología integral), pero enmarcada en un discurso dentro de un marco teológico tradicional, con la necesidad de poner a Cristo resucitado en el centro de la acción evangelizadora, de la cual es un exponente creíble, siendo norteamericano dejó su próspera nación cuando era muy joven, para evangelizar en el Perú, a la usanza de San Juan Pablo II. De Benedicto XVI identificamos la claridad de su pensamiento doctrinal por las manifestaciones inequívocas que ha realizado a lo largo de su ministerio episcopal, como Prior General de la Orden Agustiniana, acogiendo y proclamando el Magisterio de la Iglesia en su integridad, incluyendo los temas mediáticamente más conflictivos que el pensamiento único dominante pretende imponer a la Iglesia.
El reto que tiene ante sí León XIV es imponente, ya que la cultura globalizada en la que vivimos camina en una dirección bien distinta a la del Evangelio. Y, sin embargo, percibimos muchísimos signos de insatisfacción que denotan que el corazón de todo hombre anhela una autenticidad y una integridad que la sociedad del bienestar no es capaz de ofrecerle.
El nombre de León XIV entronca con el gran Papa León XIII, conocido por ser el padre de la doctrina social de la Iglesia, pero que además escribió 85 encíclicas queriendo abarcar y dar luz a todas las realidades del cambiante mundo que le tocó vivir.
Se avecinan años apasionantes para la Iglesia; pero no hay pasión sin padecimiento.