Ramon Emeterio Betances nace un 8 de abril del 1827 en Cabo Rojo, pueblo en el suroeste de Puerto Rico. Hijo de una familia acomodada, tiene una niñez feliz, añorando toda su vida sus carreras por las calles de su pueblo. Sus abuelos paternos y su padre Don Felipe, eran de origen dominicano, que emigraron a Puerto Rico a principios del siglo XIX.
La madre de Betances fue María del Carmen Alacán, natural de Cabo Rojo.
Don Felipe y Doña Maria contraen nupcias en 1812.
A los 10 años, en 1837, al joven Betances se le muere su madre. Ese mismo año fue enviado a Toulouse, Francia, a comenzar estudios formales. Ramón E. ya había aprendido en su hogar destrezas escolares básicas que lo acompañaran a Francia,
iniciando a una tierna edad el difícil viaje a una tierra extraña, internado en un colegio de ese país. Betances aprende un idioma foráneo adaptándose a un país diferente, estableciéndose en el colegio como uno de sus mejores estudiantes.
Al terminar su bachillerato en Letras y Ciencias en Toulouse se matriculó en 1848 en la Escuela de Medicina de la Universidad de París. Vivió y participó en la revolución francesa de esos años.
A los 21 años Betances se considera “un viejo soldado de la República”. Esos años en el París revolucionario, fueron difíciles, pues está dedicado a sus estudios de medicina que le toman tiempo. Para 1851 se reúne en Madrid con otros jóvenes estudiantes puertorriqueños recopilando datos sobre la historia de la Isla, escribiendo la primera colección de Historia de Puerto Rico. También para esa época Betances escribe poesía y cultiva a través de su primera novela “Los Dos indios” (1853), el tema indianista en la literatura. Posición que comparte con Alejandro Tapia. Otra de sus novelas es “La Virgen de Borinquen” (1857) también romántica, pero con un alto contenido político. Sus trabajos poéticos no se escapan de la influencia de su siglo. Otras obras son “Los Viajes de Escaldado” (1887); “La Cortesana de París” y “Un premio para Luis XIV”. Sus obras fueron escritas en francés, lengua que él domina como su propio idioma. También traduce del latín al castellano la obra de Plauto” La Botijuela”; del italiano las “Elegías” de Tetrarca; del latín al francés las “Poesías” de Tibulo. Sin olvidar el formidable ensayo: “El Washington Haitiano: Alexandre Petion”.
Betances defiende su tesis doctoral en el 1855 sobre las causas del aborto, haciendo notar que luego de más de 168 años de haberla presentado, todavía explica aspectos que son vigentes hoy día.
En 1856 regresó a Puerto Rico obteniendo licencia para ejercer su profesión de médico en la Isla. El joven médico se estableció en Mayagüez en 1856, año que se desata la peste colérica causando estragos monumentales. Betances y José Fco. Basora dan la voz de alarma y para combatir la epidemia los médicos ordenan quemar los barracones de las haciendas en que vivían los esclavos. Esta medida constituyó una fuerte condena denunciando las condiciones en que vivían los esclavos. Betances fue acusado de no prestar suficiente atención a los militares que vivían en la guarnición en el pueblo. En Puerto Rico se estimó que el número de muertes ascendió a 26,820 de los cuales sobre 20,000 era negros esclavos o libres.
Para 1857 la epidemia estaba controlada y el Ayuntamiento de Mayagüez reconoció el trabajo de los Drs. Basora y Betances. En 1857, Betances solicita la plaza vacante de cirujano de sanidad de Mayagüez. La solicitud se la hace al gobernador de la Isla y este se la niega, determinando “que no debe ocupar el cargo que pretende”.
En el 1856 Betances junto a Ruiz Belvis y a José Fco. Basora comienzan a fundar sociedades abolicionistas secretas. Estas sociedades liberaban a los recién nacidos o sacaban a los adultos del país a donde pudieran vivir como hombres libres. Se sabe que estos liberadores se paraban en los atrios de las iglesias y pagaban 25 pesos antes que estos fueran bautizados. Esto eventualmente le causa problemas a Betances y a Basora que tienen a instancias del gobernador que abandonar a Puerto Rico siendo este el primer destierro.
Betances regresa a Mayagüez en 1859 donde establece una buena clientela, prosperando económicamente. Establece un hospital en su propia casa donde atiende a los pobres, como si fuera un asilo de caridad. Comienzan a llamarlo en Mayagüez el “Padre de los Pobres”.
Para 1864 Betances prestó servicios médicos en República Dominicana en la Guerra de Restauración, precipitando la segunda expulsión de este de Puerto Rico.
Betances regresa a Puerto Rico donde él entiende que su compromiso primario es continuar preparando grupos para la lucha por la independencia de Puerto Rico. Mientras tanto Betances es responsable de que se construyera el Hospital San Antonio en Mayagüez y en el 1866 junto a Ruiz Belvis logran que el Ayuntamiento mayaguezano apruebe la construcción de un Colegio de Segunda Enseñanza.
En el 1867, Betances junto a Ruiz Belvis se escapan de Puerto Rico, ya que existía una orden de expulsión por sedición.
Para el 1867 hace la proclama de los 10 mandamientos del hombre libre.
EL GRITO DE LARES
Betances pensaba que Puerto Rico estaba listo para la lucha por la independencia. Los patriotas contaban con pocas armas y municiones y poca experiencia militar.
Más de 1,000 hombres se reunieron en Lares. El levantamiento apenas duró dos días. El apoyo prometido nunca se dio. Se le dio un golpe mortal a El Grito de Lares, cientos de puertorriqueños fueron a parar a la cárcel, muchos de ellos muriendo en estas.
Betances, perseguido en el Caribe, se va para Nueva York y para el 1872 se radica de forma definitiva en Francia.
En marzo 23 del 1873 la esclavitud fue abolida en Puerto Rico. Betances no estuvo presente.
Betances muere un septiembre 16 de 1898 en su otra patria: Francia.
Sus cenizas fueron traídas a Cabo Rojo, un 6 de agosto de 1920.
Las campanas de todas las iglesias sonaron en todo Puerto Rico y miles de puertorriqueños se lanzaron a las carreteras para ver pasar el féretro. En Camuy, pueblo al norte de la Isla, tuvieron que detener la marcha cuando les salió al paso una anciana negra que quería despedirse del Antillano: el que había liberado a sus nietos en el atrio de una iglesia.