Históricamente, enseñar en un salón de clases implicaba contar con una vocación especial que requiere conocimientos de pedagogía, habilidad en la mantención de récords escolares, tiempo extra para preparar planes de lecciones, usar sicología aplicada para velar y preservar la disciplina en un salón de clases con más de 20 o más estudiantes, energía física y mental para jornadas diarias de aproximadamente siete horas de trabajo, asistencia obligada a las tediosas reuniones que citan los administradores, y pocos días de descanso que no incluyen los domingos donde quien enseña ya prepara material didáctico para la semana.
No es una tarea fácil y más aún cuando en Hartford se está lidiando con un enorme porcentaje de niños y jóvenes que requieren atención educativa especial incluyendo consejería individual y en grupos, y más asistencia de parte del educador o de la educadora.
Durante y después de la Pandemia la labor de maestros y maestras se hizo más compleja y estresante debido a la necesidad de preparar clases no presenciales para niños en cuyos hogares no había acceso al Internet. En muchos casos estas carencias digitales exigieron del educador visitas a los hogares en medio del periodo de cuarentena poniendo en riesgo su salud.
Y es que además ciudades como Hartford, New Haven y Bridgeport comparten distritos escolares afectados por la pobreza y una significativa cantidad de estudiantes son elegibles para almuerzo gratis o con rebaja lo cual pone de manifiesto las carencias de nutrición básica en los hogares.
Un ejemplo dramático es el de la escuela Thirman Milner del norte de la ciudad capital que agrupa mayoritariamente a la población afroamericana y puertorriqueña.
En este establecimiento educacional localizado en un sector afectado por el tráfico de drogas, un 96% de sus estudiantes tienen que recibir almuerzos comparado con un promedio del 36% en Connecticut.
A esto se debe agregar que los maestros del sistema escolar de la ciudad capital deben lidiar con cientos de niños y jóvenes con necesidades especiales en lectura, escritura, control emocional y un creciente aumento de los difíciles casos de autismo.
Pero ¿cuánto gana un profesional que requiere una maestría para llegar al salón de clases y enfrentarse a todas estas tareas?
De acuerdo a informes entregados por Kate Diaz, presidenta de la Asociación de Educadores de Connecticut que cuenta con 43,000 miembro en nuestro estado, el salario que recibe quien ingresa al magisterio es de $48,000 dólares y con este dinero, los nuevos maestros y maestras deben sobrevivir, adquirir materiales didácticos que usualmente no provee el sistema, y pagar los préstamos que les permitieron estudiar para la maestría en educación.
El recién pasado martes y en circunstancias que la legislatura de Connecticut discutía este tema de salarios insuficientes para los educadores, dirigentes y miembros de la asociación llevaron a cabo una masiva demostración para informar y a la vez protestar en las afueras del edificio llamando la atención acerca de estos hechos. Dieron también a conocer el resultado de una encuesta en que el 74% de los maestros entrevistados manifestaron su deseo de cambiar de profesión.
“En la actualidad en Connecticut hay 1,200 vacantes de maestros lo que significa que para el comienzo del próximo año escolar 2023-2024, esta escasez iniciará un caos educacional en nuestro estado,” manifestó Kate Diaz.
Por esto, la Asociación está solicitando que la legislatura compense a los educadores por el periodo de la Pandemia que requirió actividades extras incluidas visitas domiciliarias para casos de estudiantes que en Hartford y Connecticut no contaban con acceso a Wifi. También la organización está solicitando mejores recursos para el futuro de modo que los educadores no deban usar sus ya debilitados haberes para adquirir útiles escolares y cuenten con mayor apoyo de los administradores en casos severos de disciplina.
Uno de los casos más evidentes de esta insuficiencia de maestros se hace evidente en la escuela superior Bulkeley donde no hay maestros presenciales y a los estudiantes se les presentan lecciones de precálculo a través de videos.
Los dirigentes de la Asociación dijeron que la Pandemia de la que se está aún recuperando la sociedad estadounidense, puso también al descubierto las crudas desigualdades que existen en el área de la educación si se compara la realidad urbana y suburbana donde los sectores más desposeídos han tomado mucho más tiempo para recobrarse.
Todos estos factores conspiran para que se produzca una escasez de maestros muchos de los cuales comparan sus salarios don los de un plomero o electricista los cuales fluctúan en los $60,000 dólares anuales e incluso los de cajeros de banco que pagan sin requerir la preparación académica de un educador la cantidad de $35,000 dólares.
Por otra parte, los engorrosos exámenes para ingresar a una carrera que no ofrece oportunidades de promoción o mejores salarios han hecho que muchos jóvenes elijan otra opciones en el mercado de mercadeo digital donde los salarios pueden fluctuar entre los 40,000 y hasta 97,000 dólares y por lo tanto la llegada de nuevos educadores disminuirá en los próximos años.
Los salarios para los maestros en Connecticut se sitúan cercanamente al de otros estados donde la paga es mísera. En Georgia el salario para maestros es de $38,692 mientras que en Missouri apenas sobrepasa los $33,234.
En Florida donde los educadores sufren actualmente la amenaza de ser denunciados por padres de ultraderecha si enseñan acerca de temas sexuales tales como opciones de género o historia de la esclavitud en Estados Unidos y se predice una renuncia de muchos que ya con cuentan con la mínima libertad académica. Es difícil el prever lo que sucederá en Connecticut debido a la escasez de educadores, pero estamos seguros de que no serán buenas noticias para los estudiantes de las grandes ciudades ni para asegurar en agosto la presencia de suficientes educadores en las escuelas.