“Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”
Definitivamente no voy a convertirme en crítico de cine. Es una tarea difícil ante tanta película de poco interés. Siempre hay honrosas excepciones y en estos días de tanta curiosidad me llamo la atención el filme “El Tigre Blanco” (Netflix). Primero porque reconocí que este bello felino está en peligro de extinción (solamente sobreviven alrededor de 300 ejemplares en el mundo) encontrándose mayormente en el sureste de Asia y al sur de India. La segunda razón de mi interés fueron los afiches de publicidad que presentaban a un joven de raíces humildes, parecido a cualquier otro de nuestra América Latina.
Esta producción cinematográfica fue una adaptación del director Rahmin Bahrani, nacido en EEUUAA (de emigrantes iraníes) y de la novela El Tigre Blanco del novelista indio Arvind Adigas. Bahrani y Adigas coincidieron como estudiantes en la Universidad de Columbia en Nueva York compartiendo, posiblemente, sus muchas inquietudes.
El protagonista de este filme es Adarsh Gourav (indio), que interpreta a Balram Halwai, un joven que nace en la extrema pobreza alcanzando en su madurez una holgada posición económica.
La película se desarrolla en la India contemporánea, repleta de chocantes y detalladas desigualdades. India es la 7ma. nación en tamaño y la segunda en población mundial (1,352,000,000 en el 2018). Hay 140 billonarios en ese país, pero hay 820 millones que viven en estado de pobreza y hambre. India es una nación organizada en un sistema de castas donde los grupos sociales se ordenan en una estructura jerárquica basada en la pureza e impureza de las personas. Las castas privilegiadas tienen más derechos, mejores empleos, mejores viviendas y mejores servicios médicos y educativos. En fin, todo tipo de beneficio que en las castas bajas escasean o son inexistentes.
El Tigre Blanco es la historia de un niño sumamente inteligente (Balram Halwai) que nace y se crea en una villa en India. A Balram le ofrecen una beca para asistir a una escuela en la capital india de Delhi. Un inspector escolar que promueve a “una gran líder socialista” reconoce a Balram como un excepcional “Tigre Blanco” llenando de a con sus sueños dándose cuenta de que su vida está sujeta a las circunstancias en donde vive. Reconoce sus límites y se dedica a ser el mejor de los sirvientes hasta alcanzar eventualmente, por su astucia, la confianza del amo de la comarca, convirtiéndose en el fiel sirviente del hijo del patrón. Balran aprende rápidamente, proveyéndole todo al amo a quien le servía con habilidad y total entrega. Balran desarrolla una conciencia de clase que no compartía con nadie, pero en el transcurso de su vida reconoce que su mayor haber en esa sociedad era su aparente lealtad y servilismo.
Este filme es una mezcla de simpáticas ocurrencias y autentica crudeza donde la dinámica de la desigualdad, la pobreza y la conformidad brotan en cada minuto. Estas escenas son tan familiares que mayormente pasan desapercibidas o peor aún, nos hemos acostumbrado a ellas considerándolas normales en nuestro medio ambiente. Sabemos que también existe un alto grado de negación o ignorancia ante esa situación. El director a través de la narrativa del filme desnuda a la India moderna llamándola irónicamente “la democracia más grande del mundo”. Bahrani o Adigas en otro cuadro compara al indio con “un gallo atrapado en su propio gallinero que no intenta escapar ni ofrecer resistencia aun cuando sabe que finalmente será degollado”. Criticando la docilidad, el servilismo o conformismo en que viven.
El tiempo pasa y comienzan a surgir cambios en la India. El amo de la comarca permite que su hijo se mude a Delhi con su esposa (nacida en los EEUUAA). Ambos con ideas progresistas, especialmente ella que criticaba las obvias desigualdades. Pero aun los viejos dueños de la región tenían que someterse a la brutal corrupción del gobierno nacional. El joven hijo del viejo patrón de la comarca se encarga de bregar con estos asuntos por su tacto y por su educación (en los EEUUAA). Ashok (el nombre del benjamín de la familia) se encarga de pagar los sobornos al gobierno, pero planea irse a Bangalore para modernizar su anquilosado imperio feudal. Siempre acompañado por su fiel y servicial Balran.
Una noche celebrando el cumpleaños de la esposa de Ashok, ambos se emborrachan y ella decide manejar el automóvil en que Balran los había llevado al club. Ella atropella a un niño en la calle causándole la muerte y luego hacen que Balran firme un documento confesando su culpabilidad en el accidente.
Balran aparenta aceptar todos los abusos, pero se da cuenta que los amos buscan un nuevo sirviente para sustituirlo. El fiel sirviente entonces toma otra decisión, “saliendo del gallinero determinado a romper con la sumisión que ya no toleraba”.
Finalmente, Balran transporta a Ashok para pagar una substancial cantidad de dinero al corrupto gobierno indio. Esa noche el otrora fiel y leal sirviente degolló a su amo desapareciendo en las sombras de la noche. Cumpliendo su cometido, llevándose el fruto de sus servicios, tal como lo haría el temido Tigre Blanco en las selvas de la India. Esta alegoría nos traslada al principio y el final de esta historia, aunque luego Balran se convierte en otro inversionista corrupto que se establece en el sistema de India como el gallo que regresa a su gallinero.
Esta película es extremadamente provocativa si se captan las continuas escenas donde el director con símbolos o imágenes nos presenta un cuadro de la pobreza moral y económica, de la incapacidad de salir del servilismo que los ahoga y la brutalidad en que viven.
Este controversial filme nos debería poner a pensar de nuestras propias vidas en nuestro tercer mundo y salir del gallinero en que vivimos.