Debemos ser muy cautelosos cuando un pastor, predicador o hermano en la fe dice que Dios le habló. En mis inicios en el evangelio, el pastor de la iglesia donde mi familia y yo asistíamos le decía a la congregación que Dios lo llamaba por su nombre —como al profeta Samuel en el A.T— para revelarle las cosas que debía hablar a la iglesia.
Según este hombre, Dios le estaba dando una nueva revelación. Esto es completamente falso. Debemos estar alerta, Jesucristo dijo: “Tengan cuidado de que nadie los engañe. Porque muchos vendrán en Mi nombre, diciendo: “Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos” (Mt. 24:5).
A medida que se acerca la segunda venida de Cristo van a proliferar los falsos maestros que por ganancias deshonestas intentarán engañar aun a los escogidos de Dios (Mt. 24:24). El apóstol Pablo le advirtió a Timoteo, quien era un joven pastor, sobre las enseñanzas falsas: “Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, conforme a sus propios deseos, acumularán para sí maestros, y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a los mitos” (2 Tim. 4:2-4).
El tiempo del que habla el apóstol es hoy. Las personas inestables que aman los placeres carnales y todas las cosas que hay en este mundo fútil son las que aborrecen la Palabra fiel y verdadera y se deleitan escuchando las mentiras que seducen a sus envanecidos corazones. Pablo explicó que Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira, a fin de que sean juzgados todos los que no creyeron en la verdad, sino que se complacieron en la iniquidad (2 Tes. 2: 11-12).
En contraste, los creyentes genuinos examinan cuidadosamente lo que la Escritura enseña y lo comparan con los sermones que escuchan en su iglesia local, redes sociales, medios de comunicación y en los libros y blogs que leen, con el fin de verificar que están cimentados en el único y verdadero evangelio.
No existe una revelación nueva. Lo que Dios quiere hablarle a Su Iglesia hoy está escrito en la Biblia. La Escritura fue inspirada por el Espíritu Santo y es la Palabra de Dios expresada por su propia boca. “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16).
Los que oyen la voz de Dios le pertenecen a Cristo. Jesús dijo: “Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco y me siguen. Yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de Mi mano” (Jn. 10:27-28). Solamente las personas que son salvas por medio de la fe en Jesucristo reciben la revelación de la Palabra de Dios y la ponen en práctica. Son ovejas del prado del Señor, porque oyen y reconocen la voz de Cristo y lo siguen.
Las personas que no oyen la voz de Dios no le pertenecen a Dios. Jesús les dijo a los fariseos: “Ustedes son de su padre el diablo y quieren hacer los deseos de su padre. Él fue un asesino desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él (…). El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso ustedes no escuchan, porque no son de Dios” (Jn. 8:44; 47).
Examinémonos a nosotros mismos para ver si estamos en la fe (2 Co.13:5). Y asegurémonos de estar escuchando el evangelio verdadero, porque cuando la Palabra de Dios es expuesta fielmente, sin quitar ni añadir nada, todos los que la oyen son llamados al arrepentimiento, la confesión de pecados y a la santificación de su vida. Pues, “la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo” (Rom. 10:17).
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