El ferrocarril que conecta New Haven, Hartford y Springfield es un pequeño milagro. En un país en el que las noticias sobre transporte público siempre parecen venir acompañadas de la palabra “recortes”, Connecticut abrió una nueva línea con trenes rápidos (hasta 110 millas/hora), frecuentes (19 circulaciones por sentido al día) y precios razonables.
Los viajeros han respondido: la línea lleva casi 2.500 personas al día, y tiene más viajeros hoy que antes de la pandemia.
El único borrón ante toda esta serie de elogios es, por desgracia, los propios trenes. La Hartford Line utiliza trenes diésel, con un material rodante que oscila entre lo embarazoso y la reliquia de museo.
La mayoría de las circulaciones son operadas por el Departamento de Transportes del estado, ConnDOT. Las locomotoras más modernas datan de principios de los noventa, con un puñado de máquinas más antiguas que datan de finales de los años sesenta. Los coches de viajeros fueron construidos por Mafersa, una compañía brasileña, originalmente para una línea en Virginia. ConnDOT los compró de segunda mano, y aparte de estar limitados a 90 millas/hora, son incómodos, ruidosos y poco agradables.
Los trenes operados por Amtrak son aún más antiguos. Los Amfleet (esos coches de viajeros que recuerdan a una lata de bebida) datan de los sesenta. Los coches cabina son literalmente piezas de museo; el último vestigio de los Metroliner, un experimento de trenes de alta velocidad de cuando Lyndon Johnson era presidente que precede a Amtrak por varios años.
La buena noticia, en ambos casos, es que estos entrañables fósiles rodantes van a ser sustituidos a corto/medio plazo. ConnDOT ha encargado y está a la espera de recibir nuevos trenes pronto; en uno o dos años, el buen servicio en la línea estará acompañado por material que ha sido fabricado este siglo, rápido, limpio y cómodo. Amtrak tomará unos cuantos años más, pero también están en camino.
Aunque estas mejoras son bienvenidas, a la línea aún le quedará camino por recorrer si queremos que sea tan útil como sea posible. Para empezar, aunque tenemos bastantes circulaciones, las frecuencias son tremendamente inconsistentes a lo largo del día. En hora punta hay trenes casi cada media hora, pero esos intervalos se alargan hasta dos o tres horas en algunas estaciones a media tarde. Aunque es cierto que la mayoría de los usuarios usan el tren para ir a trabajar, estas frecuencias tan irregulares hacen que uno tenga que organizarse alrededor de los horarios del tren, y no a la inversa.
En general, queremos que el transporte público sea algo sobre lo que uno no tenga que pensar demasiado: sabes que hay un tren que sale a la hora y diez, cada hora, todo el día, y no tienes que recordar nada más. Lo ideal sería que la Hartford Line pasara a tener lo que se llama un horario cadenciado, con un tren cada hora a lo largo del día, y cada 30 minutos en horas punta.
Segundo, hay que pensar en electrificar la línea. Esto es, con catenaria y trenes eléctricos, no experimentos con baterías, hidrógeno, o nada similar. Los trenes eléctricos tienen muchas ventajas importantes comparadas con el material diésel. Para empezar, aceleran mucho más deprisa, algo esencial en una línea con muchas paradas. Segundo, son mucho más baratos de mantener, ya que un motor eléctrico tiene menos piezas móviles, y son mucho más fiables. Tercero, son más rápidos; hay muy pocas locomotoras diésel aptas para ir a 110, pero cualquier eléctrica moderna puede circular a 125 sin problema. Cuarto, son mucho más limpios y usan mucha menos energía.
La inversión inicial no es trivial, pero el ahorro y mejora del servicio a medio plazo más que compensa el coste. Caltrain, una línea en San Francisco que inauguró su electrificación hace poco, casi ha duplicado el número de viajeros gracias a la mejora de servicio. No son un modelo de costes (el proyecto se les fue de presupuesto), pero sí de resultados.
ConnDOT lleva años invirtiendo en mejorar la Hartford Line con más kilómetros de vía doble y nuevas estaciones. Electrificar es el siguiente paso natural en el proyecto. Tenemos una línea de tren nueva que funciona bien y tiene viajeros. Sigamos invirtiendo para hacerla aún mejor.