Por Aníbal Brea
En el año 2015, en Paris, los representantes de casi 200 países firmaron un ya prácticamente triste acuerdo, alertando sobre las amenazas que, para el mundo, significaba el aumento global de las temperaturas y mediante el cual, se comprometían a hacer lo necesario para controlar el fenómeno, concretamente se hizo el compromiso de limitar a +1.5 centígrados, el aumento de la temperatura global.
Hace algo más de una semana que concluyó, sin penas ni glorias, un nuevo evento que se suponía de gran envergadura, cuyo propósito era de volver a insistir en cómo ese calentamiento, admitido y negado sucesivamente, afecta al planeta. Y tal como era de esperar, el tema de los combustibles fósiles fue el elemento mayor de las discrepancias y lo que marcó, de paso, un nuevo triunfo para los grandes productores, como Arabia Saudita y Rusia, quienes se emplearon a fondo para convencer de que, aunque son los principales proveedores de las causas del fenómeno, sin falta harán todo lo posible por contribuir a debilitar la influencia tremenda que este factor tiene sobre la vida de los comunes de los mortales.
Las dos potencias petroleras contaron también con la ayuda de grupos como el denominado BRICS, que incluye a Brasil, la India y África del Sur, pero es realmente controlado por el binomio Rusia/China. Este último país no tiene un gran peso en términos de producción petrolera, pero necesita estar asociado a otra gran potencia, Rusia, para contrabalancear el peso considerable que tiene Estados Unidos, en esa y las demás áreas posibles.
En esta sesión, que se celebró en Belén, Brasil, el número de lobistas contrarios a los esfuerzos por controlar el calentamiento global sobrepasaba el millar, de una participación de unas 40 mil personas, lo que es un indicativo de lo importante que es para quienes hacen la mayor contribución en la producción de combustibles fósiles, preparar sus campañas contra los “ilusos” que aun pretenden que hay calentamiento global y que es posible controlarlo sin necesariamente afectar las condiciones de vida actuales. Naturalmente, esa es una tarea que incumbe a los expertos en el tema.
Entretanto, parte de la estrategia de desacreditar los esfuerzos por controlar ese calentamiento, es la abundante circulación, sobre todo a través de las redes sociales, de versiones poniendo en duda todo lo que se ha investigado y publicado sobre el tema en publicaciones científicas que tratan sobre el tema. Y, como en nuestros días, esos instrumentos “informales” son tan exitosos, es lógico que se haya debilitado en grado sumo, una verdad que ya había sido aceptada: que el planeta se ha calentado y se sigue calentando y que, como era de esperar, la acción de los seres humanos es el factor determinante, como lo sería igualmente haciendo lo necesario para frenar (porque tampoco se puede pretender que sea para ponerles fin) esos efectos que contribuyen al calentamiento global.
En resumidas cuentas, a esos casi dos cientos países y otros miles de representantes de organizaciones no gubernamentales y especializadas en combatir las causas principales del calentamiento, no le quedo más remedio que aceptar que no están dadas las condiciones, en este mundo cambiante, para hacer avanzar una causa tan importante, pero de tanta resistencia, como hacer lo necesario para limitar las altas temperaturas, que no solo se limitan a producir más calor, sino a afectar la naturaleza de manera tal, que son mayores y más nefastas las tormentas, inundaciones y otros fenómenos similares.
Naturalmente, no se debe obviar que ahora somos una población más numerosa que hace 100 años y que ese es también un factor a tomar en cuenta a la hora de determinar cuáles son todas las causas de ese calentamiento.
De todas maneras, no se puede decir, pese a la decepción reinante entre los estamentos más comprometidos con la causa anticalentamiento, que todo haya sido negativo. No es un avance con relación a la conferencia de París de hace 10 años, pero si lo es en términos relativos, toda vez que, al menos se decidió prestar ayuda especial a los países y regiones más vulnerables, como en Asia, donde en esta última semana hubo situaciones desastres relacionadas con los efectos del calentamiento en Indonesia, Sri Lanka y Tailandia, dejando más de 1,500 víctimas.
Entretanto, mientras haya seres humanos, seguirá habiendo divergencias pese a que las diferentes encuestas establecen que la mayoría de la gente, aquí y en el mundo en general, está preocupada por el asunto del calentamiento. Así, mientras los “negacionistas” insisten en que es imposible prescindir de combustibles fósiles ( y así será, por ejemplo, hasta que se resuelva el problema de servicio de los automóviles eléctricos, que en ese sentido están en franca desventaja frente a los de gasolina), a los “positivistas” por el momento no les queda otra alternativa que la de presionar a los gobiernos “presionables” en esa dirección, para que promuevan información correcta y hagan lo necesario para combatir la desinformación climática. No es mucho, pero en las presentes circunstancias es quizás lo único posible, en lo que llega, dentro de 10 años, la COP 31, que tendrá lugar, esta vez, en Turquía, quizás en un entorno más favorable que el actual.