Si bien Estados Unidos es la primera economía en el mundo; enfrenta gigantescos desafíos y escenarios complejos que necesitan urgente atención, en lugar de ser indiferentes a los mismos. En esta ocasión se aborda la salvaje deuda a la que ha escalado, sin que ésta pareciera preocupar a la gestión actual, como ha sido una constante de gestiones sucesivas desde el tramo final del siglo pasado. El nivel al que ha llegado la deuda en el último cierre del gobierno bate todo récord.
Por décadas la deuda pública ha sido un gigante que crece sin descanso y de manera hiperbólica, a tal punto que en este momento ha pasado a un estado de línea vertical. El Departamento del Tesoro está pidiendo prestado si medida, ya no hay frenos; y pese al poder económico que posee el país, vive más allá de sus posibilidades fiscales; de modo que ésta ya no es sólo un problema de naturaleza contable, sino político, económico y hasta moral. Históricamente el origen de dicha deuda se remonta a los primeros días de Estados Unidos como nación; pero fue a partir de la década de los 80 del siglo XX que se acrecentó con la administración del presidente Ronald Reagan, en el que el gasto militar y los recortes fiscales dieron comienzo a expandir el déficit fiscal; seguido de las guerras de Medio Oriente; los rescates financieros por la crisis inmobiliaria del 2008; los gastos masivos para enfrentar la pandemia de COVID-19, como las guerras de Ucrania e Israel. Cada crisis ha llevado al Congreso a emitir más deuda, justificándola como un “mal necesario”.
La salvaje deuda de la que estamos hablando; ha superado los 38 trillones de dólares, según la nomenclatura estadounidense; en la nomenclatura de América Latina y España son 38 billones de dólares. Dicha cifra implica la suma de 111 mil dólares por cada habitante de Estados Unidos y es equivalente a las economías sumadas de China, India, Japón, Alemania y Gran Bretaña. Según el Joint Economic Committee (JEC) durante el último año ha crecido en 69 613,82 dólares por segundo. La actual deuda, equivale a cerca del 125% del PIB. En otras palabras, si el país destinara todos sus ingresos durante más de un año entero a pagar lo que debe, apenas lograría equilibrar sus cuentas.
Estados Unidos se endeuda, porque tiene déficit presupuestario crónico; gasta más de lo que recauda; y pese a que Trump alardea de estar trabajando en ello como disminuir el gasto púbico; el mismo Departamento del Tesoro ha confirmado que su déficit acumulado es de 468 billones de dólares. A todo lo señalado anteriormente se suma el pago de intereses por la deuda contraída; 4 trillones de dólares sólo de intereses fueron desembolsados de las arcas estadounidenses en la última década y para los próximo 10 años está prevista que serán 14 trillones (estimación de Michael Peterson). Algo que no parece preocupar a la actual gestión; por lo que decimos que mira a otro lado en vez de atenderla con seriedad.
Aunque no muchos se atreven a señalar las causas de este excesivo endeudamiento en los últimos años, que ha crecido en más de 1 billón de dólares cada pocos meses; es bueno mencionarlas. Se debe a que el complejo militar industrial cada vez necesita mayores gastos en conflictos bélicos; atender sus más de 750 bases militares en el mundo; más de la mitad del presupuesto federal destinado a gastos militares; la bélica y costosa guerra de Ucrania, que sólo ha beneficiado a los fabricantes de armas y oligarquías corruptas de Ucrania, Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); así como el financiamiento del genocidio perpetrado por Israel en contra del pueblo palestino.
Nuestros lectores sin duda que hasta estas alturas del presente, se deben preguntar y cómo nos afecta o cuáles son las consecuencias de esta exuberante deuda contraída por las sucesivas gestiones de turno. El incremento de la inflación es una de ellas, que dinamita el poder adquisitivo de los americanos; incremento de los precios para préstamos para hipotecas y compra de automóviles; limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis; bajada de los salarios; mayor dificultad para invertir por la inestabilidad e incertidumbre que genera; y una posible crisis financiera y colapso económico en un futuro cercano.
Esta deuda por tratarse de USA, no es sólo un problema doméstico sino una advertencia global; cualquier sobresalto fiscal en Washington repercute en todo el planeta; de ahí el dicho “cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se resfría”.
Finalmente ¿hay una salida? Y la respuesta es sí; porque reducir una deuda no es imposible, pero demanda decisiones serias; como dejar de estar “arrodillado” al complejo militar industrial, además de combinar una reforma fiscal, con la una disciplina presupuestaria y mantener un crecimiento sostenido.