La infertilidad es consecuencia de vivir en un mundo quebrantado por el pecado. Numerosos matrimonios conocen el dolor de no poder concebir. Es una lucha extenuante y solitaria. Sin embargo, Dios tiene un propósito específico con cada matrimonio estéril, y ese propósito es bueno.
Para hallar paz en la lucha contra la infertilidad se debe mantener la comunión con Dios. Alabar al Señor en medio de la prueba es una manera bíblica de quitar los ojos del problema y fijarlos en Aquel que tiene el control de todas las cosas que ocurren debajo del sol. Meditar en los atributos de Cristo, en su infinito amor e indudables promesas producirá estabilidad emocional a un matrimonio estéril.
La oración es el medio para hablar con Dios. En su perfecta soberanía, Dios puede conceder hijos como hizo con Ana (1 Sam. 1:20), o negar una oración sincera y profunda como hizo con Cristo (Heb.5:7-9). Dios es soberano. “Él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle: «¿Qué has hecho?»” (Dn. 4:35).
Jesucristo, el Hijo de Dios que vino al mundo a morir para salvar a los pecadores de la iniquidad y de la muerte, entiende el profundo dolor de una pareja infértil. Él sabe lo que es rogar y suplicar con todo lamento y lágrimas y recibir un no como respuesta. La Biblia dice: “Pero quiso el Señor quebrantarle, sometiéndole a padecimiento” (Isa. 53:10). Dios “quiso” que su propio Hijo padeciera el tormento de la cruz porque tenía un propósito bueno para alabanza de su gloria y beneficio de la humanidad.
El Señor derramó su amor y misericordia sobre cada creyente a través del sacrificio vicario de Cristo. Por lo tanto, cualquier circunstancia que permite en la vida de sus amados tiene un propósito bueno.
Dios es quien abre y cierra la matriz. Cuando no da hijos a una pareja de manera natural puede que la esté guiando al camino de la adopción. Hay numerosos huérfanos en el mundo que necesitan padres cristianos que los amen y protejan. Sin embargo, antes de tomar cualquier decisión es muy importante buscar el consejo de Dios. La Biblia dice: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento” (Prov. 3:5). Los pastores y consejeros cristianos pueden orientar a las parejas infértiles y rodearlas de oración.
La infertilidad ha llevado a muchos matrimonios al divorcio. Los cónyuges se culpan mutuamente o uno no acepta la realidad de que el otro es estéril. Frustrados por la situación, algunos buscan una salida desesperada por medio de técnicas asistidas. No obstante, los creyentes deben detenerse, orar, buscar información y evaluar cuidadosamente todas las implicaciones a nivel corporal, espiritual y financiero.
Los esposos que sufren infertilidad deben tratase con mucha ternura y paciencia. Isaac, quien heredó la promesa de que de él saldría un pueblo numeroso para bendecir al mundo, fue probado cuando su esposa Rebeca no podía concebir. Lo más beneficioso que hizo Isaac fue orar por su esposa. Dice la Biblia: “Y lo escuchó el Señor, y Rebeca su mujer concibió” (Gén. 25:21).
Esto no quiere decir que a todas las parejas infértiles les pasará los mismo. Dios no nos ha dado promesa de concepción. Lo que sí prometió es que Cristo volverá. Ese día secará las lágrimas de todos los rostros, quitará el oprobio de sus amados y los llevará a Su gloria (Ap. 21:4).
En medio de las más ardientes pruebas, fija tus ojos en Cristo. Dios ha prometido que todas las cosas cooperan para bien de los que son llamados conforme a su propósito (Rom. 8:28).