Varias docenas de personas estuvieron presentes el viernes pasado 28 de marzo, en el club “Amarante’s Sea Cliff”, de la ciudad de New Haven, con motivo del lanzamiento del libro “TODAVIA EN PIE- La Historia de Esperanza de un Amputado”, de la pastora Ana L. Reyes, de la iglesia Good Sheperd Ministries, de West Haven, en el cual nos narra las dramáticas, dolorosas y cruentas experiencias que le tocó pasar, a causa de la sorpresiva aparición de un cáncer en una de sus extremidades inferiores, que al final la condujo a una dolorosa amputación.
En el desarrollo de la ceremonia, la escritora tuvo la oportunidad de recibir sendos reconocimientos por parte de la Asamblea General de Connecticut, por conducto del Representante Estatal, Juan Candelaria, lo mismo que del Concilio de la Ciudad de New Haven, a través del asambleísta José Crespo, del Condado 16.
El Pastor Marc Reyes, esposo de la autora de “TODAVIA EN PIE”, dirigiéndose al público mientras ella lo observa al público en el lanzamiento de su libro (Foto Nando)
La escritora Ana L. Reyes, aparece rodeada de su esposo Marc, el asambleísta José Crespo, y la educadora Maritza Rosa (Foto Nando)
EL CALVARIO POR EL QUE PASO
La pastora Ana L. Reyes -quien es oriunda de San Juan, Puerto Rico-, nunca llegó a imaginar tener que enfrentarse un día -con mucha fuerza, resiliencia y valentía-, una situación como la que le tocó vivir en el pasado, la cual la abatió física, espiritual y sicológicamente, hasta el momento en el que alcanzó a captar un mensaje divino, que le devolvió la salud y la tranquilidad que tanto anhelaba.
Ana Lilia Reyes, quien ha combinado su vida como maestra de escuela, la enseñanza bíblica, y los menesteres de hogar, nunca llegó a imaginar lo que Dios le tenía preparado. Es por eso por lo que hoy los dejamos con ella y su tremenda historia, que debería ser un bálsamo de esperanza para los sufren, para aquellos que están pasando por situaciones similares o peores, o para aquellos que pierden la fe en medio de sus luchas y aflicciones. Aquí está su relato.
“Todo empezó en el 2017, regresando de Cuba, de un viaje misionero, que dejó en mí, muchas cosas hermosas. Al principio, de mi regreso -que fue un lunes por la noche-, no me di cuenta de nada. Sin embargo, ese miércoles después, mientras me ponía la bota de mi pie derecho para ir a la iglesia, sentí de pronto que el cierre no subía. Cuando fijo mi mirada en el tobillo, detectó ahí una masa sobresaliente, un poco grande y del tamaño de una pelota de golf.
Luego de hablar con mi esposo Marc Reyes, al otro día me fui a un centro médico, y la doctora que me atendió, me dijo que lo que tenía en el tobillo era seguramente un tipo de linfoma.
Al captar el problema, inmediatamente ella me mandó a realizar un montón de exámenes, y en ninguno salió nada. A pesar de eso, ella me dijo: “Tu tienes algo ahí. Por esa razón, te voy a enviar a que te hagan una biopsia”. La cual fue así.
En esa biopsia, me encontraron muchas células cancerosas arraigadas en los tendones, venas, y en todo el tobillo.
Al escuchar el dictamen médico, me acordé de mi viaje a Cuba, y me dije: Pero si yo regresé muy bien de allá, y ahora me duele esto. ¿Eso no estaba ahí? Claro que lo único extraño que recordaba de ese viaje era, que allá en la isla, en el día me daba mucho sueño, y eso nunca me ocurría. De todas maneras, el parte médico fue concreto: A mí me diagnosticaron con un cáncer capa III, el cual estaba alrededor del hueso, las venas, los tendones y los músculos. Y ante esa situación, me refirieron a un oncólogo del Hospital Yale.
Yo puse mi fe en El Creador, pidiéndole: “Si esto es lo último Señor -sea que yo viva o sea que yo muera-, yo te pertenezco a ti. Pero por favor, haz un milagro”. Es que, en esos momentos, a pesar de que creía, dudaba, y a la misma vez, me apegaba al milagro.
A renglón seguido, el doctor me dijo: Tienes que comenzar rápido la quimioterapia y la radiación, si es que no quieres ¡LA AMPUTACION!
Con anterioridad, el oncólogo me había dicho: “Lo que yo te puedo recomendar y que sería más favorable para ti, es una amputación, porque así, sales de eso ya, y dejas de estar sufriendo acá.”
Sin embargo, yo inicialmente no quería pasar por eso, pues siempre he sido una persona activa. Pensar en una amputación…me asustaba. Y en el fondo de mi ser, ¡no la quería! Hoy día, me doy cuenta de que era eso lo que Dios quería, y no lo que yo deseaba. Así fue como al final de todo esto, terminó mi historia, con una amputación.
De esa forma fue como todo se fue desarrollando. Primero, comencé con las radiaciones y con la quimioterapia, cinco horas al día. Eso a mí me mataba, porque me inyectaban con un líquido rojo, que yo no me quiero ni acordar de ese procedimiento doloroso. Fue una experiencia bien fuerte para mí.
Pasando el tiempo, en junio de ese año del 2017, tras terminar esas horribles sesiones, los médicos dijeron que me iban a operar el tobillo el mes siguiente, más concretamente el 31 de julio, buscando a ver si lograban salvar la pierna sin necesidad de amputación. Y así lo hicieron.
Cuando me desperté de la operación y al sentir que aún estaba mi pierna ahí, me dije: “Ay Dios mío, ¡qué bueno que no la perdí!”. Después, el doctor procedió a explicarme que “milagrosamente” habían sacado el tumor, a pesar de que se encontraba en un lugar muy difícil de operar. “Todo lo que sacamos lo vamos a enviar para que un patólogo lo examine, asegurándonos así de que ya no quede cáncer.” Y luego de tres días de estar en el hospital, me enviaron a casa.
Ya para el 2 de agosto de ese 2017, el reporte medico llegó anunciando que ya no tenía cáncer. Lo cual para mí fue una noticia de gran alivio, tanto física como espiritual y sicológicamente hablando.
Sin embargo, el destino cruel me acechaba. Seis meses después, cuando acudí a una revisión normal, para realizarme rayos X y una resonancia magnética (MRI), aparece que tengo de nuevo el cáncer. Y lo peor, no uno, sino dos tumores. ¡Oh, Dios Mio!, dije. Es que no lo podía creer.
De todas formas, así fue como regresó el problema otra vez, pero ahora, mucho más agresivo, ya que no me daba tiempo de coger quimioterapia, ni tiempo para radiaciones. Me tenían que operar de nuevo.
El caso fue que el 12 de febrero del 2018, fui a parar otra vez a una mesa de operaciones, y de ahí en adelante fue un tormento continuo, porque me tuvieron que hacer otras intervenciones. En la primera me dio una infección, y por esa razón, en mayo de ese mismo año me tuvieron que hacer -de nuevo-, otra parecida. Y luego otra en diciembre, a la que le precedió otra en setiembre del 2019.
En julio del 2020, ya cansada de tanto sufrimiento, decidí que era hora de parar el calvario. Ya no iba a seguir con todas esas operaciones que me habían causado tanto dolor y tantas lágrimas. Ahí fue cuando opté mejor por decirles a los médicos que estaba bien, que me amputaran la pierna. Y aunque tenía miedo, me refugié en el mandato divino.
Esa decisión la tomé basada en algo raro que me había sucedido con anterioridad, el mes de marzo del 2020. Por esos tiempos y durante la pandemia, un día de esos llegó a la iglesia una señora, a la que nunca volví a ver por sitio alguno. Ella aparece en “Facebook” todo el tiempo, pero no entiendo, por qué no la he podido encontrarla para contarle esto, todo lo que me ha pasado. El caso fue que ella llegó al templo y me dijo: “Pastora, tuve una visión con usted anoche, pero no sé si quiere que se la cuente a usted ahora”. Al escucharla, yo accedí. Entonces, empezó a revelarme: “Pastora, yo soñaba que usted estaba en una cama de hospital, en un cuarto bien resplandeciente. Y veía como Dios le ponía una pierna nueva…”
Cuando la señora me comunicó esto, yo quedé impresionada, aunque no le di importancia. Luego ella salió y se marchó.
Días después, me puse a orar, y usted señor redactor, no me lo va a creer, pero mire lo que me pasó: Después de que me arrodillo, empecé a decir: “Señor, yo no sé lo que tu quieres, aunque yo si sé lo que yo quiero. Sin embargo, debo hacer lo que TU quieres, y por tanto debo hacer TU voluntad”. En momentos en que decía esto, apareció en mi mente de nuevo el testimonio de aquella señora cuando me decía que había tenido una visión, en donde aparecía Dios poniéndome una pierna nueva. En esos momentos -de alguna manera-, lo que yo interpreté de mi interior y de mi pensamiento era que el Señor me decía: “No es una pierna nueva la que vas a tener; es una prótesis la que te voy a poner”.
Asombrada con lo que había ocurrido, y bendiciendo al Altísimo, me levanté rápido del lugar donde estaba arrodillada e inmediatamente les envié un mensaje a mis doctores para darle vía libre a la amputación de mi pierna. Tan pronto como pudieron, ellos me contestaron, fijando la fecha del 4 de octubre de ese año, para llevar a efecto el procedimiento.
Así fue como me amputaron la pierna derecha, para más tarde empezar mi recuperación, entre muchos dolores, aflicciones, y esperanza de una nueva vida. El Señor, tenía algo reservado para mí. Y por eso, aquí me tienen, por obra y gracia de un Dios, Misericordioso y Divino…”.
La Pastora Ana Lilia Reyes, firmando sus libros en el club “Amarante’s Sea Cliff”, de New Haven. (Foto Nando)
EL LIBRO
Como resultado de tan dramática y tan traumática experiencia, la pastora Ana L. Reyes, puso en circulación el libro “TODAVIA EN PIE- La Historia de Esperanza de un Amputado” o con su título en inglés como, “STILL STANDING- An Amputee’s Story of Hope”, que usted lo puede encontrar en “Amazon”, “Barnes & Noble”, y en “Wall-Mart”. “También, si lo quiere adquirir en inglés o en español, me pueden enviar un Email a pastoranareyes@yahoo.com, que yo se los envío por correo, señalaba finalmente la Pastora Ana L. Reyes”.