¿Alguna vez te has preguntado cuál es la voluntad de Dios para tu vida? Si Él tiene un plan para cada uno de sus hijos, ¿cómo podrás saber cuál fue el que diseñó para ti? La voluntad de Dios para todos los creyentes es que sean transformados a la imagen de su Hijo (Rom.8:29). Y esto es un proceso. Necesitamos ejercitar la paciencia, pues lleva toda la vida crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor.
Cristo no se limita a salvar almas para la eternidad. Él desarrolla todo su plan de amor a través de un proceso de transformación de nuestra manera de pensar, el cual inicia desde el mismo momento en que lo confesamos como Señor y Salvador de nuestra vida.
El profeta Jeremías comparó a Dios con un alfarero y a nosotros como el barro entre sus manos (Jer. 18). Del mismo modo en que un alfarero coloca un puño de arcilla sobre la rueda y la hace girar para darle forma, Dios, el Alfarero divino, moldea a sus hijos a la imagen de Jesús. Este proceso es solitario y doloroso, mas su fin es glorioso. Lo mejor de todo es que el Espíritu Santo está con nosotros cuidándonos, consolándonos y fortaleciéndonos durante la transformación.
Mientras más expuestos estemos a la Palabra de Dios, más parecidos a Cristo seremos. El apóstol Pablo dice en 2 Corintios 3:18: “Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”
Ser transformado a la imagen de Cristo duele. ¿Por qué duele? Porque el Señor nos va a disciplinar en las pruebas a las que nos someterá. Nos confrontará con nuestros pecados, vicios y malas costumbres. Nos privará de lo que más amamos o de lo que nos apegamos, y eso duele. Pero mientras estemos girando en la rueda del Alfarero, cada circunstancia por difícil que sea, Dios la usará para cambiar nuestra pecaminosa manera de ser.
En este momento, pregúntate: ¿estoy girando en la rueda del Alfarero? ¿Vivo conforme a la voluntad de Dios revelada en su Palabra, o sigo mi propia voluntad?
De tu respuesta dependerá que conozcas, desarrolles y vivas el propósito que Dios concibió para ti. El proceso es distinto para cada hijo de Dios. Si tienes años en el evangelio y no has crecido en Cristo, tal vez se deba a tu incredulidad o a pecados no confesados. Entonces, es necesario que auto examines tu corazón. Si te das cuenta de que no estás caminando conforme a la voluntad de Dios, arrepiéntete, confiesas tus pecados y sujétate firmemente a los estatutos divinos. La sangre de Jesús limpia todo pecado (1 Juan 1:7). Y el Espíritu Santo te ayudar a convertirte en la persona que Dios quiere que seas.
Debes tomar en cuenta que es inevitable pasar por este proceso de transformación sin cometer faltas. Vas a caer muchas veces, porque tu humanidad te arrastra al pecado, aunque eso no significa que eres un fracaso, al contrario, si tomas conciencia de esa conducta vas por buen camino, pues de los errores se aprende, sirven para madurar, conocerte más a ti mismo y te ayudan a estar alerta para que no cometas los mismos patrones de comportamiento del pasado.
Dios te ama y quiere darte una forma semejante a Cristo. Desea transformar tu mente y corazón para que te vaya bien y vivas para su gloria. Déjate tornear entre sus manos y serás una pieza única y perfecta para cumplir su voluntad.