Por Abiba Biao
Competidores enmascarados y con zapatillas atravesaron un submundo lleno de cloro en busca de una pelota llena de agua salada, y confiados en tener la oportunidad de viajar al extranjero para competir por una copa del mundo.
Esa fue la escena, plasmada para los espectadores en una gran pantalla, mientras 12 equipos competían en un campeonato nacional de rugby subacuático celebrado del viernes al domingo en la piscina del Hamden High School.
Atletas de todas las edades procedentes de California, Colorado, Florida, Massachusetts y Nueva Jersey viajaron a Connecticut durante el fin de semana para tener la oportunidad de competir en el campeonato dentro de las divisiones femenina y mixta. Compitieron por la oportunidad de viajar a Berlín (Alemania) y luchar por la copa mundial, a la vez que disfrutaban la posibilidad de volver a sumergirse en las aguas del país tras una pandemia de dos años.
The Independent estuvo presente en un partido del sábado para observar a las chicas del CT Makos -dos veces campeonas nacionales, en 2018 y 2019- luchar contra un equipo de Florida con el título de “Tarpon-Kraken”. En el equipo participan tanto estudiantes de New Haven como profesores de Hamden.
El juego funciona de la siguiente manera: Cada equipo tiene 12 jugadores con cuatro delanteros, cuatro defensas, cuatro porteros y tres suplentes. Intentan enviar una pesada pelota llena de agua salada a la canasta del equipo contrario La duración de los encuentros es de 30 minutos con dos tiempos de 15 minutos. Los jugadores llevan zapatillas, gafas, máscaras, tubos y gorros de natación especiales con protecciones integradas para defender sus conductos auditivos de la presión del agua.
Competir bajo el agua requiere que los jugadores aguanten la respiración durante largos periodos de tiempo. Salen a la superficie sólo para tomar aire o intercambiarse con otro compañero de equipo. El resto de la acción se muestra a través de un monitor.
Tal como se ve a través del monitor.
Una jugadora del Makos de Connecticut y una jugadora del Tarpon-Kraken de Tallahassee salen a la superficie para tomar aire durante la competición del campeonato nacional de rugby subacuático.
“Vamos Markos!”, gritaban las compañeras de equipo desde las gradas cada vez que el balón entraba en la canasta de los Krakens.
Las chicas de los Makos dominaron, aplastando a las Krakens por 11 a 0.
Después de tres días de nadar tan rápido como los tiburones que les dan nombre, las chicas terminaron en segundo lugar de un total de cinco equipos, quedándose a las puertas de la oportunidad de ir al mundial con los New Jersey Hammerheads.
“El control de la pelota estuvo del lado del CT Makos”, afirmó la entrenadora asistente Laura Bedoya. “El equipo de Nueva Jersey hizo un contraataque”, que acabó por garantizar al equipo triestatal contrario un viaje a Alemania gracias a un único gol.
Los campeonatos mundiales de este deporte reúnen a los ganadores nacionales en Alemania, donde se originó el juego. Desde entonces, este deporte ha ganado popularidad en América Latina y se ha extendido lentamente a los Estados Unidos a través de la comunidad hispana.
Bedoya, de 23 años, ha viajado a Noruega, Italia, Suiza, Austria y Berlín como jugadora y entrenadora de rugby subacuático. Pero es en los pasillos de la piscina de Hamden High donde ella ha descubierto todo un mundo nuevo.
El público y los concursantes tienen que agradecer al entrenador José Bedoya, padre de Laura Bedoya, el haber llevado el rugby subacuático desde Colombia al escenario de Connecticut.
José Bedoya y su mujer quisieron hacer snorkel y gol al emigrar a East Haven en los años 90. Encontraron que el equipo más cercano se encontraba en Boston.
Montaron un pequeño negocio llamado Makos Aquatic Recreation, que también ofrece clases de natación en la piscina de Hamden High. Fundaron el equipo CT Makos en 2003. Ahora José Bedoya dirige la división general, mientras que Laura Bedoya es a la vez jugadora y entrenadora asistente de la división femenina.
Bajo el liderazgo de los Bedoya, la división femenina de los Makos llegó al campeonato del mundo en dos ocasiones, en 2018 y 2019, antes de retirarse de la piscina debido al brote de Covid-19 en 2020.
Por encima de su condición de campeones nacionales, Bedoya dijo que el equipo es como “una familia”. Literalmente.
“Muchas de las jugadoras del equipo femenino son primas o hermanas”, dijo. Así como Bedoya se involucró en el deporte a través de su padre, muchas de sus compañeras de equipo son estadounidenses de primera generación cuyos padres jugaron el juego antes que ellas.
Aproximadamente el 80% de las jugadoras del CT Makos, según Bedoya, son latinas. Muchas más son específicamente de ascendencia colombiana. Lo mismo ocurre con muchos de los equipos de todo el país representados en la competición de este fin de semana.
“Las que no son familia, las tratamos como si lo fueran”, agrego Bedoya.
Bedoya con una espectadora.
Aunque las prácticas suelen realizarse principalmente en español, Adrianna Bailey-Stewart, una estudiante de 14 años de la Academia Suffield, afirma que no ha tenido ningún problema para entenderlas pese a no dominar el español.
Bailey-Stewart, defensora de los CT Makos, ha estado jugando al rugby subacuático desde que tenía 10 años.
“Ella dice “no hablo mucho español, solo un poquito”. “Así que el hecho de que me tradujeran y me mantuvieran informada me hizo sentir que realmente querían que estuviera aquí y que formara parte del equipo. Que yo haya mejorado y que haya jugado con ellos tan arduamente y con tanta intensidad ha hecho que realmente ame este deporte”, dijo.
Además de promover una cultura común o, en el caso de Bailey-Stewart, un segundo idioma, el juego ayuda a controlar el estrés y a tener claridad mental.
“La razón por la que juego a esto es porque es la única manera y el único lugar en el que puedo dejar salir todo mi estrés”, dijo Johan Bermúdez, portero de 37 años de los Makos.
“Este es el único deporte en el que no se puede gritar. No puedes gritar a la gente. Así que no hay estrés. Y todo mi estrés se queda bajo el agua”.
Ese mensaje también ha calado en las compañeras de equipo de las adolescentes. La estudiante de la Metropolitan Business Academy, Génesis Guillén, de 14 años, dijo que “cuando uno cae, es como que se olvida de todo lo demás … En los deportes fuera del agua, puedes oír a la gente animándote o diciéndote estupideces. Pero cuando estás en el agua, es cuando puedes concentrarte en el juego”.
El juego “te permite estar muy pendiente y muy presente”, dijo Bedoya.
El agua ofrece soledad, y también conexión.
Bedoya sigue jugando en el equipo femenino desde que asumió el papel de entrenadora.
“Me encanta el agua, es como si estuviera en un mundo diferente, en una realidad diferente”, dijo. “Cuando estás sumergida bajo el agua, es como si el tiempo se detuviera”.
Como entrenadora, disfruta de otra perspectiva: ver cómo ascienden los hijos de los antiguos jugadores.
“La comunidad es un sistema de valores, es algo con lo que crecí”, dijo. “Ahora, hay una nueva generación de jugadoras de rugby subacuático” que heredarán ese sentido de la solidaridad, dijo.
El equipo Makos.