En la desembocadura del Mill River, justo cuando alcanza el puerto de New Haven, hay un pequeño islote conectado con el resto de la ciudad por los dos puentes de Grand Avenue. La mayor parte del terreno es inaccesible, cerrado por altas rejas metálicas. En el extremo sur de la isla, de espaldas a Long Island, se encuentra la ruina imponente de English Station, una gigantesca central eléctrica abandonada desde 1991.
Construida a finales de los años 20 del siglo pasado con catorce calderas de carbón, English Station contaminó durante años el barrio de Fair Haven y las aguas del puerto. A pesar de su estado decrépito, sigue siendo un edificio impresionante, un raro ejemplo de arquitectura industrial art déco en el corazón del estado. Tras décadas quemando carbón y fuel oil, no obstante, su estructura y todo lo que la rodea está horrorosamente contaminadas.
New Haven no es la primera ciudad que tiene que lidiar con una reliquia industrial de estas características: un edificio que es a la vez atractivo y completamente tóxico. Londres, en el Reino Unido, se topó con un problema similar con su central de carbón de Battersea, a orillas del Támesis. En ese caso, la central era ligeramente más nueva (1933), pero llevaba aún más tiempo abandonada, siendo retirada de servicio en 1983. El edificio llegó a ganar cierta fama como plató en el que se filmaron varias películas y vídeos musicales posapocalípticos, pero pasó décadas sin uso alguno.
Tras años de planes fallidos, las autoridades concluyeron que era un edificio demasiado bonito como para echarlo a perder. Un grupo de inversores compró la central y terrenos adyacentes, los limpió a conciencia y construyó una zona residencial junto al río, reconvirtieron el edificio principal en un centro comercial y, esencialmente, crearon un barrio nuevo.
Battersea no era la primera central de carbón en recibir ese tratamiento en Londres. Río abajo, la también muy art déco central de Bankside había sido reconvertida, años antes, en la Tate Modern, uno de los mejores museos de arte de Europa. Reciclar catedrales industriales abandonadas de ladrillo y acero para otros usos es algo que se hace a menudo.
Por desgracia para New Haven, English Station lleva décadas empantanada en litigios judiciales casi incomprensibles. La empresa que operaba la central eléctrica ha cambiado de manos repetidamente desde su cierre; ahora es propiedad de Iberdrola, una empresa española. Siendo la empresa que contaminó los terrenos, tienen la responsabilidad de limpiarlos, y lleva años en los tribunales peleándose con el Estado para definir exactamente cuánto va a tener que gastar.
Los terrenos sobre los que se asienta la central no son propiedad de la compañía eléctrica, sino que están en manos de dos propietarios distintos cuya identidad no es del todo clara. Lo que les interesa, por supuesto, es que Iberdrola los deje completamente libres de contaminación para entonces vender o construir algo en una isla con unas vistas inigualables al puerto. Iberdrola, mientras tanto, quiere gastar lo menos posible, porque todos los beneficios posteriores acabarán en manos de otros.
Y con este sainete llevamos básicamente 30 años.
La solución obvia, en este caso, creo que sería que el estado simplemente expropiara tanto los terrenos como la central eléctrica de una vez. Tiene herramientas legales para hacerlo. Iberdrola, casi seguro, estará encantada de sacarse esta reliquia contaminada de encima. Los propietarios seguramente se resistirán, pero eso es algo que se arregla con dinero.
La cuestión es que, no importa el uso que se dé a English Station después, cualquier proyecto será mejor que tener un edificio bonito y decadente hundiéndose poco a poco en el lodo. New Haven está creciendo con fuerza. Los ocho acres de esa isla pueden albergar viviendas, equipamientos, oficinas o centros de enseñanza, y no importa lo que se haga, será una mejora enorme para el barrio que la rodea. Y da para ser ambiciosos: el alcalde ha mencionado querer construir un parque con piscinas tras demoler la central, pero los ejemplos londinenses dejan claro que podemos hacer algo mucho mejor.
Sea lo que sea, la prioridad debería ser hacer algo de una vez, empezando por una expropiación. Fair Haven merece más que otra ruina imponente al lado del agua.