Hace un par de semanas Chipotle fue objeto de una demanda por parte de la ciudad de Nueva York. En la denuncia, los abogados de la ciudad señalaban que la cadena de burritos y comida rápida se dedicaba a cambiar los horarios de sus empleados de un día para otro sin compensación alguna, forzarlos a trabajar turnos consecutivos sin tiempo para descansar entre ellos, o incluso llamarlos a la tienda y mandarlos de vuelta sin darles un turno ni pagarles nada. Para empeorar las cosas, Chipotle tenía la costumbre de buscar nuevos empleados en vez de ofrecer turnos adicionales a los ya existentes para evitar darles demasiadas horas y tener que ofrecerles seguro médico.
Para los trabajadores, que como sucede a menudo en cadenas de cadena rápida son mayoritariamente mujeres de color, latinas y afroamericanas, esta clase de prácticas supone un problema grave. No saber cuándo te van a llamar trabajar significa que tienes que vivir colgado del teléfono, sin poder hacer planes para casi nada. No puedes pedir hora para el médico; no sabes cuándo vas a necesitar una sitter para cuidar de tus hijos; no sabes si puedes ir a clase si estás estudiando o pedir turnos en otro trabajo. Tu vida depende únicamente de los antojos y necesidades de tu jefe; no tienes la estabilidad para mirar hacia adelante ni cuidar a tus seres queridos. Tu vida tiene un horizonte temporal de dos o tres días.
Lo que debería preocuparnos es que todas estas prácticas descritas en la denuncia no es que sean habituales en Connecticut, sino que siguen siendo perfectamente legales. Al contrario que la ciudad de Nueva York, empresas como Chipotle pueden cambiar los horarios de sus empleados de forma totalmente caprichosa en nuestro estado y no ser objeto de denuncia alguna. Nueva York tiene una ley de horarios justos, o Fair Workweek, que protege a los empleados de estos abusos. En Connecticut, las grandes corporaciones como Chipotle, Target, Walmart o McDonald’s tienen barra libre en cómo tratan a sus trabajadores.
Afortunadamente, es posible detener esta clase de abusos. El senado estatal de Connecticut está estudiando y debatiendo estos días S.B. 668, una propuesta de ley que daría a los trabajadores del estado más control sobre sus horarios.
De ser aprobada, las empresas de más de 250 trabajadores (es decir, Chipotles y demás, no la bodega o restaurante familiar del barrio) estarían obligados por ley a comunicar a sus empleados su horario de trabajo con al menos dos semanas de antelación. En caso de que tengan que cambiarlos, el trabajador recibiría compensación adicional por hora trabajada, y cobraría parte del salario si le reducen sus horas. Por añadido, la ley regularía cuántas horas de descanso un trabajador debe tener entre turnos, y les compensa si tienen que cerrar tarde una noche y abrir el local temprano al día siguiente. La propuesta además también exige que la empresa ofrezca turnos adicionales a sus trabajadores antes de contratar a gente de fuera, evitando la práctica de dejar a gente a tiempo parcial de forma indefinida para ahorrarse el seguro.
Es decir: la ley daría a los trabajadores el derecho a unos horarios estables y predecibles; una semana laboral digna de ser llamada de este modo, no un calendario errático que hace imposible planear nada, y las protecciones legales necesarias para garantizar y proteger estos derechos.
Obviamente, para que eso suceda es necesario que el legislativo la apoye… y para ello, es necesario que los legisladores escuchen las historias de aquellos que ahora mismo viven con estos horarios impredecibles. Los políticos a menudo hacen sólo lo que le piden los cabilderos de las grandes empresas porque son las únicas que hacen ruido. Si habéis vivido esta clase de trato en el trabajo, o conocéis a alguien que esté sujeto a estas prácticas, ahora es el momento de alzar la voz – podéis ir a bit.ly/FWW4CT y enviarles una carta a vuestros representantes.
Todos conocemos a alguien harto de vivir con horarios erráticos – siempre pendiente de la hora, siempre mirando el teléfono, siempre buscando a alguien que pueda cuidar de sus hijos en el último momento. Es hora de echarles una mano y darles la tranquilidad que necesitan.
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(Roger Senserrich es Director de Comunicaciones del Partido de las Familias Trabajadoras de Connecticut)