Mientras más cambian las cosas, más se quedan igual. Uno podría pensar que en la historia de la humanidad las colonias han dejado de existir.
Sin embargo, no es así.
Este pasado domingo, 2 de junio del 2024, temprano en la mañana, se presagiaba un día no muy placentero. Se sentía un calor intenso, desde temprano en la mañana. Unas cargadas nubes en el horizonte pronosticaban un día borrascoso, aún en nuestro Caribe tropical.
La colonia, ese día, preparaba un “fiestón” político para elegir a los candidatos de diferentes partidos. Estas primarias son un evento que preceden a las elecciones generales, eligiendo a los candidatos a la gobernación de la colonia, a sus legisladores y alcaldes.
Tengo que advertir que este año solamente dos de los cincos partidos políticos participarán de esta contienda primarista.
La algarabía, los ofrecimientos y la música ya había disminuido, a medida que la hora para emitir los votos se iba acercando. Los participantes en esta actividad caminaban hacia los lugares de votación con un paso ligero, para no ser alcanzados por los chubascos que amenazan su participación. Estos ciudadanos ejercen su opinión a través del voto, retornando a más de lo mismo en el cansado ciclo político.
El día pasó lentamente. Las familias retornaban a sus hogares para escuchar las noticias de los resultados que poco a poco se iban filtrando. Los rumores, las torpes entrevistas radiales y televisivas saturaban el ambiente.
El preámbulo de los resultados creaba incertidumbre en la confianza de los mayores. Las opiniones eran diversas, de acuerdo a las predicciones individuales. Los medios noticiosos comenzaron a transmitir resultados parciales. Los congregados de acuerdo a sus intereses acusaban a unos y a otros, otros saltaban de alegría. Ganadores y perdedores.
Un pueblo acosado por la incertidumbre de la pobreza, de la salud y de la injusticia. El que vive en la calle vive no tiene esperanzas, se asfixia lentamente ante un mundo de desesperados, sin futuro. Cansados de escuchar a los privilegiados ofreciendo falsas promesas que nunca han sido cumplidas y tampoco lo serán. El coraje suprimido le corroe el alma.
Mientras más cambian las cosas, más se quedan igual.
Los candidatos ganadores ya se aseguran otra oportunidad, los derrotados respiran hondo y comienzan a planificar su futuro. Los ganadores, comienzan a hilvanar, en silencio, su futuro ya con su suerte echada. Repasan sus promesas y compromisos a sus fieles seguidores.
Pero como buen político su memoria se torna confusa. Ya tienen otras ambiciones.
La realidad, sustituye a las promesas, ya no se percibe la intención de solucionar los verdaderos problemas nacionales, estos por ambición propia, nunca existieron. Hay que seguir predicando lo mismo de siempre, hay que seguir inculcando miedo a sus hermanos, esto es lo real en la colonia. La única esperanza es que ese pueblo despierte, que aprenda a caminar por sus propios pies, para que eduquen a los macharranes y engreídos políticos.
Mientras más cambian las cosas, más se quedan igual
Para determinar quién ganó en este recién evento electoral tendremos que esperar un tiempo pues a pesar de que los custodios, de ese “sagrado y democrático” proceso, no han tenido la capacidad de asegurarse un mínimo grado de eficiencia. En este mundo donde predomina el oscurantismo, el declarar ganadores se convierte en una aventura sumamente peligrosa, menos mal que los parcialmente revelados resultados, no indican mayores contratiempos, excepto para los que participaron. Esto significa que dos derrotas catastróficas de los partidos que han ejercido el poder por más de 50 años han abierto las puertas a otros que claman justicia para los puertorriqueños.
No debemos sorprendernos por lo ocurrido en las primarias del 2024. El desgaste moral de este evento era predecible. El descalabro económico, el nivel de corrupción nunca antes visto, la impunidad rampante y la mediocridad en la estructura gubernamental son factores que han destruido la credibilidad en el pueblo. A esto le sumamos el desprecio y discriminación de las estructuras de poder hacia nosotros los puertorriqueños.
Inequívocamente se viven momentos de ansiedad, miedo y desesperación. Extremos que en el reciente desenlace primarista desembocó.
Los pueblos muchas veces desconocedores de su historia, con una autoestima baja, dependientes de un mísero trabajo y rendidos ante el temor inculcado a través de los siglos, por los saboteadores de la verdad, caemos una y otra vez ante los pregoneros de la propaganda partidista. Hemos sido víctimas de promesas huecas, de palabras retorcidas; hemos esperado por siglos soluciones incumplidas, nos han engañado mil veces y hemos guardado silencio.
Sabemos que en los pasados 50 años los votos en las elecciones le han dado el control a la gobernación a los mismos dos (2) partidos, el Nuevo Progresista (PNP y el Popular Democrático (PPD), el primero anexionista y el segundo, paladín de una relación fraudulenta y abusiva con los EEUUAA. Ambas posiciones han sido rechazadas por el poder ejecutivo, legislativo y judicial de los EEUUAA en reiteradas ocasiones. Ambos partidos han sido responsables por la debacle en que vivimos hoy día.
Los resultados en los pasados 50 años son motivo para un interesante análisis de nuestra situación política. Tengo que admitir que tengo poca tolerancia para los incompetentes y corruptos que se creen ser los dueños de Puerto Rico, pero es grato pensar que los electores puertorriqueños ya despertaron de su marasmo rechazando los anquilosados y poco creíbles partidos de antaño.