Dejar ir, decir adiós, despedirse, sentir la ausencia, de ese ser que te dio la vida, te cuido y te amo incondicionalmente y nunca dudo en entregarse por completo a ti, por supuesto que deja en el corazón un vació inexplicable, sentimientos encontrados donde la razón te hace comprender perfectamente a pesar del dolor que existe un adiós y que es inevitable, pero tu corazón y tu cuerpo se aferran y se niegan a dejar ir.
Cuando llega el momento de la ausencia de esa madre, se te derrumba uno de los pilares que te mantenía de pies, se apaga en tu ser mucho de esa motivación que te hacia fuerte y te impulsaba a luchar por una mejor vida, sin duda alguna te vence el dolor y te embriaga la tristeza, buscas miles de explicaciones y quisieras que el tiempo volviera atrás, es impenetrable el sentimiento que recorre tu mente, pero es tan sensata la sensación del adiós.
Nunca será fácil el adiós, sentir la ausencia, queda en ti un vacío que sabes que jamás podrá ser remplazado, el amor de una madre a su hijo y del hijo a su madre es un lazo único e indestructible, tengas la edad que tengas, toda tu vida sentirás la ausencia de aquel ser que te dio la vida y entrego tanto por ti en este mundo, sentirás siempre que falta algo en tú existencia, porque no podrás hablar, abrazar y buscar a ese ser, para el que tú eras simplemente lo más importante en la tierra.
Duele la ausencia como duele el no encontrar, pero la vida misma te enseña a aceptar y la fe en Dios te ayuda a soportar, pero existen vivencias y momentos, que siempre quisieras volver a encontrar, como el abrazo de una madre y el calor de aquel hogar. Siempre pero siempre dolerá la ausencia de ese ser humano, que con dolor te reprendía, pero por amor sabía que era lo mejor que hacía, duele la ausencia de esa madre que guiar tus pasos siempre quería, y estar en tu vida era su vida, duele la ausencia como duele el nunca más, pero permanecerá por siempre en tu vida ese amor incondicional.
Nunca ha sido fácil decir adiós, pero ciertamente vivir la ausencia de esa mujer que se entregó a ti en cuerpo y alma, duele y pesa, pero ese dolor y ese peso se vuelven livianos, cuando la recuerdas cada día de tu vida como el mejor de los amores y aceptas ya sin preguntas que no tienen respuestas, que para todos existe un hasta luego, y que cuando nace una flor, sopla la brisa y brillan las estrellas, Dios te muestra su infinita bondad y te indica sigue adelante, eso absolutamente es lo que hubiese querido ese ser tan maravilloso llamado madre.
Vivir la ausencia claramente es parte de la vida, sentir la ausencia es estar vivo y estar vivo es haber amado.