Algunos dicen: “Es que Dios tiene algo mejor preparado para ti”, “tal vez no era tu momento”, “no era para ti” ¿Será cierto o es una simple justificación romántica para no sentirnos tan mal?
Resulta curioso ver cómo la vida está siempre suspendida en esa extraña balanza en la que, en ocasiones, todo encaja y por momentos todo parece estar al revés. Esperamos tantas cosas en el día a día, que a veces tenemos la sensación de que nada avanza ni llega, y que el destino se ha olvidado de nosotros. Ahora bien, es necesario enfocar las cosas desde otra perspectiva.
Somos responsables de nuestra existencia, si queremos algo debemos salir a buscarlo. El destino y la bendición nos pueden acompañar siempre, pero somos nosotros mismos con nuestra actitud y voluntad quienes nos alzamos como auténticos artesanos de nuestros senderos vitales.
El miedo se trata de la principal raíz de la infelicidad, es el que apaga cualquier oportunidad de que pase algo nuevo, algo bueno y enriquecedor. El miedo nos corta las alas y nos impide reaccionar. Además, tampoco podemos olvidar que quien tiene miedo a algo, delega en los demás.
Ya no eres aquel adolescente que deriva responsabilidades en padres o madres que gracias a su amor incondicional las van tomando por ti. Ahora te toca a ti mismo tomar decisiones increíblemente importantes. Elegir un camino, renunciar a las infinitas posibilidades a las que tenemos oportunidad de optar.
Por algo pasan las cosas, siempre pasan por algo. Parece una frase sencilla, ¿Verdad? Pocas veces nos paramos a pensar que todas las cosas que nos suceden en nuestra vida son un cúmulo de infinitas casualidades y oportunidades que la vida te va brindando en el momento exacto, y solo uno mismo es quien para aceptar el reto, da el paso y se deja llevar sin que el miedo nos abrume, paralice y no permita alcanzar vivencias y experiencias únicas.
Todo empieza con la proyección o visualización. Es decir, cuando visualizas tu objetivo e intentas desarrollarlo para conseguirlo. Este proceso interno puede ser un buen aliado, pero también tu peor enemigo. Cuando proyectar te sirve para marcarte objetivos y planificarlos, es fantástico. Sin embargo, si a la proyección le añades la anticipación y la idealización, tienes una combinación explosiva.
Cuando te das cuenta de que tus deseos no se cumplen, es normal que te sientas frustrado. Esto es porque tus expectativas no se han cumplido. Además de sentirte enfadado, es probable que entres en un discurso de queja : “Yo no quiero esto para mi vida”, “a mí nunca me salen bien las cosas”… Esta queja te lleva, algunas veces, a tener una actitud un tanto infantil.
¿Cómo puedes aprovechar la nueva situación? ¿Qué has obtenido a cambio? Quizá sea tiempo libre inesperado, menos gastos en alguna cosa… Así que en vez de enfadarte o pasar todo ese tiempo libre, quejándote, ¿por qué no emplearlo bien? Emplear ese cambio de manera productiva para tu vida.
De ese modo cada vez que algo no salga como esperabas, ante todo, no etiquetes el suceso directamente como algo negativo, porque ya sabes lo que vendría después, la reacción emocional, considéralo como un mero hecho.
Obviamente no somos máquinas y tenemos sentimientos, pero una cosa es sentirte frustrado o decepcionado brevemente, y otra muy distinta, que esa emoción te controle y determine tus acciones.
Cuando las cosas no se dan como tú querías que se dieran, es por dos factores muy concretos. El secreto está en ser honesto y posicionar tu situación en alguno de ellos.
El primero es porque todo es parte de un plan perfecto. Sí, definitivamente existe alguien que mueve los hilos de allá arriba. Desde mi creencia, es Dios quien, en su infinito amor, nos procesa y nos moldea para que podamos aprender y ser mejores seres humanos. Muchas veces la vida nos sorprende y llega algo inesperado que cambia los planes. El plan de Dios resulta ser mejor que lo que nosotros queríamos.
En segundo lugar, se debe a la resistencia al cambio. Si llevas mucho tiempo haciendo lo mismo y sigues sin recibir lo que quieres, creo que alguien necesita hacer un cambio ¿no crees? El gran problema es que muchos se resisten a hacer ajustes en su vida y de cualquier forma siguen sin obtener lo que desean, llevándolos a la frustración, piensan que los demás son los del conflicto, echan culpa a su mala suerte, o incluso se enojan con Dios.
Existen ciertos eventos aislados en los cuales definitivamente no tenemos el control, estoy de acuerdo. Pero existe también un libre albedrío en el que nosotros decidimos qué camino tomar. Un ejemplo típico es que, si llevas años sin pareja, y la mayoría de las personas con las que te encuentras te rechazan o desisten a iniciar una relación contigo, creo que hay algo que habrías de analizar para modificar, en lugar de pensar que no hay personas para ti, o que el amor es malo contigo.
¿Te hace sentido? Aplícalo con todo lo que te sucede y se muy honesto contigo mismo. ¿Hay algo que puedes modificar? ¿Qué te falta para acercar eso que sientes tan lejos? Seguramente, si miras en lo profundo de tu interior, te encontraras con la sorpresa de que existen algunos pensamientos, emociones, hábitos o decisiones que pudieran hacer la diferencia.
“Pues yo sé los planes que tengo para ustedes—dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11).