Durante el “descubrimiento y conquista” americana, espadas y plagas europeas mataron 100 millones de aborígenes en un siglo, no dolieron.
Secuestraron, traficaron 13 millones de africanos para esclavizarlos, tres millones murieron en la travesía, tiraron sus cadáveres al Océano Atlántico, como tiran basura. No dolieron. Trabajando, los esclavizados construyeron las grandes fortunas estadounidenses y europeas, no hay disculpas ni compensaciones, 500 años después.
Hitler, un blanco, masacró seis millones de judíos blancos, inventaron la palabra “genocidio” fue un holocausto. Los judíos duelen mucho.
Mataron unos tres mil estadounidenses el 9/11, por ellos mataron 4.5 millones, unos 1,500 árabes por estadounidense muerto. Recién mataron 1,200 judíos, esa secreta tabla de la devaluación humana, decidirá cuántos palestinos deben morir.
Todas las muertes duelen, todas las vidas valen igual. Cuando nuestro dolor nos haga entender el ajeno, terminaremos la devaluación humana, romperemos ese círculo vicioso del dolor.
Ahora multiplicamos nuestro dolor para devolvérselo a quienes lo enviaron, expandimos y perpetuamos ese círculo vicioso del dolor. Como si el dolor fuera dinero, gana intereses y se devuelve multiplicado a quienes lo causaron.
Hamás, una organización palestina, mató 1,200 en Israel, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu respondió. Su reacción contra Hamas, en el norte de la franja de Gaza, hasta el domingo había matado miles y desplazado más de un millón de personas.
Gaza es una gran cárcel a cielos abiertos, un corral conteniendo más de dos millones de palestinos es una de las zonas mas densamente poblada del planeta. Netanyahu les cortó el agua, la luz, el suministro de combustibles y alimentos, después ordenó un bombardeo mitad selectivo, mitad indiscriminado, ningún “dolor” puede justificar semejante masacre.
La violencia solo multiplica la misma violencia, todos lo sabemos, parece que es ese el objetivo final de quienes tienen el poder de hacerlo.