Tía Julia:
Tía, me atrevo a escribirle cuando ya en los DD marean con música navideña de Santa y no tocan aguinaldos ni seis chorreados. La canción Feliz Navidad que la canta este genial José Feliciano es lo único que salva el ambiente.
Nunca me imaginé que debería distraer su atención con mis cosas privadas, pero ya ve, el destino tiene más encrucijadas que un gas en el intestino delgado de la serpiente, como decía Indiana Jones en su obra maestra, “Una caída más y no me paro.”
La cosa es tía que me casé con mi presente esposo hace quince años y al comienzo éramos nada más que él, yo y nuestros gemelitos. Como Galo, mi esposo es hijo único (y adoptado), al tiempo decidió ayudarles a sus padres a instalarse más cerca de nosotros, en un pueblito al sur de Tampa. Así, los visitábamos y ellos venían a Connecticut a acompañarnos para las navidades y estábamos todos más contentos que chinchas de motel.
Poco a poco mis suegros se fueron arrugando como una camisa planchada sobre un canasto, sus espinas dorsales antes erectas se doblaron debido a la fuerza de gravedad; y sus piezas óseas, vulgarmente llamadas huesos, iniciaron un proceso irreversible de deterioro por las cosas esas que se llaman reumatismo, ciática, u osteoporosis con las que usted por su edad, estará ya familiarizada.
Después de conversarlo con Galo, los trajimos a una casita en East Haven que les compramos con la idea de que siguieran independientes y nosotros también. Todo estuvo bien, hasta que mi suegro tuvo un problema con los riñones y de un día a otro se enfermó de una manera infinita hasta que después de un infarto comenzó a mirar para adentro forever.
Mi suegra no quiso quedarse sola en la casa ya que les teme a los muertos, aunque yo le decía que a los que hay que tenerles miedo son a los vivos y a los políticos pillos como Donald Trump, La Marjorie Green Taylor, el Georgina Santos y a los fascistas. De este modo, nos forzó en cierta manera, a mal vender la casita, y se trasladó a un apartamentito donde viven nada más que viejitos más arrugados que una pasa, pero donde les acogen con cariño y comprensión.
Galo y un compadre tuvieron que hacer la mudanza de las cosas de mis suegros al sótano de mi hogar que dejo entonces de ser un centro de diversión con un bar y una mesa de billar, otra de ping pon y se transformó en bodega. Cuando mi suegra se mudó, fue nuevamente Galo fue a instalarla, pero como la mamá no quería los muebles de antes, entramos en una deuda comprándoles otros y conservando los antiguos. Ya Galo que sobrepasaba las cuarenta pepas, comenzó a tener problemas en la espalda con tanta chavada mudanza.
Para hacer la historia más breve, hace dos años se murió mi suegra después de sobrevivir a mi suegro por casi diez años y entonces Galo tuvo que hacer otra mudanza de las cosas de la mamá a nuestro sótano que ya estaba lleno de cachivaches y álbumes de fotos que a mí no me interesan.
Le dije a Galo que regaláramos todas esas cosas, pero mi sugerencia fue como si se hubiese comido un ají marca “Cordobeses,” de esos que pican dos veces, y me dijo que yo no era sensible al cariño que le tiene a sus padres quienes cuando era chiquitos le cuidaban, le decían querubín y todas esas sandeces de nenes alcahueteados.
Hemos tenido varias discusiones fuertes con respecto al tema y yo le he tratado de explicar que de los muertos una guarda algunas cositas, pero no la ropa, zapatos ni los muebles; pero como mi esposo es más terco que un burro obsesivo, me ha dicho nones y que jamás se separará de los bienes de sus ancestros.
Galo se va algunas noches al sótano y esta allí horas mirando la bodega y suspirando. Mis gemelos están enfogonados porque no pueden jugar billar.
Tía, a estoy cansada de tanta chavienda, ¿qué puedo hacer?
Josefina
Josefa:
Túmbame la jodiendita esa de que yo me estoy avejentando con rapidez y ahora mismo te digo que eres una mujer nefasta, aciaga y palabrera. En tu texto te burlas mujer vacua, fútil y nimia de los adultos mayores y eso no debiera ser así ya que todos vamos para allá y la tez lozana, exuberante y plena de la que hablaba el poeta Quitrín Macollo en su libro “Odas Fundamentales Para Mi Jeva,” no pasa de ser sino un recuerdo de rosa desorientada mustia por el frío, ¿cómo la ves?
Lo que sucede es que hay seres humanos más sentimentales que otros y para darte un ejemplo están aquellos que guardan todas las tarjetas de saludos de cumpleaños y de navidades, de acción de gracias, tiquetes del tren y muchas fotos en cajas de cartón y plástico que llenan espacio vital en nuestro entorno limitado. Esta acumulación de cosas que chavan mucho en los casos de mudanzas.
Hay otros ¡Oh, Dios! que han guardado sus textos escolares desde el primer grado, y aquellos que archivan las cartas que compartían con un exnovio las cuales si la ven los esposos son una fuente de problemas que necesitan explicaciones. ¿Viste?
Otras como tú o yo, hacemos “limpiezas intensas” cada seis meses y nos deshacemos ipso facto de todo aquello que no hayamos usado, incluido textos como el tuyo los cuales hago desaparecer como por magia de la computadora sin sentimientos de culpa ni lagrimones ácidos.
Ahora bien, en el caso de ropas, o álbumes de los padres de los cónyuges o en tu caso exsuegros, hay que tener más cuidado que comer pescado con espinas ya que seres como tu esposo más sensibles que María Magdalena, guardan recuerdos en cosas tangibles, palpables y perceptibles.
Yo te sugiero que inicies una campaña psicológica más cuidadosa para convencer a tu cónyuge de que se deshaga de las cosas que ocupan espacio vital en el sótano que debiera servirles a ustedes y a tus gemelos.
La necesidad de recreación en los fríos meses de invierno, aunque esto de frío está por verse por el cambio climático, y la posibilidad de distracción de vuestros gemelos para que no se depriman, es un argumento importante por estos de la salud mental y quizás podrías usarlo para que el hombre se convenza.
Hay instituciones y organizaciones que buscan cosas regaladas y pa’luego te mandan un truck a recoger ropas y muebles que pueden servir a personas afectadas por incendios o por la pobreza inmisericorde, amén.
Como te digo, éste es un tema más delicado que comer pique mexicano y debes tener sumo cuidado en no dar pasos impulsivos que pueden crear en tu matrimonio una crisis irreversible. Tu esposo es sentimental, y te culparía para siempre de quitarle los recuerdos imperecederos de sus progenitores, aunque ahora por los anuncios de lluvias contundentes y destructivas, explícale con calma que puede haber inundaciones y las cosas se chavarán igual.
Ten paciencia, y quizás puedes también usar el argumento de la pobreza que hay en nuestra ciudad y como al igual que cuando una persona dona al momento de su muerte sus órganos vitales, sus padres estarían felices de ver sus ropas y mobiliario servir a otros seres vivos que lo necesitan como es el caso de los pobres de Gaza a los que los sionistas les tienen sin agua, comida, servicios sanitarios ni esperanzas.
Te deseo mucha suerte, y lo más importante, cuídate de las rabietas o discusiones airadas acerca de este tema tan crucial y espinudo y busca como aliados a tus gemelos para que hablen con papá, y porque no, un consejero o consejera matrimonial con experiencia, graduados de una universidad conocida, y con licencia del Estado de Connecticut.
Felicidades en estas Navidades y un Año Nuevo con la aureola de la paz.
Tu tía Julia
Comentarios a los Consejos de la Tía Julia.
Nos preocupa con mis hermanos y primos la cantidad de locos, matones y republicanos trastornados como ese tipo de apellido Johnson que se cree un querubín, y jura que Moisés le habla y que Donald Trump, ¡Oh, Dios! es el nuevo Jesús con pelo color orín que regresa para castigar a los demócratas. Gracias por la oportunidad de expresarnos. Marcial, Dionisio, Gaspar, Baltazar y Braden de Springfield.