El hombre nunca perdona éstas dos ofensas: que le quiten su mujer, o su dinero. Homero cuenta, en la Ilíada, que Paris, príncipe troyano, se llevó a Elena, reina de Grecia, y “se armó la de Troya”.
Las otras guerras fueron porque alguien tomó dinero ajeno. El presidente Joe Biden no puede “quitarle la mujer” al presidente ruso, Vladimir Putin, pero planea quitarle sobre $300 mil millones retenidos. Armarán “la de Biden”, Rusia guerreará por su dinero.
Usarán dinero ruso para reconstruir Ucrania y cubrir déficits fiscales estadounidenses, eso es grave, muy grave. ¿Cuántas vidas estadounidenses compensarán $300 mil millones de Rusia?
Sólo con una gran guerra puede Biden retener el poder, nunca se cambia de caballo cruzando un río. Lo menos que hará Putin, será matar el dólar.
Si gastamos ese dinero ajeno, entraremos al territorio del rencor irreconciliable, será guerra de exterminio.
El asunto es más serio, porque la idea no viene de la Casa Blanca, salió del Council for Foreign Relations; esa organización neoyorquina sin fines de lucro siempre fija las pautas generales de la política exterior.
Existen todas las posibilidades de que la idea haya sido plantada desde la Casa Blanca, esa sería la provocación más efectiva para asegurar una guerra directa con Rusia.
Hay precedentes con nefastas consecuencias. En 1981 le confiscaron $12,000 millones a Irán, hasta hoy no nos reconciliamos. En 1992 le confiscaron $500 millones a Irak, saldaron la cuenta ahorcando a Sadham Hussein. Hace poco el Banco de Inglaterra le confiscó $1.900 millones a Venezuela.
Confiscar el dinero ruso también puede arruinar toda la confianza internacional que el resto del mundo le tiene a los Estados Unidos.
Si Rusia debe pagar $300 mil millones por la invasión a Ucrania, ¿cuánto debe Washington por las invasiones, entre Vietnam y Afganistán? Mientras sacamos esa cuenta, me pregunto ¿qué hará Putin?