Por Juan D. Brito
Por mera curiosidad visité la sección “lectura para hombres” de revistas en las cuales se anuncian y venden todo lo referente a compra y venta de armas de fuego. La sección está muy visible en todas las librerías Barnard and Nobles e invitaba a la adquisición de regalos consistentes en revólveres, pistolas, rifles de combate y otras armas mortales. La portada de una de ella tenía el llamativo título “Proteja a su familia con la nueva y eficaz Pistola X34-Max.”
El precio “especial” para este “obsequio navideño” era de $1,145 dólares y su apariencia no era la de un arma de perfil conocido, sino que algo semejante a una siniestra ametralladora con mira telescópica e infrarroja capaz de arrojar muchos tiros en cuestión de segundos.
Un rifle para usos militares adquirido a través del correo fue el utilizado por el insano Adam Lanza de veinte años quien mató a tiros a su madre y posteriormente masacró a tiros a 21 niños de primer grado y seis educadoras en el pueblito de Newtown. Cuando llego la policía el siniestro criminal se suicidó con la misma arma.
Debido a este lamentable episodio de ataque armado sobre una población de inocentes incapaces de defenderse. las tiendas Walmart dejaron temporeramente de vender municiones para estos poderosos rifles de guerra debido a otra masacre en una de sus filiales en el pueblo del Paso. Antes era muy fácil de adquirirlas, pero siempre está la super tierna Amazon.
En el año 2020 se observó un récord en venta de armas de fuego que ascendió a la cantidad de 17 millones de pistolas, revólveres y rifles. Los expertos dijeron que esto fue ocasionado debido al temor por la pandemia y los rumores de escasez de alimentos con el posible asalto de hogares.
A este miedo se agregó en el 2020 el inicio de grandes protestas de sectores de la comunidad afroamericana provocadas por el asesinato de un ciudadano de color a manos de un policía de apellido Chauvin a quien, gracias a la grabación en su celular hecha por una niña; se le vio dando una charla en vivo a otros policías acerca de la forma de asesinar de una manera eficaz a un hombre de color, esposado, boca abajo y asfixiado por la rodilla del uniformado en el cuello de la víctima por más de diez minutos en el área de la vena carótida.
El mismo temor en sectores de la comunidad anglosajona que los llevó a adquirir más armas se produjo por la elección y la reelección del expresidente Barak Obama. El republicano Donald Trump fue uno de los mejores agitadores del miedo durante la campaña en contra de la demócrata Hillary Clinton lo que le permitió recibir una donación pública de 30 millones de dólares para su contienda electoral hecha en el 2016 por parte de la Asociación Nacional de Rifleros.
El mensaje del terror de Trump fue caracterizar en el 2015 a los inmigrantes mexicanos como violadores de mujeres blancas, traficantes de drogas y delincuentes. Por nuestra apariencia física de mestizos latinoamericanos, todos nosotros caímos bajo esa odiosa descripción.
Cuando se produjo el bombardeo de las torres gemelas en Nueva York en el 2001, nuestra semejanza física y facial con iraquíes despertó también el miedo hacia nosotros que fuimos víctimas del síndrome de la sospecha que juntamente con el miedo endémico de la comunidad blanca frente a una pérdida de su poder político, nos transformó en injustificadas amenazas vivientes.
Robyn Thomas, director ejecutivo de la organización The Gilfford Law Center to Prevent Gun Violence (en español, que es una organización sin fines de lucro creada para prevenir la violencia con armas de fuego), expresó que la presencia de armas de fuego ha influido en actos de violencia doméstica, suicidios y en el caso de niños que teniendo acceso a armas de fuego se hieren por accidente a sí mismos, lesionan o matan a otros.
El hambre por conseguir armas, según Thomas se debe a la “Cultura del Miedo” que prima en los Estados Unidos donde la manufactura de armas tanto para uso interno como para la exportación es la más prolífica del planeta.
Las estadísticas son pavorosas porque en el 2020 se produce un récord de 19,379 muertes a consecuencia del uso de armas de fuego, además de 24,090 suicidios y 611 actos de asesinatos masivos. El año 2020 cuando los ciudadanos vivían el terror de la pandemia, Donald Trump agitaba su campaña del terror para ser relegido acrecentando el miedo de los supremacistas a quienes preocupa perder su infame papel preponderante hasta ahora en la política y la sociedad.
Así, el 2020 se transformó en el año en que se observó un aumento en la venta de armas de fuego.
Sin embargo y aprovechándose de la cultura del miedo, las tradicionales compañías manufactureras de armas se hacen textualmente “la América” ya que registraron ganancias por la suma de 11 billones de dólares, además de los 17 millones que adquieren las fuerzas armadas en armas de combate y municiones tanto para el uso interno en lo que se denomina seguridad interna como para la exportación de armas made in USA hacia otros países.
Entre los años 2002 y el 2017, los Estados Unidos gastaron 65 billones de dólares en este último rubro que pagamos quienes tenemos que declarar al IRS (los recolectores de impuestos) en buena fe lo que ganamos trabajando en doce meses y no contamos con abogados para que con argucias legales nos permita pagar menos o nada como es el caso de Donald Trump y otros acaudalados de este país.
Pero también existe un mercado negro de las armas antiguas o ya utilizadas que se pueden adquirir “en la calle” y cuyo valor con algunas municiones fluctúa entre los 300 y 500 dólares. Usualmente a estas armas ilegales se les ha borrado el registro comercial y por supuesto las huellas digitales. Para adquirirlas relataba un ex integrante de una pandilla, se las “encarga” a los contactos que siempre están disponibles en el norte y sur de Hartford.
Este tipo de armas dan ventaja a los miembros del hampa en su mundo de crímenes locales y las venganzas y castigos en la órbita del tráfico de drogas. Este es otro tipo de violencia que surge de la cultura de la pobreza.
Si bien para las plagas como la Pandemia Covis-19 y sus variantes como el Ómicron se están creando vacunas, no las hay para la adicción al miedo y a la compra de armas mortales.
Aunque Connecticut honró a las víctimas de Newtown y la organización Newtown Acxtion Alliance llevan a cabo anualmente una demostración pública en el Capitolio estatal con la presencia de los senadores Richard Blumenthal y Chris Murphy; los republicanos dirigidos por Donald Trump no dan su brazo a torcer para imponer un control más severo y definitivo en la compra de armas mortales y municiones de guerra por parte de civiles.
Es que el usual e infame cabildeo de los fabricantes de armas que hacen “donaciones” a las campañas políticas de republicanos y algunos demócratas del congreso y en la legislatura local, se interponen a controles más eficaces.
Un amigo matemático compartió con nosotros la siguiente ecuación donde aparecen las variables “cultura del miedo” representada por el símbolo CM, la “compra y venta incontrolable de armas con el símbolo CVA, la creciente depresión ciudadana DC, la actual inestabilidad política nacional e internacional con el símbolo IP, y el racismo endémico en este país con el símbolo RE. Esta ecuación da un triste y peligroso resultado:
CM+CVA+DC+IP+RE=TP (Tormenta perfecta).